El entorno económico actual afronta una inflación que alcanza cotas sin precedentes desde los años ochenta. La intensa subida de los precios de la energía, especialmente motivada por el conflicto de Rusia en Ucrania, se ha extendido de manera generalizada en el conjunto de la economía. Situación que ha motivado la intervención de los bancos centrales, que comienzan a acelerar la normalización de la política monetaria, elevando los tipos de interés para paliar las tensiones inflacionistas. Ante este complejo escenario, las direcciones financieras se encuentran ante el reto de evaluar adecuadamente tales impactos y trasladar así a los usuarios la información de manera precisa y transparente en sus estados financieros.
Además de la complejidad, destaca la propia volatilidad del entorno, como advierte Javier Calvo, socio de Auditoría responsable de Instrumentos Financieros de KPMG en España. “Las previsiones económicas cambian de manera constante, y exigen a su vez un papel más activo por parte de las direcciones financieras para responder a la variedad de requerimientos y necesidades del entorno”, explica.
“Esto no es la Gran Recesión de 2008, no se parece ni en sus causas ni en la magnitud, sin embargo, las recetas de política económica para enderezar la situación son más complejas de aplicar que en el pasado”, subraya el economista Alberto Nadal. El experto en macroeconomía afirma que, ante la solución al actual problema de escasez de energía pasa por un incremento la productividad, que solo será posible alcanzar en el medio-largo plazo. “Se han roto los diques de contención en cuanto a las expectativas de inflación, pues este problema de precios no estaba encapsulado en los sectores energéticos o más directamente afectados por los precios de la energía, sino que se ha extendido al conjunto de la economía”, explica.
A diferencia de otros países europeos, como subraya Alberto Nadal, la economía española es mucho más dependiente de los precios de la energía y más vulnerable a la elevación de tipos de interés. En consecuencia, se espera que el cambio en la política monetaria frene más el crecimiento en España que en el caso de otros países del entorno y, por ende, que la inflación siga siendo elevada durante meses. “Solo veremos bajar la inflación de forma importante en la segunda mitad de 2023, cuando las medidas de política monetaria empiecen a tener efecto”, concluye.
Trasladar la actual complejidad del entorno en los estados financieros se ha tornado una tarea aún más compleja. En palabras de Marisa Pérez, socia de Asesoramiento Contable de KPMG en España: “los reguladores, inversores y accionistas, entre otros usuarios, exigen altos niveles de transparencia e información de valor, que requerirá que las compañías reflexionen internamente sobre este entorno macroeconómico y, en consecuencia, proporcionen en sus estados financieros aspectos clave sobre cómo prevén que se comporte la compañía y cuáles son sus expectativas de futuro”.
Respecto a la evaluación sobre la continuidad de las compañías, Marisa Pérez incide en algunos aspectos clave que las empresas no deben perder de vista, tales como el análisis de la situación patrimonial, la revaluación de presupuestos y forecast, o la evaluación sobre la existencia de dudas respecto a la continuidad de la empresa. Por su parte, la liquidez también se posiciona como un factor significativo ante el posible impacto de la reducción de márgenes, a raíz de la subida de los costes energéticos, los costes de mantenimiento o el acceso a determinadas materias primas, entre otros. Además de analizar el impacto en el portfolio de algunos productos y servicios ante el efecto de la inflación.
En otro orden, cabe destacar la reevaluación del perímetro de consolidación de las compañías, que es uno de los aspectos relevantes que la ESMA (European Securities and Markets Authority) recomienda evaluar, especialmente como consecuencia del impacto del conflicto de Ucrania y de las consiguientes sanciones. De igual modo, será necesario que las organizaciones realicen una revaluación del grado de influencia, así como de los potenciales deterioros.
Adicionalmente, las compañías necesitan reflexionar y ofrecer información detallada sobre la manera en la que el negocio se está viendo impactado, el modo de establecer las proyecciones financieras y su horizonte temporal en cada caso. Por su parte, se recomienda además considerar los potenciales impactos en el reconocimiento de ingresos, pues como recuerda Marisa Pérez, “la nueva norma es mucho más específica y metódica”.
En este sentido, “será necesario evaluar la existencia de determinados contratos, al igual que reconsiderar y ajustar la contraprestación variable ante la actual incertidumbre. Sin olvidar, a su vez, revaluar el grado de avance en el reconocimiento de ingresos y valorar el deterioro de activos del contrato”, detalla la socia de Asesoramiento Contable de KPMG en España. Otros factores significativos que podrían verse afectados ante el actual entorno comprenden desde los contratos de arrendamiento hasta los instrumentos financieros, los beneficios a empleados u otros aspectos como puede ser la reevaluación de contingencias y su efecto en las provisiones, entre otros.
Pese a que la situación económica actual es especialmente incierta, la NIIF 9 exige que las entidades tengan en cuenta la información macroeconómica futura en el cálculo de las pérdidas esperadas. Sin embargo, como apunta Javier Calvo, socio de Auditoría responsable de Instrumentos Financieros de KPMG en España, existe cierta debilidad en la estimación de las pérdidas esperadas, pues los modelos estadísticos se basan en datos históricos macroeconómicos que no contienen tasas de inflación como la actual. Por tanto, dichos modelos no podrán predecir de manera fiable cómo se comportará la cartera en el futuro.
En este sentido, tal y como recomienda el socio de Auditoría responsable de Instrumentos Financieros de KPMG en España, resulta necesario “evaluar la necesidad de introducir un ajuste experto adicional a los modelos para recoger el potencial impacto de estas tasas de inflación en el comportamiento de los clientes”.
Por su parte, respecto a la estimación del valor razonable de los estados financieros, la actual situación impacta en diversos puntos significativos, como puede ser el incremento de los ajustes valorativos por Riesgo de Modelo (FVA) o el incremento de los ajustes de CVA y DVA. Igualmente, en el caso de los instrumentos financieros complejos en los que los parámetros están estimados con datos históricos será necesario introducir un juicio experto. “Se detecta, además, una mayor dificultad para estimar los precios de salida realistas debido esencialmente a la alta volatilidad del entorno, así como una creciente incertidumbre en los precierres de compañías con exposición a derivados de energía e inflación”, subraya Javier Calvo.
En definitiva, ante la actual encrucijada, impera la necesidad de evaluar y trasladar la información de manera adecuada, especialmente ante un entorno en constante cambio en el que los usuarios externos esperan una información fiable, robusta y comparable. Para lograr este propósito, las direcciones financieras necesitan tener en cuenta algunas consideraciones significativas en el momento de elaborar los estados financieros, especialmente en torno a la determinación del valor recuperable, el reconocimiento de ingresos o la estimación de pérdidas esperadas, entre otras cuestiones de relevancia.
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