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Si lo más ‘común’ cuando uno crece en una familia de empresarios es estar envuelto en las conversaciones en torno a la empresa desde que tiene uso de razón y, al cabo de unos años, incorporarse al proyecto, ¿qué pasa cuando uno crece al margen de todo ello? Es el caso de Curro Bautista, secretario general y del consejo de Bergé (su empresa familiar), quien también es vicepresidente del Fórum Familiar. “Todo el mundo tiene su historia con su empresa familiar y mucha gente te cuenta que estaba presente en sus conversaciones en las reuniones familiares de los domingos, pero yo esa realidad con mi empresa familiar no la he vivido porque ni mi padre ni mi madre trabajaban en ella”.
En el segundo episodio del podcast ‘Los que dejarán Huella’, un proyecto de KPMG junto al Fórum Familiar, que nace del deseo de mirar al futuro de las empresas familiares de nuestro país a través de la generación más joven, Curro Bautista comparte su historia, desde sus primeros pasos, sus inquietudes y miedos, hasta el futuro que esperar construir. Y es que, aunque él mismo afirma que nunca se había imaginado formando parte de Bergé, hubo una figura que fue determinante para él y quien, unos años más tarde, le haría cambiar de opinión.
Para Curro Bautista, las empresas no existen como tal: son las personas las que les dan vida, quienes las hacen ser lo que son. Y, para él, su empresa familiar estuvo representada siempre por su tío: “mi relación con la empresa familiar la he vivido a través de mi tío, Pedro Enciso, que fue secretario general muchos años, también fue mi predecesor, luego vicepresidente, y, además, fue quien me fichó”, cuenta Curro Bautista. Y es que, con una carrera de abogacía a sus espaldas y un presente y futuro prometedor en despachos de abogados, a Curro Bautista le llegó la oportunidad de unirse a Bergé a través de él.
“Un día Pedro me dijo que había una oportunidad en asesoría jurídica de Bergé, reportando al director, pero que entendía que no la aceptara porque podía ser un retroceso en mi carrera”, recuerda Curro. Sin embargo, en ese momento algo cambió: “Aunque nunca había pensado en unirme a Bergé, lo cierto es que, en cuanto escuché a Pedro, tampoco pensé en decirle que no. Fue un acto de fe, soy consciente, porque mi carrera, mi máster y mi experiencia como fiscalista dejaban de estar en el centro. Pero saber que iba a trabajar con alguien a quien admiraba tanto, fue decisivo para aceptar el cambio”, añade Curro.
Y ese fue solo el comienzo porque, a partir de su unión a Bergé, Curro Bautista comenzó a formar parte de un entorno que le abrió un mundo de posibilidades y, sobre todo, grandes historias con las que se empezó a sentir identificado. Concretamente, de esos encuentros y formaciones con otros empresarios familiares, “comprendí que cada empresa tiene sus problemas. Pero si lo elevas un poco, todos son muy parecidos. Pero, cuando tienes la ocasión de compartir en un foro así, tú también tienes que estar dispuesto a exponerte. Porque, además del contenido académico, lo que de verdad valoras es juntarte con personas con las que te puedes sentir identificado”, destaca Curro Bautista.
Pero no solo de puertas para adentro es enriquecedor poner en común las historias y aprendizajes de los empresarios familiares, también lo es hacerlo de cara a otros grupos de interés. Ser más abiertos y proactivos a la hora de acercar la labor de la empresa familiar, de su espíritu y también de quienes hay detrás de las compañías. Y eso es algo que tiene muy presente Curro Bautista y que, además, aplica en su día a día.
“Yo creo que la empresa familiar es fundamental para España y su tejido productivo. Podemos decir muchos números, pero es una comunicación sin alma. Y las empresas familiares nos caracterizamos por tener una visión a largo plazo, con propósito. Pero si solo lo decimos y no lo enseñamos, no es más que un eslogan”, sostiene Curro Bautista.
Sobre todo, esta labor es especialmente relevante también “para vencer algunos clichés que se han construido en torno a nuestra figura”. No es ningún secreto que siga habiendo una dicotomía entre el emprendedor y el empresario. Mientras que el primero se percibe como una persona valiente e innovadora, que “mola” y con quien todo el mundo quiere trabajar, la percepción del segundo es todo lo contrario. Por eso, “tenemos que explicar que el empresario es un emprendedor que ha triunfado y que las empresas familiares no somos empresas rancias y antiguas, sino que también ‘molamos’”.
