Tras dos semanas de intensa actividad en Sharm el-Sheikh, en Egipto, finalmente vio la luz el acuerdo de la 27 Conferencia de las Partes en el que la medida estrella ha sido un fondo concebido para ayudar a hacer frente a las pérdidas y daños que el cambio climático está ocasionando, especialmente, en las economías emergentes. Y es que la necesidad de financiación para impulsar la transición climática ha sido uno de los grandes temas de esta edición, en la que también el límite de temperatura de 1,5 grados del Acuerdo de París ha centrado el debate de las semanas del año más importantes en materia climática.
“Si en la COP26 celebrada en Glasgow se creía que este objetivo estaba claro, y nadie lo ponía en duda, durante la COP27 algunas voces buscaban volver al objetivo de los 2 grados. Por el contrario, en esta COP se ha observado una fuerte corriente de insistir en que la cifra de 1,5 grados no debe ser un objetivo, sino el límite que el planeta puede asumir”, explica Germán García, director de Net Zero Advisory, Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España.
Porque con las actuales políticas de descarbonización definidas por los países, la temperatura global aumentaría en 2,5 grados a finales de siglo, según el informe de síntesis de los NDC publicado por UN Climate Change. Por lo que gobiernos, empresas y la propia sociedad tienen la responsabilidad de seguir profundizando en las medidas para contribuir a la mitigación y adaptación a los efectos de un cambio climático que continúa avanzando de forma inexorable. Y la COP 27 ha marcado el rumbo a seguir, con la firma de varios acuerdos enfocados en:
Sin embargo, aunque la urgencia puede ser compartida, la toma de medidas a nivel global siempre se torna algo más compleja. Y esta COP ha vuelto a dar muestra de ello. El principal escollo parte del ámbito de la financiación, uno de los temas protagonistas tanto en la anterior COP como en la número 27, la primera que se celebra en territorio africano. Los países emergentes, que sufren con mayor intensidad las consecuencias del cambio climático, reclaman ayuda a los países desarrollados con un doble objetivo. Por un lado, para mitigar el cambio climático y limitar el impacto que está generando, y va a generar a futuro, en su territorio y población y, por otro, la adaptación en una transición climática que requiere de una transformación profunda de sus economías.
El sector financiero se ha convertido, sin duda, en uno de los protagonistas del cambio climático, aunque, como explica Pablo Vañó, socio de FS Consulting de KPMG en España, el actual entorno y la tibieza en la toma de medidas impactará en la consecución de los objetivos. “Las circunstancias geopolíticas hacen especialmente complejo que se puedan cumplir los objetivos del Acuerdo de París, habiendo puesto de manifiesto la complejidad para que las entidades financieras puedan ser neutras en emisiones de carbono en 2050”, afirma.
Para Pablo Vañó, la falta de acuerdos claros y convincentes de la COP 27 invitan a una profunda reflexión social e institucional. “Los resultados de la COP27 han sido bastante pobres y, salvo el acuerdo en el descuento sobre la creación del fondo para financiar las pérdidas y daños ocasionadas por el cambio climático, deberemos aspirar a mejorar si queremos alcanzar un acuerdo global, creíble y justo. Hasta que las instituciones y países no se pongan de acuerdo en los objetivos, las entidades financieras no podrán clarificar su papel en este proceso”, apunta.
En este sentido, el experto apunta que no será hasta la próxima COP, que se celebrará en Dubái, “cuando se realizarán propuestas de mayor calado sobre el papel que deben desempeñar las entidades financieras a instancias del FMI y del Banco Mundial en la financiación por las pérdidas y daños ocasionadas por el cambio climático”. No en vano, el compromiso de financiadores y sector bancario para promover el cambio sostenible está siendo clave en los últimos años: las compañías que gestionan de manera adecuada el cambio climático obtienen mejores condiciones, y la exigencia a la hora de financiar con criterios sostenibles no hace sino aumentar.
Ahora el reto es ir más allá. Porque “veremos cómo a medio y largo plazo, las organizaciones que no gestionen de manera responsable el cambio climático en sus organizaciones, a través de la medición, la definición de objetivos de descarbonización alineados con la ciencia, la evaluación de riesgos climáticos sobre el modelo de negocio y la definición de planes de transición liderados por los consejos de administración, con acciones concretas que garanticen la descarbonización de sus actividades, no podrán acceder a financiación”, afirma Germán García.
También en el debate sobre la cuestión energética ha tenido especial protagonismo la financiación. Porque cada vez hay una mayor demanda de financiación para el desarrollo de energías limpias, sobre todo en economías emergentes. Especialmente este año, en el que el contexto geopolítico internacional ha puesto de manifiesto la dependencia de los combustibles fósiles que seguimos arrastrando.
