La idea de que los consejos de administración deben estar pendientes de los impactos sociales y ambientales de sus compañías no es nueva. Ya en el primer código de gobierno moderno, el código Cadbury de comienzos de los años noventa, podía encontrarse alguna referencia a esta cuestión. Antes, incluso, de que el acrónimo ESG viera la luz. En España, las recomendaciones de buen gobierno recogen desde 2015 la expectativa de supervisión del consejo en cuestiones ESG o de sostenibilidad.
A lo largo de los diez últimos años he tenido la oportunidad de conversar en más de seiscientas ocasiones con consejeros de compañías españolas cotizadas. He notado algunos cambios que saltan a la vista. Tienen que ver, entre otros, con la creciente influencia de los consejeros independientes en la cultura de trabajo del Consejo de Administración. O con cómo ha cambiado el modo en el que el Consejo de Administración trabaja las cuestiones de estrategia. También es reseñable cómo las cuestiones de sostenibilidad o ESG han ganado peso en la agenda. Hace diez años, este asunto raramente aparecía en las conversaciones con los consejeros. Y hoy no las monopoliza, pero ocupa un tiempo material de las mismas.
Las conversaciones con los consejeros alrededor de este tema tienen dos ángulos. Quien más, quien menos tiene ya clara la teoría acerca de lo que el Consejo de Administración tiene que hacer en este ámbito. Y quien más o quien menos tiene clara la perspectiva del riesgo, el primero de estos dos ángulos. Me refiero a asegurar que la compañía cuenta con las políticas, procesos y controles para evitar sorpresas desagradables. Por ejemplo, que una agencia de calificación ESG otorgue una mala valoración a la compañía o que empeore la percepción de la compañía de un inversor, entre otras casuísticas…
Por otro lado, el segundo ángulo es, a mi modo de ver, las oportunidades de mejora que encontramos, sobre todo, en el paso de la teoría a la práctica. Se trata de asegurar, en definitiva, que el Consejo de Administración introduce en su programa de trabajo cuestiones relativas a la orientación, supervisión y control en materia ESG. Lo que nos lleva a pensar cuáles son específicamente esas tareas que se espera que el Consejo de Administración desempeñe. Esto es algo en lo que todavía un buen número de consejeros tienen dudas. Para aclararlas, resultan de enorme utilidad los estándares ESRS elaborados por EFRAG al hilo de la directiva europea de información sobre sostenibilidad.
Aunque se trata de una directiva de reporting, las compañías que quieran salir favorecidas en la foto tendrán que considerar implantar un buen número de políticas, procesos y controles. Algunos de ellos se refieren a cómo el Consejo de Administración trabaja las cuestiones ESG. Por ejemplo, deberán describir las competencias y capacidades del Consejo de Administración en materia de sostenibilidad. También, el trabajo que realiza en la fijación de objetivos o en cuanto a la supervisión del trabajo del equipo directivo.
Asimismo, será necesario divulgar más en detalle la información que se pone a disposición del Consejo de Administración en materia de sostenibilidad, los asuntos que han sido debatidos por el Consejo de Administración, los debates sobre la estrategia sostenible de la compañía o el input del propio Consejo de Administración en el proceso de identificación de los asuntos materiales de la compañía. De la lectura de los estándares se deducen no menos de diez tareas que van a exigir cambios concretos en el modo en el que los Consejos de Administración españoles tratan habitualmente estas cuestiones. Los secretarios del Consejo de las compañías españolas tienen ante sí la tarea de revisar la expectativa regulatoria que se recoge en los estándares ESRS frente a la práctica habitual del Consejo de Administración.
Un buen número de consejeros entiende también que existe una oportunidad de mejora asociada a la perspectiva de la sostenibilidad que tiene que ver con la oportunidad y no tanto con el riesgo. Es decir: el impacto en el negocio de los drivers de la sostenibilidad y las oportunidades para la compañía como consecuencia de los fondos públicos y privados invertidos en sostenibilidad. Los consejeros harán bien en incorporar esta cuestión a sus agendas.
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