La irrupción de las nuevas tecnologías, el data analytics y muchas otras tendencias emergentes en torno a la transformación digital han repercutido positivamente en la forma en la que vivimos, trabajamos e incluso también en cómo nos divertimos. Desde desarrollar nuevos y ágiles métodos de pago, hasta el acceso a realidades inmersivas. Los casos de uso continúan sorprendiendo hasta a los más escépticos, incluso aquellos que irónicamente consumen información en tiempo real por medio de un móvil inteligente.
Aunque la adopción de las nuevas tecnologías no es un fenómeno nuevo, no hay duda de que su ritmo se ha acelerado. Sin necesidad de remontarnos a la revolución industrial, podemos analizar concretamente, a modo ilustrativo, el boom de la informática de los 90. En esa década, observamos la consolidación de los ERP. Paquetes como JD Edwards, BAAN o SAP, revolucionaron la gestión de inventario, procesos de planificación y producción en fábricas, e incluso la propia contabilidad.
Por otro lado, presenciamos en primer plano el nacimiento de los HCM como PeopleSoft para la gestión de Nóminas y de RRHH. En segundo plano, observamos los CRM como Siebel o Navision asentando el camino hacia una gestión proactiva del cliente.
Hacia finales de la década, la gestión de TI también evolucionó. De un simple Help Desk, donde se registraban las consultas de usuarios, hacia un modelo más sofisticado de IT Service Management. En la actualidad, paquetes como ServiceNow nos permiten gestionar diversos procesos como el inventario de activos, altas y bajas de empleados e incidencias, entre otros.
El ritmo de adopción de la tecnología, tanto en los modelos B2B como en B2C, se ha visto acelerado en los últimos años por diversos factores, por ejemplo:
Sin embargo, entre las muchas historias de éxito sobre implantaciones de nuevas tecnologías, también podemos avistar fracasos. Tanto es así, que en Wikipedia se mantiene una lista de ejemplos notorios.
Ante esta pregunta no hay una única y absoluta respuesta. Tanto los riesgos no mitigados adecuadamente como los errores no identificados o corregidos a tiempo pueden florecer a lo largo del ciclo de vida de un proyecto o servicio. Por ejemplo:
Aun así, uno de los problemas más comunes es el denominado scope creep (en inglés), donde el alcance cambia sin control y subsecuentemente los beneficios esperados, el tiempo de entrega o el coste pueden verse impactados, dando pie a un conflicto entre el cliente y el proveedor.
Los desacuerdos o conflictos que pueden surgir con relación a tecnología tradicionalmente podrían haberse asociado a cuestiones de propiedad intelectual o patentes. Sin embargo, como ya hemos establecido anteriormente, con la rápida adopción de nuevas tecnologías y mayor externalización de servicios, observamos una creciente tendencia en conflictos relacionados con:
Estos conflictos pueden llegar a mediación o, en los peores casos, acabar resolviéndose por vía judicial o arbitral. Sin perjuicio de lo anterior, en cada una de estas situaciones, el rol del experto independiente, a menudo crucial, puede abarcar diferentes aspectos técnicos a lo largo de la preservación, adquisición y análisis de evidencias e incluso posteriormente, en la gestión, asesoramiento y resolución del conflicto. Por ejemplo:
Así pues, el rol que el experto independiente podría ejercer variará según el contexto del caso y la estrategia legal. En ocasiones, su intervención es aconsejable que sea en una etapa temprana con el ánimo de, igualmente, asistir en la toma de decisiones previas a las acciones legales. Independientemente de su rol, sus actividades siempre han de diseñarse y ejecutarse con objetividad tomando en cuenta el contexto del asunto, su experiencia y unos criterios sólidos de evaluación, así como fuentes de información fiables y contrastables.
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