La inestabilidad geopolítica y macroeconómica pone a prueba la correcta presentación de la información financiera, el cumplimiento y el control de riesgos, cuya responsabilidad de supervisión recae en la Comisión de Auditoría. Ataques cibernéticos, una guerra que cumple un año a las puertas de Europa, la elevada inflación, los altos tipos de interés y volatilidad de los mercados son parte de una tormenta perfecta que exige de este órgano estratégico un mayor enfoque holístico, templanza y rigor para saber priorizar y ordenar una agenda que no para de cambiar, crecer y complicarse. Así lo refleja el informe ‘La agenda de la Comisión de Auditoría para 2023’, de KPMG en España. “El actual entorno dificulta las estimaciones e hipótesis sobre información prospectiva, lo que aconseja un foco adicional de las comisiones de auditoría en los desgloses de la información corporativa, y así reforzar la confianza de inversores y grupos de interés”, señala Borja Guinea, socio responsable de Auditoría de KPMG en España.
En este escenario, la Comisión de Auditoría debe poner foco en el liderazgo y el talento requeridos para afrontar esta situación. La organización financiera lleva ya años demandando perfiles y habilidades más diversas y con una visión más estratégica y analítica. Para ayudar en esta tarea, el informe de KPMG, basado en entrevistas y reuniones con directivos y miembros de comisiones de auditoría, aporta pautas y guías para organizar la agenda de la Comisión de Auditoría para 2023.
El área financiera de las empresas, y en particular la Comisión de Auditoría, está sometida a cambios constantes y escenarios complejos. Pero no debe perder el foco: la presentación de la información financiera y la supervisión de los riesgos que afrontan las compañías: turbulencias geopolíticas, guerra, inflación, subida de tipos, ruptura de la cadena de suministro y volatilidad del mercado.
Convertir toda esa complejidad en datos rigurosos y juicios razonados es el reto de la Comisión, como apunta el citado informe. Hay que estar atentos a la preparación de la memoria y de las cuentas anuales, especialmente en estos aspectos:
En cuanto a los controles internos, la Comisión de Auditoría debe redoblar sus esfuerzos y el debate con la Dirección para ver cómo afecta la situación actual a los controles y procedimientos de desglose de la información financiera. Y a su capacidad de trabajo. “Las comisiones reconocen que las nuevas exigencias les obligan a atender nuevos frentes como los riesgos ESG y en particular los relacionados con la sostenibilidad”, apunta Borja Guinea.
La gran pregunta que se hacen las organizaciones es si cuentan ya con una estructura eficaz para supervisar los riesgos y desgloses en materia de ESG. Lo exigen los supervisores, los reguladores, los inversores y las firmas de calificación para tomar sus decisiones. Es ahí donde entra en juego la Comisión de Auditoría. ¿Es hora de repartir responsabilidades entre otras comisiones? Una tendencia observada es constituir una comisión ad hoc sobre Sostenibilidad para supervisar estos aspectos. En cualquier caso, es necesaria una comunicación y coordinación entre comisiones de modo que el conjunto del consejo y las comisiones dispongan de información relevante para la supervisión de la ESG.
A la Comisión de Retribuciones se le adjudica vigilar los incentivos asociados a aspectos ESG. Y a la de Nombramientos, garantizar que la alta dirección está formada en esta materia.
Por su parte, a la Comisión de Auditoría le corresponde supervisar los desgloses ESG y los marcos de desglose, los riesgos financieros, los crecientes riesgos de cumplimiento legal/normativo y los datos. Y, probablemente, la solidez de los procesos de gestión del riesgo empresarial (ERM) de forma más general.
La clave del éxito es que todas esas comisiones deben actuar de forma coordinada. Se trata de compartir información, pero centrándose en estos tres factores:
Otro punto a tener en cuenta en materia de ESG es estar al tanto de las novedades fiscales a nivel global y entender que la fiscalidad es ahora un elemento importante de los factores sociales, medioambientales y de buen gobierno.
La Comisión de Auditoría, según el informe, debe velar por la integración de los factores ESG en la fiscalidad de la organización e impulsar lo que se ha llamado “transparencia fiscal”. Algo que afecta sensiblemente a la reputación. Es un cambio que piden los accionistas a la Comisión: supervisar cómo son las prácticas fiscales en cada país donde opera la compañía y cómo afectan también a las calificaciones de sostenibilidad.
Los auditores internos son el aliado más valioso de la Comisión de Auditoría. Por su rigor profesional y por la independencia y calidad de su valoración sobre riesgo y control. El informe de KPMG recomienda, en particular:
Por otro lado, en la agenda se debe evaluar cómo ha funcionado el auditor externo en el ejercicio anterior y establecer con él una comunicación fluida y sincera. Es interesante comprobar cómo impacta el modelo de trabajo híbrido o en remoto y cómo afectan a la calidad de la información financiera los riesgos geopolíticos, climáticos, de suministro o de volatilidad sufridos estos meses.
Lo hemos visto en los últimos tiempos. La falta de ejemplaridad y de ética, incluso un incumplimiento normativo, derivan en una crisis de reputación. Las organizaciones son cada vez más transparentes y el fallo puede producirse o dar la señal de alarma en cualquier eslabón de la cadena. La Comisión de Auditoría debe estar especialmente atenta a estos factores para asegurar el cumplimiento:
Deja un comentario