Hablar directamente con una máquina parecía algo reservado a las películas de ciencia ficción y más aún mantener una conversación fluida con una herramienta que maneja millones de datos más que un ser humano y los procesa en cuestión de segundos. Esta idea dejó de pertenecer al mundo de la ficción en el momento en el que se ha democratizado el uso de la Inteligencia Artificial Generativa, sin previo aviso aparente, abriendo una infinidad de posibilidades para los usuarios y también para las compañías. Ambas acompañadas de no menos riesgos y dudas, pues, aunque ya existe un acuerdo provisional sobre la propuesta relativa a normas armonizadas en materia de inteligencia artificial (IA), el conocido ‘Reglamento de Inteligencia Artificial’, aún se siguen perfilando los parámetros de uso de esta tecnología, así como en qué ámbitos podrá ser o no aplicable, su impacto legal y ético, cuáles serán sus consecuencias a nivel social y en la configuración del trabajo, o si es posible blindarse en materia de ciberseguridad ante ella. Se trata de un camino que tanto compañías como usuarios están empezando a explorar.
Inteligencia Artificial Generativa, ¿por qué hablamos hoy de ella?
Sin embargo, lo cierto es que esta nueva arquitectura se basa en enfoques que llevan décadas evolucionando hasta llegar a lo que hoy se conoce como inteligencia artificial generativa: una Inteligencia Artificial que utiliza modelos de aprendizaje automático para crear resultados completamente nuevos basados en un conjunto de entrenamiento. Y cuya novedad, “a diferencia de la naturaleza analítica estándar del resto de los sistemas de Inteligencia Artificial, reside en que permite que un algoritmo cree cosas nuevas desde el entrenamiento de los documentos que ha procesado”, tal y como señala Eva García San Luis, socia responsable de KPMG Lighthouse de KPMG en España.