El ‘boom tecnológico’ de Internet, su conectividad global y su complejidad interactiva son tres de las armas indispensables que los hackers esgrimen y usan para gestar sus sabotajes online y que se ceban, de forma sistemática, contra el estamento de las empresas y las finanzas.
El ciberespionaje, en sus múltiples variantes –entre los que se halla el ciberataque, su versión más peligrosa–, tiene razones más que fundadas para justificar su peligrosidad. Más de la mitad de los mercados de valores del planeta (el 53%) tuvo que hacer frente, en 2012, a inmersiones informáticas enemigas.
El terreno privado apuesta por la configuración de comités de seguridad y de análisis de riesgos en materia de propiedad intelectual, suplantación de identidad, daño reputacional, fraude electrónico, pérdida de clientes o impacto físico, de actos de robo o fuga de información en las empresas.
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