Innovar para no quedarse atrás. El mantra que rige la estrategia empresarial en los últimos años ha calado en la empresa familiar: el 86% de las empresas familiares tiene previsto invertir en innovación y tecnología a lo largo del año que viene, según pone de manifiesto el VII Barómetro de la Empresa Familiar elaborado por KPMG.
El objetivo es acelerar el crecimiento a partir de la innovación, una cuestión que se sitúa entre las tres grandes prioridades de la empresa familiar española (32%). Prueba de ello es que, desde el punto de vista organizativo, el 42% de los directivos considera la innovación estratégica y crítica para el desarrollo del negocio.
Las cifras ponen de manifiesto cómo la apuesta por la innovación gana puestos en la agenda de los directivos, pero también que esta prioridad va más allá de la estrategia y necesita de un activo imprescindible: el talento. Atraer y retener personas con las habilidades necesarias para desarrollar nuevas funciones es una tarea compleja. De hecho, más de la mitad de los empresarios familiares a nivel europeo identifican la disputa por el talento como una de sus tres mayores preocupaciones.
En concreto, el 38% de los directivos españoles reconoce encontrarse con dificultades a la hora de reclutar los perfiles profesionales más demandados. La cifra asciende al 53% en Europa, donde la guerra por el talento se sitúa en primera posición por primera vez, desplazando otras preocupaciones como la creciente competencia.
“El talento en la economía digital presenta una alta demanda pero una oferta baja”, explica Ramón Pueyo, socio responsable de Empresa Familiar de KPMG en España, que valora de forma positiva el enfoque creativo por el que están apostando los directivos del sector. El objetivo pasa por diferenciarse de compañías más grandes y tecnológicas, más posicionadas en un principio como empleadoras de referencia.
Para ello, es necesario poner en valor las fortalezas de la empresa familiar, en especial su vocación de continuidad y visión a largo plazo. Unos aspectos que se reflejan en la confianza de la sociedad hacia este tipo de compañías: el 75% de la población confía más en los negocios familiares más que en los que no lo son y el 54% preferiría trabajar en una empresa familiar, según los resultados del Barómetro de la Confianza de Edelman 2017.
“La empresa familiar consta de una vocación de sostenibilidad, de crecimiento y de visión a largo plazo que hay que poner en valor para convertirse en la mejor empresa en la que trabajar”, sostiene Ramón Pueyo. Por ello, sus directivos optan por una estrategia que va más allá de las estrategias de retribución, con paquetes exclusivos e incentivos, que también se incluyen.
De este modo, la empresa familiar pone en primer plano cuestiones como el mayor compromiso con sus valores, la pertenencia de marca, el arraigo con la localidad en la que nació y la vocación de devolver a la sociedad parte de lo recibido. “La empresa familiar valora la retención de empleados, que acaban formando parte de la familia. Se invierte en formación y se fomenta la promoción interna de sus profesionales”, asegura Ramón Pueyo.
Otro aspecto relevante es la estabilidad: la vocación de sobrevivir a varias generaciones implica establecer objetivos en plazos realistas. Como consecuencia, la retribución variable a sus empleados suele tener en cuenta no solo el rendimiento personal a corto plazo sino la creación de valor a largo plazo.
De este modo, la empresa familiar ha hecho una clara apuesta por el talento y la transformación, consciente de que el mayor reto en la actualidad no es solo innovar, sino hacerlo con la suficiente rapidez. “Para innovar con éxito, es necesario disponer de una estrategia clara y adecuada, que ordene y dirija el proceso de cambio”, subraya Ramón Pueyo.
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