Las corporaciones se enfrentan a un contexto de suma complejidad en el que la volatilidad y la incertidumbre ganan cada vez más protagonismo. Llegado el momento de hacer balance, las organizaciones se enfrentan a un cierre de ejercicio cuando menos retador y de difícil previsión, en el que deberán recoger los aspectos y novedades más relevantes de la información corporativa, reflejados en los estados financieros y la memoria del reporting corporativo.
“Se acerca el momento de exponer y explicar el desempeño de las organizaciones a los distintos grupos de interés. Todo ello en un contexto en el que la incertidumbre, complejidad y posibilidad de que los riesgos se materialicen forma parte del día a día de consejeros, gestores y auditores internos y externos”, subrayó Borja Guinea, socio responsable de Auditoría y del Audit Committee Institute (ACI).
El encuentro ‘Retos ante el cierre de un año complejo’, organizado por KPMG, destacó la necesidad de que los responsables de la preparación de las cuentas emitan estimaciones e información relevante y comparable. De tal modo que los distintos grupos de interés tengan la confianza necesaria para tomar sus decisiones, especialmente en un año que reviste de gran complejidad.
De hecho, el contexto actual fue tildado por David Hernanz, socio de Auditoría de KPMG, como de ‘tormenta perfecta’, motivada por una situación geopolítica, económica, social y regulatoria sin precedentes. Ante este entorno, los gestores deberán preparar y desglosar la información corporativa, con el reto añadido de tener que realizar estimaciones contables y juicios de valor en un escenario de alta volatilidad e incertidumbre, que deben ser ratificados tanto por el auditor externo como por el Consejo de Administración a través de sucomisión delegada de auditoría y control.
Es por este motivo que el foco estará en las consecuencias derivadas del conflicto en Ucrania y su consiguiente impacto en el ámbito energético, así como a las restricciones en las cadenas de suministro y las presiones inflacionistas. Sin perder de vista el impacto creciente de la regulación en materia de sostenibilidad, que se torna cada vez más exigente. Y es que más allá del cumplimiento de nuevos requerimientos, los asuntos en materia de ESG se encuentran estrechamente vinculados con la reputación empresarial, así como con la atracción y fidelización del talento.
Como destacó Marisa Pérez, socia de Accounting Advisory Services de KPMG, mitigar esta incertidumbre solo será posible a través de una mayor calidad en el reporting corporativo, que persiga la uniformidad y la mayor transparencia de la información. En este sentido, el regulador de mercados europeo (ESMA, por sus siglas en inglés) ha establecido una serie de prioridades para la supervisión de los estados financieros de 2022, subrayando la necesidad de emitir desgloses transparentes y consistentes sobre juicios de valor y estimaciones que realicen las empresas en sus estados financieros.
Por otro lado, y en este entorno de incertidumbre cobra especial atención la evaluación de la continuidad de la compañía con el análisis de la situación patrimonial, el impacto en la liquidez y el efecto de las tensiones inflacionistas como tres focos de relevancia, así como la revaluación y actualización de los forecasts han de ir acompañados del análisis de la situación patrimonial y la definición de potenciales escenarios.
“Otro punto relevante es la liquidez, sobre todo en un momento de estrechamiento de márgenes, además del impacto de la interrupción de las cadenas de suministro que ha provocado que las empresas pongan especial énfasis en el capital circulante”, explicó Marisa Pérez. También serán relevantes los aspectos contables derivados de estos tres pilares, como puede ser la clasificación de la deuda o el deterioro de activos no financieros.
Como advirtió la socia de Accounting Advisory Services de KPMG, se requerirá la reevaluación del perímetro de consolidación en determinados grupos, en especial como consecuencia del conflicto de Ucrania. En este sentido, las corporaciones deberán reflexionar sobre el grado de influencia del negocio y realizar así una evaluación del deterioro. Sin olvidar la atención a los elementos de control y el mayor grado de detalle y especificidad en los desgloses de información.
“Los desgloses serán de gran relevancia en este ejercicio. Resulta necesario entender a qué se están enfrentando las compañías, cuáles son las medidas que han puesto en marcha, cómo se han podido producir cambios en la metodología de valoración y cómo están llevando a cabo dichos cálculos”, detalló Marisa Pérez.
“Los instrumentos financieros no son ajenos a la situación que estamos viviendo, pues la volatilidad impactará en todas las carteras a valor razonable, al tiempo que se incrementará la volatilidad del patrimonio neto y la cuenta de pérdidas y ganancias”, aclaró Javier Calvo, socio responsable del Grupo de Instrumentos Financieros y Regulación de KPMG. Sin duda, en un entorno de tipos de interés altos cabe destacar que la convexidad podrá generar diferencias significativas en las valoraciones de los instrumentos. Un hecho que las corporaciones no deberán pasar por alto.
Respecto a la gestión de riesgos financieros y no financieros, las entidades es muy probable que se vean obligadas a contratar derivados para cubrir tales riesgos, destacó Javier Calvo. “El incremento de los tipos de interés provoca que los costes de financiación sean más elevados, al igual que las presiones en las cadenas de suministro que implican un incremento de las materias primas y, por ende, un aumento de los costes de elaboración, además del aumento del coste energético”, apuntó.
Todos estos factores obligan a que las entidades pongan el foco en la contratación de derivados financieros y establezcan acuerdos de compraventa de energía a largo plazo (PPAs, por sus siglas en inglés) para la fijación de costes.
En relación con la estimación de las pérdidas esperadas, resulta particularmente aconsejable estimar un escenario macroeconómico realista en consonancia con los datos emitidos por las distintas autoridades económicas. Por ende, será necesario asegurar que los datos históricos utilizados son representativos respecto a la situación actual con ayuda de los llamados post-model adjustments (PMA).
Se trata de ajustes posteriores a los modelos estadísticos de la estimación de pérdidas esperadas sobre los que las empresas deberán decidir si mantener los PMA actuales o recalcular unos nuevos ante la actual situación de presiones inflacionistas y subida de tipos de interés. Este ejercicio requerirá de una mayor gobernanza por parte de los comités y comisiones de auditoría, que evaluarán si las pérdidas esperadas que estime el modelo son razonables o si será necesario en su caso incluir registros adicionales.
En suma, las corporaciones se enfrentan a un cierre de ejercicio esencialmente complejo, en el que deberán reflejar en sus estados financieros los impactos del actual entorno económico y sus potenciales riesgos a partir de estimaciones y juicios de valor. Sin duda, la magnitud de los cambios en el escenario económico, y la consiguiente disminución de las perspectivas de crecimiento, no hacen sino reafirmar la relevancia de la información corporativa, como pilar clave para fortalecer la confianza y credibilidad de los grupos de interés.
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