El sector asegurador está trabajando en la implementación de la sostenibilidad, aunque en algunos casos sea con un enfoque “prudente”, en la medida en que quiere evitar las temidas acusaciones de greenwashing, los retrasos en algunas regulaciones, y debido a la falta de claridad y estándares en algunas materias. Sin embargo, cada vez son más compañías las que entienden que nunca tendrán una claridad completa en la regulación y los estándares, que el tiempo es limitado teniendo en cuenta la relevancia global del problema, y que deben avanzar con acciones concretas y tangibles.
Avanzar ahora, además, permite una mayor diferenciación y anticipación, y sin duda un primer feedback positivo de los supervisores, que están situando en sus planes de acción a futuro la supervisión de estas cuestiones, y ayudará a la evolución de la implementación actual en materia de sostenibilidad. Por último, el conocimiento diferencial de estas cuestiones ESG de una aseguradora, que ha sufrido en el pasado efectos en su siniestralidad, o que ha analizado con detalle estas cuestiones en su inversión, le permite avanzar más rápido cuando existe un foco claro en la compañía.
En este sentido, se plantean al menos dos cuestiones clave: La primera, más clásica, cómo las compañías pueden impulsar la sostenibilidad con acciones propias, por ejemplo en el ámbito de diseño de sus productos (ya sea con productos sostenibles o al menos con coberturas o características que promuevan ciertos criterios de sostenibilidad). Sin embargo, la segunda da lugar a nuevos interrogantes y requiere mayores avances: Cómo las compañías del sector asegurador pueden asociarse con terceros para que ayuden en esa transición a una economía más sostenible.
Regulaciones como el Reporting Corporativo de Sostenibilidad (CSRD), que las compañías de mayor tamaño deberán aplicar sobre su informe de 2024 (a publicar en 2025), o la Directiva de diligencia debida en materia de sostenibilidad (CSDDD, sobre la que el 1 de junio de 2023 se adoptó una posición común en el Parlamento Europeo, y que puede irse algo más allá en fechas), van a impulsar que la sostenibilidad vaya más allá de los “edificios” de las aseguradoras, y que el nivel de exigencia a la hora de trabajar con talleres, hospitales, grúas o call centers, por poner algunos ejemplos, se multiplique. De nuevo, el reporting exhaustivo que pide CSRD en proveedores y cadena de valor, antes incluso de que resulte de aplicación CSDDD, es una “costumbre” que indica que algunas acciones deben anticiparse si la compañía no quiere evidenciar un nivel de desarrollo menor que las expectativas del sector.
¿Qué deben hacer las compañías en su cadena de valor? Desde aplicar una visión estratégica y entender como la relación con sus proveedores pueden afectar al modelo de negocio de la aseguradora, y ayudar a cumplir los criterios de sostenibilidad, hasta un proceso de diligencia debida sobre los riesgos de sostenibilidad en su actividad y un proceso de diálogo efectivo que subsane las debilidades identificadas en plazos de tiempo razonables, o sino acabe en la selección de otros proveedores. Para ello, los procesos de evaluación deben ser objetivables y con niveles de exigencia lógicos y transparentes, integrando cuestiones medioambientales (actualmente más priorizadas), pero también sociales y de gobierno corporativo. La reputación de una compañía puede sufrir ante controversias de terceros, y lo hemos visto en el pasado, pero los nuevos impactos pueden venir asociados porque la compañía aseguradora se enfrente a exclusiones en el ámbito de inversión o seguros por no tener un control efectivo de su cadena de valor, porque sus KPIs no sean adecuados precisamente por cómo se comportan los terceros con los que se asocia, o porque su modelo de negocio no se considere sostenible en su conjunto y por tanto su solvencia financiera se ponga en duda por un nuevo motivo.
El análisis de las iniciativas de las compañías de sector asegurador permite observar que el movimiento, aunque está lejos de llegar a la meta, ha comenzado, y los espacios de colaboración entre entidades y proveedores no han dejado de incrementarse: Así, además de promover criterios de economía circular (en la sustitución de piezas), exigir planes net zero a proveedores (para garantizar el cumplimiento de la propia estrategia) o incentivar el uso de movilidad sostenible en terceros, las compañías se encuentran en una fase de investigación por encontrar iniciativas de interés en esta materia. Las compañías deben pensar de forma ambiciosa en esta relación, que en algunos casos tendrá que ver con proveedores directos, pero en otros casos indirectos, porque el impulso que conseguirá a través de iniciativas conjuntas será mayor que el que conseguiría por sí misma.
Aquellos productos más cercanos a servicios concretos y esenciales, como los ramos de salud, hogar, auto, o incluso servicios a empresa como agro u otras temáticas, darán lugar a mayores oportunidades de adaptación en la cadena de valor que sean “percibidas” por los clientes. En el ámbito de inversión, la transparencia a través de la “clasificación” de productos en base a etiquetados estándar (como los Artículos 8 y 9 de SFDR) se materializará en documentos a clientes, e incluso en el ámbito del asesoramiento, al cuestionar al cliente por la sostenibilidad, pero puede implicar a terceros por ejemplo si son estos los que gestionan los mandatos de las inversiones de la compañía aseguradora. En conclusión, múltiples focos de actuación, que requieren cierta coordinación global, donde la coherencia de la compañía entre sus compromisos propios y aquellos que piden a terceros es, evidentemente, clave.
Por terminar de cerrar el círculo, la gestión de los proveedores no está exenta de impactos, riesgos y oportunidades (IROs): Aquellos ejercicios que se realizan en el ámbito de la sostenibilidad complementan los sistemas de gestión de riesgos de proveedores, que actúan como una capa de control adicional, y están en línea con los requerimientos de control de externalizaciones que ya les exigen los supervisores a las aseguradoras. Sin embargo, la visión que deben buscar las compañías no es sólo la de exigencia y control, sino la de contribución conjunta, en muchos casos a objetivos comunes.
Las soluciones en el ámbito de la sostenibilidad no son únicas ni triviales, y por eso apostamos por programas de formación completos en los que podamos tratar las cuestiones con la profundidad que requieren: En cualquier caso, aquellas empresas que han pasado de buenas a extraordinarias a lo largo de la historia se han diferenciado siempre por pensar más allá del corto plazo, establecer relaciones duraderas en los entornos en que operaban, y no conformarse con soluciones estándares o mínimas. Siendo la sostenibilidad una cuestión no menor en el futuro de las compañías de cualquier sector, y acompañada de la regulación sectorial que ya vemos en el sector asegurador, convendría prestar atención a las acciones y productos propios, pero no obviar la relevancia de la capacidad de influir en terceros a través de la cadena de valor en sostenibilidad. Los reguladores e inversores lo tienen claro.
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