En un contexto de tensión geopolítica, conflictos bélicos y comunidades sufriendo cada vez más los impactos del cambio climático, da comienzo la vigésimo novena cumbre del clima (COP29) en Bakú, donde se dan cita lideres gubernamentales, científicos, empresas y sociedad civil para seguir trabajando en mantener vivo el objetivo 1,5º del Acuerdo de París. La presidencia de la COP29 adelantaba antes del verano que tenía dos objetivos claros para esta cumbre, permitir la acción y aumentar la ambición.
Esta COP29 ya ha sido bautizada por muchos como “La cumbre de las finanzas”. Y es que este año se pondrá el foco en establecer los mecanismos para liberar la financiación necesaria para que los países en desarrollo puedan hacer frente a la crisis climática. Pero sin olvidarnos de que tenemos que seguir avanzando en ambición, adaptación y mitigación si queremos que las próximas generaciones puedan tener una vida tal como la conocemos actualmente.
Uno de los principales temas en los que se trabajará en esta cumbre será la definición de un Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG por sus siglas en inglés) de financiación climática más ambicioso que el actual.
Recordemos que en 2009, en la COP de Copenhague, se estableció el actual objetivo de financiación, en el que los países en desarrollo se comprometían a contribuir con 100.000 M$ al año al Fondo Verde por el Clima, de manera que hubiera un flujo real de capital para la acción climática en los países en desarrollo.
De cara al nuevo objetivo, aún hay muchas dudas que se pretenden despejar durante las negociaciones de estas dos semanas, pero lo que sí sabemos es que:
Por otro lado, también hay que recordar que en Dubái se llegaron a diferentes acuerdos relevantes en materia de transición energética como resultado de la llamada a la acción del primer Balance Mundial del Acuerdo de París, donde se ponía de manifiesto que seguíamos sin estar en línea de cumplir con el objetivo 1,5º del Acuerdo de París y que deberíamos trabajar de manera colectiva y urgente en mitigación, con el objetivo de alcanzar el pico de emisiones mundiales en 2025. En esta línea de trabajo, se acordó en 2023 triplicar a nivel mundial la capacidad de energía renovables y duplicar la eficiencia energética para 2030, e iniciar el camino para el abandono de los combustibles fósiles.
Y, en Bakú, el principal objetivo en materia de transición energética será el de establecer las bases para dar seguimiento a los compromisos adquiridos el año pasado y asegurar que se cumplen. Porque es vital transformar los sistemas energéticos mundiales de forma que sea posible mantener la temperatura en 1,5º a finales de siglo y limitar, de esta manera, los impactos del cambio climático sobre la economía y la sociedad.
Los planes nacionales de acción climática (NDC por sus siglas inglés) son los compromisos adquiridos por las partes firmante del Acuerdo de París para reducir sus emisiones a nivel nacional y adaptarse a los impactos del cambio climáticos.
Las partes deben actualizar estos planes cada 5 años, y si bien la próxima actualización se debe realizar en 2025, las partes deben presentarlos con una antelación de entre 9 y 12 meses. Es por ello que se espera que, durante la cumbre del clima en Bakú, se presenten nuevos planes más ambiciosos y que garanticen el alineamiento de las partes con el objetivo de París.
Según el último análisis de la ONU, los planes actuales nos llevarían a unas emisiones a nivel mundial un 8,3% superiores en 2030 respecto a 2010, cuando realmente necesitaríamos una reducción del 45% para limitar los potenciales impactos del cambio climático. Y es que, con los planes actuales, estaríamos hablando de acabar el siglo con un aumento de temperatura de entre 2,6º y 3,1º, muy alejados del objetivo marcado de 1,5º.
Cuando hablamos de cómo se van a regular los mercados internacionales de carbono, según el Artículo 6 de Acuerdado de París, estamos hablando del gran elefante en la habitación. Actualmente se trata del único punto que aún sigue pendiente dentro del conocido como Libro de Reglas del Acuerdo de París, lo que pone de manifiesto el gran reto al que nos enfrentamos en esta cumbre.
Si bien el año pasado en la COP28 de Dubái no se pudo conseguir avances en esta materia, este año se espera que veamos algo de luz al respecto. El debate se centrará en cómo articular estos mercados de carbono internacional que permitirán, por un lado, la cooperación internacional entre países para la consecución de sus objetivos de reducción de emisiones a nivel nacional y, por otro, crear un mercado internacional voluntario bajo la supervisión de Naciones Unidas.
Por todo ello, un año más, nos enfrentamos a una cumbre llena de retos para la construcción de un futuro más sostenible en un momento en el que es más urgente que nunca actuar.
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