La pérdida gradual del uso del efectivo está ocasionando un crecimiento exponencial de los medios de pago electrónicos, que no han hecho más que expandirse y ganar influencia en plena era digital. No obstante, la emisión de una moneda digital en la Eurozona (por el momento en fase de preparación) suscita múltiples dudas al respecto. ¿Qué podría aportar a la población? ¿Acabaría sustituyendo al dinero físico? ¿Afectará a la seguridad de nuestro entorno? ¿Qué papel tendrán los agentes del sector financiero?
El impacto de la COVID-19 trajo consigo un fuerte impulso de la transformación digital, asentando hábitos y preferencias por canales digitales y acelerando nuevos modelos de consumo en toda la población, también las generaciones de mayor edad, anteriormente más reticentes. Esta tendencia, que continúa in crescendo, no solo está transformando el panorama social, sino también el entorno económico y financiero, impactando en los modelos de pago electrónicos, como las tarjetas o los pagos móviles. Sin ir más lejos, el 55% de los ciudadanos declara preferir las tarjetas y otros medios de pago electrónicos para realizar sus compras en comercios físicos, según un estudio del BCE sobre hábitos de pago a consumidores europeos.
Este cambio en los hábitos de consumo ha supuesto el punto de partida para la creación del euro digital, que supondría una nueva forma de pago digital emitida por el BCE. Aunque otra de las razones de peso tiene que ver con el ecosistema internacional y la rapidez con la que se están transformando digitalmente las economías. A este respecto, y como explica Francisco Uría, socio responsable global de Banca de KPMG, “Europa no quiere quedarse atrás respecto a otras potencias y es consciente de que la innovación tecnológica es un tren que no puede perder y que ya ha iniciado con retraso”, tal y como comentó durante el evento ‘El euro digital. CBDCs y su impacto en el sector financiero’, organizado por KPMG. Y es que, como definió el profesor de política comercial de la Universidad de Cornell, Eswar Prasa, lograr que la moneda esté disponible en un formato digital podría ser “un imperativo para Europa”.