La vigésimo novena cumbre del clima de Bakú terminó en la madrugada del domingo con un acuerdo en el tiempo de descuento tras 48 horas de tensas negociaciones. Como podíamos prever, este acuerdo ha decepcionado a muchos, principalmente a los países en desarrollo, que lo categorizan de muy poco ambicioso. Y así lo manifestó António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, que, si bien ha celebrado el acuerdo y lo ha definido como una buena “base”, en su declaración tras conocerse el texto definitivo manifestaba que “había esperado un resultado más ambicioso, tanto en materia financiera como de mitigación”.
Es cierto que se ha logrado alcanzar un acuerdo en lo que respecta a los mercados de carbono internacionales, con la aprobación del artículo 6.2 y 6.4 del Acuerdo de París tras nueve años de negociación, y se ha establecido el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado sobre Financiación Climática, (NCQG, por sus siglas en inglés), pero podemos considerar que los resultados de la cumbre han sido insuficientes al no producirse grandes avances en mitigación, adaptación y transición justa.
El nuevo objetivo de financiación acordado en Bakú nos lleva a triplicar la financiación climática de los países desarrollados hacia los países en desarrollo, pasando de los 100.000 millones de dólares anuales acordados en 2009, a 300.000 millones de dólares anuales para 2035. Se establece que esta financiación procederá no solo de fuentes públicas, sino también de fuentes privadas, bilaterales y multilaterales, y se hace un llamamiento a la contribución voluntaria de países en desarrollo.
Este nuevo objetivo de financiación ayudará a la implementación de las nuevas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (que recordamos son los planes climáticos nacionales establecidos para lograr alcanzar el objetivo 1,5º del Acuerdo de París) y los planes nacionales de adaptación, debiendo ayudar a ampliar y acelerar la ambición.
Si bien se puede considerar un paso adelante, se queda muy lejos de las necesidades de financiación reportadas por los países en desarrollo en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional. Según se indica en el tercer párrafo de la decisión, estas necesidades ascienden a entre 5,1-6,8 trillones de dólares hasta 2030 en mitigación y entre 215-387 billones de dólares anules hasta 2030 en adaptación.
Es por ello por lo que, en la decisión alcanzada se hace un llamamiento a un esfuerzo colectivo para trabajar conjuntamente para aumentar este objetivo hasta 1,3 trillones de dólares al año para 2035. Para ello, se decide poner en marcha la “Hoja de ruta de Bakú a Belém hacia 1,3 T”.
Durante las dos semanas de la cumbre se ha hablado mucho sobre el gap existente entre necesidades de financiación y al acceso a la misma (especialmente en materia de adaptación), y así ha quedado reflejado en el acuerdo alcanzado. El texto señala que hay capital suficiente a nivel mundial para cerrar esta brecha, pero siguen existiendo barreras para hacer fluir el capital a la acción climática.
Se reitera la importancia de reformar la arquitectura financiera multilateral para eliminar las barreras que dificultan el acceso a la financiación climática por parte de los países en desarrollo, tales como elevados costos de capital, limitado espacio fiscal, niveles de deuda insostenible, elevados costos de transición, engorrosos procesos de solicitud o condicionales para acceder a la financiación. Además, se pone de manifiesto la necesidad de seguir trabajando para triplicar el acceso a capital en 2030 respecto a los niveles de 2022.
Resaltar, por último, que la decisión también pone el foco en la transparencia sobre los progresos colectivos logrados en relación con este nuevo objetivo de financiación climática, solicitando al Comité Permanente de Finanzas que prepare un informe bianual, a partir de 2028, y a los países desarrollados que proporcionen información transparente sobre el apoyo proporcionado a los países en desarrollo también cada 2 años.
Tras casi una década de negociaciones, en Bakú alcanzamos un hito histórico con el acuerdo del artículo 6.2 y 6.4 del Acuerdo de París, que establecen las bases del funcionamiento de los mercados internacionales de carbono, la operativa de transferencia de reducciones de emisiones entre países y el establecimiento de un mecanismo de créditos de carbono.
El artículo 6.2 establece las bases del comercio de créditos de carbono entre países para el cumplimento de sus planes nacionales de clima, así como para el funcionamiento de los registros de seguimiento, que garantizarán por adelantado la integridad de los créditos comercializados. Este acuerdo llega en un momento clave en el que los países podrán considerarlo en las actualizaciones de su Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional.
Por otro lado, el artículo 6.4 marca las normas de un mercado voluntario de carbono internacional bajo la supervisión de la Naciones Unidas y ajustado a la ciencia. La ONU, una vez más, velará por la calidad de los créditos comercializados garantizando la protección de medio ambiente y los derechos humanos. En este acuerdo también se ha despejado una duda que se planteaba desde hace tiempo, y es que solo los proyectos de reforestación y aforestación actualmente registrados bajo el mecanismo de desarrollo limpio (Clean Development Mechanism, como se conoce en inglés) podrán pasar a formar parte del mercado definido por el artículo 6.4.
En Bakú nos hemos llevado varias decepciones, y es que, si bien hemos conseguido acuerdos relevantes en materia de financiación y mercados de carbono internacionales, los progresos en mitigación, adaptación y transición justa han brillado por su ausencia.
Mitigación – solo 2 países del G20, Reino Unido y Brasil, comunicaron que ampliarán su nivel de ambición en sus nuevas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional. Además, en esta COP29 no se conseguido ningún avance en aumentar la ambición del abandono de los combustibles fósiles, materia de vital importancia para conseguir alcanzar el objetivo 1,5º del Acuerdo de París.
Adaptación – el debate se ha centrado en materia de financiación, pero la adaptación este año ha tenido un papel secundario en la cumbre.
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