Y es que, mientras en la pasada edición de la COP se habló en más de una ocasión de abandonar los combustibles fósiles, en esta edición este tema ha pasado más desapercibido. Aunque sí ha habido consenso en la necesidad de invertir y apostar por nuevas energías limpias, con especial protagonismo del hidrógeno verde. Concretamente, “destaca la creación de nuevos grupos de trabajo como el Technology Mechanism Joint Work Programme, avalado por John Kerry, que busca apoyar la investigación de nuevas tecnologías sostenibles en el periodo 2023-2027, o la formación de la Comisión de Planificación para el Clima, una nueva iniciativa centrada en acelerar la planificación y despliegue masivo de nuevas energías limpias y seguras”, subraya Carlos Solé, socio responsable de Energía y Recursos Naturales.
No hay duda de que el principal foco en las compañías pasa por su contribución real a la lucha contra el cambio climático. En los últimos años, al tiempo que aumentaba el escrutinio sobre la aportación de las compañías a los objetivos de descarbonización, se erigía el debate sobre si las organizaciones utilizan la lucha contra el cambio climático como un elemento de mejora de su reputación ante los grupos de interés.
Por este motivo, es clave para las organizaciones abordar de forma clara y decidida su transición hacia la neutralidad climática. “Contribuir al objetivo del 1,5 grados del Acuerdo de París no es una posibilidad, sino un riesgo de negocio -no solo reputacional- en el caso de no hacerlo. En este sentido, la propia ONU ha lanzado un documento que recoge 10 recomendaciones para que los actores no estatales establezcan objetivos de descarbonización creíbles alineados con el objetivo de 1,5 y se evite el criticado ‘greenwashing’”, recuerda Germán. En la práctica, las compañías deben contar con un plan de transición detallado y completo, que cumpla los siguientes requisitos:
Más allá del sector financiero y energético, sin duda protagonistas en la COP27 por su relevancia en la consecución de objetivos comunes, lo cierto es que las compañías deberán abordar una labor heterogénea, en función de su sector. Así, el sector industrial, como explica Begoña Cristeto, socia responsable de Industria y Automoción de KPMG en España, deberá tener muy en cuenta el anuncio realizado por la Unión Europea de actualizar su compromiso de reducción de emisiones hasta 2030 en un 57%, dos puntos por encima. “Es un anuncio especialmente relevante si se tiene en cuenta el contexto de crisis energética actual, y nos encontramos ante una muestra más del compromiso europeo hacia las energías limpias”.
En este sentido, el sector industrial, por su elevado consumo energético, afronta como consecuencia de esta mayor ambición europea “un menor plazo para abordar su transición energética hacia tecnologías menos contaminantes”, afirma Begoña Cristeto. En este sentido, apunta a que el contexto geopolítico actual puede suponer un acicate en este sentido. “El aumento de los costes energéticos de los últimos meses puede estar contribuyendo a una aceleración en este proceso”, explica.
Por su parte, el sector consumo y retail continuará previsiblemente inmerso en su transformación sostenible. Como explica Enrique Porta, socio responsable del sector Consumo de KPMG en España, “con independencia de los acuerdos de mínimos alcanzados y las implicaciones de la COP27 en los temas en los que se ha puesto especial foco, como son la financiación y la transición energética, el compromiso de las empresas del sector con la transformación sostenible es inequívoco y seguirá acelerándose, en gran medida, por la creciente concienciación medioambiental y social del consumidor y su voluntad de conocer y minimizar el impacto en el planeta de sus decisiones de compra”.
En este sentido, el experto recuerda que “las compañías que mejor entiendan este paradigma y gestionen proactivamente su acción por el cambio climático (estableciendo y midiendo sus objetivos de reducción y reportando de forma transparente sus avances, con planes liderados desde la alta dirección), serán premiadas tanto por inversores o entidades financieras como por los propios clientes”.
“No hay que perder de vista que, aunque a corto plazo no está claro que el consumidor pague más por la sostenibilidad, dada su actual sensibilidad al precio, lo que es seguro es que incrementará su exigencia en este ámbito y pedirá más información y transparencia a las marcas, premiando a aquellas que se alineen con sus valores”, subraya Enrique Porta.
Prueba de ello es que, según el informe “Me, my life, my wallet: How to serve the sustainability conscious consumer”, elaborado por KPMG en base a una encuesta a 30.000 consumidores en 11 países, incluido España, el 64% de los consumidores a nivel global quieren conocer el impacto medioambiental de los productos que compran y un 69% de los consumidores están dispuestos a pagar más por productos de compañías con cuyos principios concuerdan.
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