Aunque parece extraído de una película de ciencia ficción, la “computación cuántica” constituye un nuevo paradigma capaz de interrelacionar aspectos propios de la computación tradicional, la física y las matemáticas con el fin de poder dar respuesta a problemas y resolver a algoritmos haciendo uso de unas capacidades de procesamiento sin precedentes. Pero, más allá de su definición técnica, la gran incógnita que sobrevuela a este concepto es cuál será su impacto en el ámbito de la ciberseguridad.
La informática cuántica toma como punto de partida los principios físicos de la superposición de la materia y el entrelazamiento cuántico con el fin de “evolucionar” los bits tradicionales (donde solo se podía tomar un valor binario, como 0 o 1) hasta lo que conocemos como qubits: unidades básicas de información capaces de representar el valor de 0 y 1 al mismo tiempo, aunque con una probabilidad determinada para cada valor.
De esta manera, los ordenadores cuánticos son capaces de aumentar la capacidad y potencia de procesamiento de manera exponencial, permitiendo así procesar información en una fracción del tiempo que se tardaría con los ordenadores convencionales.
No obstante, se debe tener en cuenta que generar y mantener qubits es un reto en sí mismo en términos científicos y de ingeniería, ya que para ello, los ordenadores que deben emplearse son extremadamente sensibles: necesitan una serie de condiciones muy concretas de aislamiento, temperatura y presión para poder funcionar correctamente. En concreto, necesitan una presión atmosférica prácticamente nula, una temperatura ambiente próxima al cero absoluto (-273 °C) y aislarse del campo magnético terrestre para evitar que los átomos se muevan y colisionen entre sí o interactúen con el entorno. Todo ello hace que tan solo algunas compañías como IBM, Google, IonQ o Rigetti Computing, hayan sido capaces de aislar los qubits en un estado cuántico controlado.
Como hemos visto, la computación cuántica tiene el potencial de revolucionar la forma en que procesamos y almacenamos información y es por ello que nos permite abrir la puerta a una serie de beneficios y mejoras sobre procesos y actividades tradicionales:
No obstante, existen también una serie de desafíos técnicos y económicos que deben ser superados antes de que pueda ser ampliamente utilizada en la práctica y poder así alcanzar su pleno potencial:
Teniendo en cuenta todo lo anterior, una de las primeras conclusiones que se obtienen es que este tipo de ordenadores suponen una amenaza importante para la ciberseguridad tal y como la conocemos actualmente. En concreto, las técnicas y algoritmos más complejos en términos de criptografía, así como los modelos de contraseñas y certificados serán tareas infinitamente más sencillas para dichas máquinas cuánticas. Pero para poder ahondar en esta problemática, es necesario tener en cuenta ciertos conceptos relacionados con el cifrado.
A día de hoy, existen dos esquemas de cifrado fundamentales:
No obstante, en la actualidad, la mayor parte de los algoritmos de cifrado utilizan una combinación de ambos modelos, generando así esquemas comúnmente extendidos como el algoritmo de RSA, el de Diffie-Hellman o el cifrado de curva elíptica (ECC por sus siglas en inglés), reconocidos como estándares y fundamentales para el cifrado del tráfico web, el correo electrónico o las firmas digitales.
Pero es importante destacar que dichos algoritmos se basan en operaciones matemáticas tales como la factorización (consistente en descomponer grandes números en números primos para generar códigos de encriptación), ya que actualmente los ordenadores tradicionales necesitan procesos muy costosos para llevarlo a cabo. Sin embargo, un ordenador cuántico sería capaz de resolverlo en cuestión de segundos.
Si bien es cierto que la computación cuántica no supone un problema real hoy en día ya que su uso es todavía muy limitado y acotado a unos pocos ordenadores en el mundo, es cuestión de tiempo que se desarrollen y su uso se extienda y democratice. Será entonces cuando el ámbito de la ciberseguridad deberá contar con nuevos algoritmos criptográficos capaces de impedir que una computadora cuántica rompa las barreras de protección.
Si bien es cierto que la computación cuántica no supone un problema real hoy en día ya que su uso es todavía muy limitado y acotado a unos pocos ordenadores en el mundo, es cuestión de tiempo que se desarrollen y su uso se extienda y democratice. Será entonces cuando el ámbito de la ciberseguridad deberá contar con nuevos algoritmos criptográficos capaces de impedir que una computadora cuántica rompa las barreras de protección.
Y, por paradójico que resulte, dicha solución vendrá dada por lo que empieza a denominarse como criptografía cuántica, a prueba de máquinas cuánticas.
De hecho, el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de los Estados Unidos (NIST por sus siglas en inglés) convocó a la comunidad científica en 2012 mediante un concurso con el fin de buscar soluciones a este problema. Cientos de empresas, organismos e instituciones se pusieron en marcha con el fin de definir los algoritmos y estándares que constituirán criptografía postcuántica.
En 2022, el NIST anunció la primera selección de algoritmos “Quantum-Safe” para su estandarización, aunque no será hasta 2024-2025 cuando se dará a conocer cuál es el esquema ganador, que pasará a considerarse como nuevo estándar criptográfico resistente a la computación cuántica.
Resulta evidente que la computación cuántica ha llegado para quedarse y revolucionar la informática tal y como la conocemos en la actualidad. Es por ello que instituciones, gobiernos y empresas han comenzado a prepararse (la Unión Europea por ejemplo, tiene previsto invertir al menos 4.500 millones de euros en tecnologías cuánticas en los próximos cinco años). Y es que se trata de una verdadera carrera por dominar una tecnología que se presenta como revolucionaria y sin ningún tipo de precedentes que permitirá llevar a cabo simulaciones del funcionamiento del universo o del comportamiento molecular, crear medicamentos capaces de tratar importantes enfermedades como el cáncer o el Alzheimer, mejorar las predicciones meteorológicas o luchar contra el fraude en la red y mejorar la seguridad de los sistemas de información, entre otras muchas aún por descubrir.
Tal y como dijo Arnaud Dufournet, Chief Marketing Officer de TheGreenBow, “está claro que el primer Estado que gane la carrera por dominar la tecnología cuántica ostentará la supremacía frente a los demás. Al igual que las potencias nucleares, habrá potencias cuánticas en el mundo.” Y aunque es innegable que las aplicaciones de la computación cuántica son muy diversas y podrían mejorar procesos relativos a múltiples ámbitos y sectores, no se debe perder de vista que, tal y como hemos comentado, también puede suponer una amenaza potencial para el sector de la informática y la ciberseguridad.
Es por ello que la anticipación, la preparación y vigilancia activa, la agilidad y la capacidad de adaptación ante este panorama y sus derivadas resultan esenciales para para abordar la informática cuántica y la ciberseguridad. De esta manera, resulta fundamental que todos los actores de la ciberseguridad comiencen a dar los pasos necesarios para anticiparse a la era de la computación cuántica y la criptografía postcuántica, de cara a poder ser agentes del cambio de esta gran reevolución tecnológica.
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