Las entidades financieras están en continua búsqueda de elementos diferenciadores con los que optimizar la gestión del riesgo asociado a la concesión de crédito, con el objetivo de que esto redunde en una mejora de la posición competitiva de sus productos y en el aumento de sus beneficios anuales. Uno de estos elementos diferenciadores son los modelos. Un concepto tan amplio que la propia definición suele ser motivo de estudio, análisis y debate interno, ya que alberga muchas aristas y pueden ser utilizados para diversos fines, tanto desde un área de marketing como un área contable.
Desde el punto de vista de la gestión de riesgo de crédito, los modelos más importantes son los utilizados en el cálculo de provisiones contables y de requerimientos mínimos de capital. El resultado de los primeros impacta en la cuenta anual de pérdidas y ganancias de las entidades y el de los segundos, en la solvencia y fortaleza de las mismas ante periodos de crisis.
La construcción de ambas tipologías de modelos está reglada por estrictas normativas de ámbito europeo que marcan las directrices y regulan el cumplimiento de los estándares a seguir para que estos modelos puedan ser utilizados. Esto quiere decir que las entidades no pueden calibrar sus modelos con absoluta libertad, si no que deben amoldarse a los reglamentos y guías publicados por las autoridades bancarias, asegurando así la comparabilidad, homogeneidad y el fair play entre todos los actores del negocio bancario.
Para asegurar que las entidades cumplen con la normativa, los reguladores europeos llevan a cabo inspecciones frecuentes sobre los modelos, obligando a las entidades a modificar y resolver los incumplimientos normativos que se encuentren, previa penalización en provisiones o en requerimientos de capital hasta que se resuelvan dichas desviaciones de la norma.
Los modelos regulatorios no son otra cosa que modelos matemáticos que surgen tras estudiar y catalogar el comportamiento histórico de los clientes de la entidad frente al incumplimiento.
La materia prima de los modelos es la información contenida en las bases de datos de la entidad. De ahí que cobre especial relevancia la cantidad y, sobre todo, la calidad de los datos históricos almacenados en los repositorios, ya que constituyen la base sobre la que se cimenta una correcta y eficaz diferenciación del riesgo de crédito.
Las entidades almacenan en sus bases de datos información muy valiosa sobre la capacidad de pago de los clientes y su tendencia al incumplimiento de las obligaciones financieras contraídas (default o mora), información que se utiliza para elaborar modelos de puntuación -empleados en la clasificación de los clientes- y también para calibrar modelos de PD (Probabilidad de Default o mora).
Por otro lado, una vez el cliente ha incumplido, las entidades también acumulan información sobre el resultado de las acciones recuperatorias que se inician tras el incumplimiento para reducir deuda del monto no pagado. Estos datos se emplean para elaborar modelos de LGD (Loss Given Default o Severidad de la pérdida).
Así pues, un modelo solo trata de analizar la información histórica de los clientes frente al impago, buscar las variables que discriminen y muevan ese comportamiento, diferenciarlo mediante segmentos o grupos homogéneos y heterogéneos entre sí y, en base a esto, predecir cómo se comportarán los clientes actuales de su cartera para provisionar o consumir capital en consecuencia.
Como se puede deducir de lo anterior, los modelos regulatorios no solo se pueden emplear para el cálculo de provisiones o requerimientos mínimos de capital. La información que reflejan también sirve para, por ejemplo, clasificar y categorizar a los clientes de cara a la decisión de concesión de créditos o préstamos (en función de la puntuación, mejor o peor, que arrojen los modelos). Así, también se puede ofrecer un tipo de interés mejor o peor según la probabilidad de default (modelo de PD) asociado a cada cliente según sus características.
La información de los modelos también puede emplearse para hacer seguimiento del perfil crediticio de la cartera: conocer si se está elevando el nivel de riesgo de crédito del porfolio de la Entidad o si las acciones encaminadas a aumentar la cartera de clientes están favoreciendo la concesión de crédito a mejores o peores clientes que los ya existentes.
Lo cierto es que los modelos constituyen un elemento clave en la gestión del riesgo de crédito de las entidades financieras, tanto por la información que contienen como por las posibilidades que ofrecen durante todo el ciclo de vida del riesgo.
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