De hecho, para Curro Bautista, esa imagen de las empresas familiares como antiguas, conservadoras o poco innovadoras está muy alejada de la realidad. “Las empresas familiares que perduran en el tiempo es porque han sabido innovar. Creo que tus valores y el legado, lejos de ser un freno, son un estímulo. Sobre todo, si en tu legado está el espíritu emprendedor. En mi caso, si echo la vista atrás, es muy inspiracional el momento en el que el Consejo de Administración de Bergé, en la España de principios de los 80, decide apostar por importar y distribuir coches japoneses. Esa gente sí fue innovadora. Y ese espíritu es el que mantenemos hoy y mantendremos”, asegura.
De hecho, sobre la base de que “el legado es un activo y lo que tiene que hacer es sumarte”, recuerda Curro Bautista cómo el valor de la palabra es para él una de las señas de identidad a la que Bergé siempre ha sido fiel, junto al espíritu emprendedor. La historia que mejor refleja esta seña de identidad y que comparte como propia es cuando al finalizar un negocio en el antiguo Sáhara español, desde Bergé no pararon de buscar al que era su socio para entregarle su parte de la compensación que recibieron años después. Pese al tiempo transcurrido, era más importante honrar esa palabra.
Para Curro Bautista, esta es la base que, posteriormente, ha permitido a Bergé ser firme por complejo que resultase el contexto. Echando la vista atrás a uno de los momentos más complejos de la compañía, en la crisis económica de 2008, con la situación de su participadav Isofotón, comenta orgulloso cómo podían haberse dado momentos en los que existiera la tentación de no ser fieles a su palabra. “Pero el valor de la palabra, en lugar de ponerlo de lado, decidimos honrarlo. Y esto es algo que yo tengo muy grabado a día de hoy”, sostiene.
Si se habla de futuro, es imperativo hablar de jóvenes. No hay nada que represente el devenir mejor que ellos. Y, sin embargo, hay grandes interrogantes en torno a sus prioridades, a cómo acercarse a ellos, cómo hacerles sentir parte de un proyecto ilusionante. Y este es un reto importante también para las compañías pues, sin ellos, no hay futuro.
Y, “aunque sigue habiendo quien piensa que toda generación que viene después es peor que la suya”, para Curro Bautista hay cosas que los jóvenes tienen muy claro y que van en la buena dirección. “Hay dinámicas que en el mercado laboral del futuro no tendrían que ser iguales, como el presentismo, el pensar que trabajas más si trabajas más horas, etc. Todo eso era normal en el mundo laboral en el que yo crecí, donde tenías que ser una especie de ‘legionario’ dispuesto a dejarte la sangre en el campo de batalla por la empresa. Y, ante eso, la próxima generación, que antepone su vida personal, que se preocupa por su salud, por su ocio y que no quiere dar la vida por la empresa, seguramente tenga más razón que nosotros”.
Pero, añade, “sea como sea, ese es el talento que hay ahora y que hay que capturar”. La pregunta es ‘cómo’. Y Curro Bautista tiene clara la respuesta: “creo que el compromiso te lo da tener un proyecto que te ilusione. Y el reto de las empresas familiares, donde tradicionalmente la gente entra y permanece en ella muchos años, es que se queden. El reto es saber trasladarles que las empresas familiares no somos dinosaurios y que sabemos ser transformadores, innovadores y, además, tenemos un propósito. Y, después de esto, tenemos que ser capaces de transmitir que el proyecto va a ser ilusionante el año 1, el 4 o el 18, como es mi caso”.
Precisamente ese es también un reto que asume en primera persona, aunque también siendo consciente de que, en empresas tan antiguas y con un accionariado tan amplio, el liderazgo debe ser compartido entre varias personas: el ser capaz de hacer ilusionante el proyecto a las próximas generaciones y que estas quieran darle continuidad. “Me gustaría ser capaz de contribuir a que llegue la sexta generación”, sostiene, consciente de la complejidad. Otra ambición pasa por “ser capaz de mantener unida a la siguiente generación de accionistas, recogiendo el legado de Pedro” y, por supuesto “no perder nunca nuestro espíritu emprendedor”. Este último punto es clave para Curro Bautista ya que, en su opinión, es la base para un futuro sólido. “Cada generación de la familia empresaria tiene su reto emprendedor, y tiene que hacer los cambios necesarios para que la empresa pueda seguir. Y yo quiero contribuir a cambiar lo que sea necesario en Bergé para que pueda continuar”, concluye.
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