El pasado viernes 18 de enero celebramos en Madrid la III Jornada Ibérica de la Energía, organizada por la Cámara de Comercio Hispano Portuguesa y KPMG con intervenciones del comisario europeo, el ministro de Medio Ambiente y de Transición Energética de Portugal y el secretario de Estado de Energía de España. En las tres mesas redondas de debate participaron además los principales ejecutivos de la industria en España y Portugal.
Las conclusiones de la jornada fueron claras: la transición energética ibérica está en marcha, existe una voluntad política clara para seguir impulsándola alcanzando los objetivos europeos a 2030 y 2050, pero esta transición debe gestionarse con criterios de eficiencia económica para asegurar su éxito.
Tanto el comisario europeo como los responsables de los dos Gobiernos recalcaron en efecto la determinación y liderazgo de la Unión Europea en la lucha contra el cambio climático, de la que ha sido pionera ya desde la firma del Protocolo de Kioto. Esta voluntad política está anclada no solo en el convencimiento de que la transición energética es indispensable para la supervivencia humana sino además en los beneficios que puede aportar en términos de crecimiento económico y estabilidad geoestratégica.
Los representantes de las empresas, operadores y asociaciones del sector expresaron su optimismo en general sobre la posibilidad de alcanzar los objetivos europeos a pesar de que el reto es enorme: llegar en 2030 a un 40% de reducción de emisiones, un 32% de penetración de renovables y 32,5% de mejora de la eficiencia y a la práctica descarbonización de la economía en 2050. Las buenas noticias son que existe capital disponible para acometer estos cambios, que la inversión vuelve a fluir al sector (especialmente en el terreno de las renovables) y que nuestras instituciones y empresas energéticas ibéricas están más fuertes que nunca. Los tres sectores –electricidad, gas natural e hidrocarburos líquidos– tienen capacidad y recursos para aportar en el proceso de descarbonización.
En el debate se llamó la atención sobre la importancia creciente de que la transición energética se haga con criterios de eficiencia económica para amortiguar su impacto sobre el consumidor y sobre la economía en general. Esto se debería plasmar en cuatro principios clave a futuro. El primero es el de la racionalidad económica a la hora de desarrollar nuevas infraestructuras clave para la transición energética, como por ejemplo las nuevas interconexiones con Europa. El segundo, la importancia de asegurar la seguridad de suministro en un sistema cada vez más dependiente de las renovables, a través de mecanismos de remuneración adecuados al almacenamiento, la gestión de la demanda y la potencia de respaldo. El tercero, el de la neutralidad tecnológica a la hora de incentivar la reducción de emisiones en un entorno de rápidos avances tecnológicos. Y en cuarto lugar, la importancia de apoyarse en mecanismos de mercado para la transición energética, ya que como puso de manifiesto un reciente estudio de KPMG en España, disponemos de medidas coste-eficientes para con cubrir con creces los objetivos de descarbonización a 2030.
Esta jornada puso por tanto de manifiesto el creciente consenso a ambos lados de la frontera para lograr una transición energética compatible con el desarrollo económico en la península ibérica.
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