En las últimas semanas proliferan los comentarios que anticipan una estabilización de los precios en base a la evolución de la inflación y los mercados parece que ya anticipan una primera reducción de tipos para el primer trimestre del 2024, aunque las principales voces del BCE hablan de final del primer semestre del 2024. Es evidente que todo esto dependerá de lo que suceda a nivel geopolítico y principalmente de lo que está sucediendo en las últimas semanas en el mar Rojo, que puede provocar de nuevo una situación de colapso de transporte marítimo y el encarecimiento de los precios tanto del petróleo como del resto de productos.
Haciendo un símil médico, se está sufriendo un gran problema de inflación, que es la peor enfermedad que puede sufrir una economía desarrollada y su tratamiento para esta situación macroeconómica es la subida de tipos, que es el tratamiento con mayor agresividad para la microeconomía. Sin ir más lejos, el tejido empresarial se está viendo altamente impactado por las presiones inflacionistas, ya que más la mitad de las empresas califica de “alto” el impacto que generará la inflación en sus estrategias de crecimiento, según los resultados del último sondeo de ‘Pulso empresarial’, realizado por KPMG y La Vanguardia.
Desde el punto de vista macroeconómico, con la estabilización de los precios, el problema parece solucionado en el corto plazo, pero realmente una estabilización es lo que la propia palabra indica, estabilización y no retrocesión o reducción de precios, con lo que si seguimos teniendo inflaciones interanuales por encima del 3%, sobre datos ya inflacionados en más del 10%, como es el caso de los precios de hace un año, podemos decir que aunque los principales síntomas de la enfermedad ya están desapareciendo, seguimos y seguiremos sufriendo los efectos secundarios de la enfermedad y su tratamiento. Siguiendo con el mismo ejemplo, cuando el sistema inmune de un cuerpo humano actúa para combatir una grave enfermedad o se ve afectado por un tratamiento muy agresivo, quedan secuelas que suelen manifestarse en ciertas enfermedades autoinmunes en las que el propio cuerpo reacciona contra el mismo.
Estas secuelas de un proceso inflacionista en las empresas van más allá del simple efecto del coste financiero por la subida de tipos que se lleva a cabo para combatir la inflación. El problema o enfermedad secundaria o autoinmune que estamos viendo en las empresas en las últimas semanas, tiene que ver con la dificultad de absorber la financiación de los crecimientos en ventas que supone un periodo inflacionista como el vivido en los últimos dos años.
El fuerte crecimiento de precios ha incrementado de manera desproporcionada la cifra de ingresos de muchas compañías, pero ojo, porque ese incremento en ventas en la mayoría de las compañías con subidas de precios defensivas no ha ido asociado a incremento en márgenes ni beneficios porque el incremento simplemente ha sido una repercusión de una subida previa de precios de compra y un “pass through” o traspase del incremento de coste normalmente con retraso temporal, con lo que nos estamos encontrando con compañías con fuertes incrementos de ventas que mantienen o incluso reducen significativamente sus márgenes y beneficios.
Este incremento tanto en ventas como en compras provocado por las subidas de precio en las compañías que no tienen autofinanciación (periodos medios de cobro inferiores a sus periodos medios de pago) ha provocado un incremento de la disposición de las líneas de circulante, tanto de compras como de ventas, llegando en muchos casos a topar los límites de esas líneas sin posibilidad de asumir crecimientos de ventas en volúmenes por falta de línea para financiar ese crecimiento. Si esta saturación de líneas lo unimos a la falta de incremento de beneficios asociado a lo comentado anteriormente y al importante efecto en resultados del coste de la deuda por la subida de los tipos, nos encontramos con compañías con líneas dispuestas al máximo y con dificultad para aumentar esas líneas por falta de resultados y deterioros de los rating internos en las entidades financieras y aseguradoras que otorgan esa financiación de circulante directa o indirecta como es el caso de las aseguradoras.
En los últimos meses estamos viendo muchas compañías con esta sintomatología y que en muchos casos han esperado en exceso en la búsqueda de ayuda pensando que no tenían ningún problema porque lo que necesitaban era simplemente acompañamiento en el crecimiento. En algunos casos, esta situación ha llevado a las compañías a asumir compromisos imposibles de cumplir con sus clientes por falta de financiación y a tensionar significativamente a sus proveedores retrasando pagos y a enquistar las líneas de circulante, cosa que solo agrava el problema y puede provocar su muerte en el medio plazo.
Esta enfermedad latente y silenciosa provocada por la inflación solo está afectando a las compañías que no son capaces de autofinanciarse, pero las compañías con autofinanciación deben ir con mucho cuidado con la gestión de los excesos de tesorería que la situación de inflación les ha provocado, porque el efecto riqueza que se genera por disponer de la financiación de los proveedores puede ser igual de peligroso que la “enfermedad autoinmune” explicada.
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