Los bancos publican en estos días sus resultados del año 2018. A pesar de las diferencias existentes entre ellos, y del efecto que produce la contribución de su negocio en otras geografías para aquellas entidades más internacionalizadas, en algunos casos relevantes, podemos encontrar algunos rasgos comunes.
En general, los bancos siguen avanzando en solvencia y en calidad de su balance, gracias a los esfuerzos realizados en los últimos años en la venta de activos deteriorados o NPLs, su continua reestructuración y el esfuerzo de recapitalización. El sector se encuentra, sin duda, en mejor situación que en el pasado a la hora de afrontar cualquier escenario adverso o menos favorable.
Los resultados son, en general, positivos aunque el signo de la política monetaria sigue presionando el margen en el negocio bancario. En todo caso, continúa la mejoría observada en años anteriores, sobre todo en el negocio en España.
La recuperación de la economía española, junto con la relevante creación de empleo que se ha producido en los últimos años, ha tenido un efecto benéfico para los bancos españoles en forma de reducción de la morosidad, lo que lógicamente ha sido positivo para sus cuentas de resultados.
En sentido contrario, se han producido impactos en la cuenta de resultados de algunos bancos derivados de los costes de integración con otras entidades, de procesos internos de reestructuración o de la venta de carteras de NPLs, en función, en este último caso, de su valoración y nivel de provisiones previo a la transacción y del precio finalmente pagado. Da la sensación de que los mercados no valoran lo suficiente que todos esos impactos de hoy tendrán efectos muy positivos a medio y largo plazo.
La mala noticia para los bancos es que, aunque ello pueda contribuir a la mejora de la morosidad, parece posible que en 2019 tampoco se produzca la esperada subida de los tipos de interés, con lo que su margen financiero seguirá siendo estrecho y se mantendrá la presión sobre la cuenta de resultados.
En efecto, la desaceleración del crecimiento económico en todo el mundo, debida a causas diversas, ha provocado ya una ralentización en el ritmo de normalización de la política monetaria de la Reserva Federal, y las últimas señales procedentes del BCE permiten entender que, también en su caso, y a la vista de la situación económica en Europa, se tomarán algo más de tiempo en el proceso de normalización y subida de los tipos.
En este contexto, los bancos no tendrán otro remedio que seguir apostando por estrategias que les permitan mejorar en lo posible su cuenta de ingresos y, al mismo tiempo, perseverar en la senda de la reducción de costes, con lo que ello implica en términos de empleados y oficinas. Se encuentran en una situación en la que la mejora de sus cuentas de resultados tiene más que ver con lo que pueden hacer con sus gastos y costes que lo que pueden conseguir en el lado de los ingresos.
Las grandes inversiones que todos los bancos están realizando en el apartado tecnológico y digital, que lógicamente inciden también sobre sus costes y, por ende, sus cuentas de resultados, no están teniendo todavía el efecto deseado en términos de mejora de la rentabilidad y la eficiencia lo que contribuye también a restar brillo a sus cuentas de resultados.
En este sentido, no parece que el año 2019 vaya a traer demasiadas buenas noticias. Seguramente los bancos se conformarán con que no sean malas.
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