¿Emplea Compliance tecnología subóptima?

Estamos acostumbrados a utilizar teclados en nuestros dispositivos. Son normalmente teclados normalizados QWERTY, denominación que obedece a las seis primeras letras que figuran en su línea superior alfabética. Este orden fue patentado en 1870 por Christopher Latham Sholes, que transmitió más tarde los derechos sobre una máquina de escribir a E. Remington & Sons, disfrutando desde entonces de gran difusión.

Llama la atención que las vocales más frecuentes en lengua inglesa, que son son la “e” y la “i”, se localicen en la línea superior de teclas, cuando su posición eficiente sería en la línea intermedia, justo donde reposan los dedos. Esto provoca necesariamente una ralentización de la escritura y, por eso, los records de velocidad mecanográfica se consiguen con teclados DSK (de Dvorak Simplified Keyboard, que no adolecen de esta ineficiencia. Los teclados QWERTY son un buen ejemplo de tecnología subóptima, que, a pesar de su empleo generalizado, no es la más eficiente.

En ocasiones, la tecnología subóptima nos resulta provechosa aunque no sea la más vanguardista. Suele acontecer cuando su empleo es generalizado, de modo que cualquier otra propuesta puede ser inicialmente cuestionada o implicar un esfuerzo de introducción desmedido en comparación con la mejora que aporta. En materia de control y gestión de riesgos es habitual referirse a la doctrina de las tres líneas de defensa asumida hasta por COSO, cuando existen voces críticas con esa aproximación e incluso se habla de la teoría de las cuatro y hasta de las cinco líneas de defensa. Quién sabe si alguna de estas aproximaciones es realmente más eficaz y se consolidará en el futuro, momento en que quedará patente que estuvimos utilizando durante un tiempo tecnología subóptima.


 

Las entidades de normalización, tanto nacionales (UNE en España) como internacionales (ISO), pretenden fijar un lenguaje de comunicación común en determinadas materias, para lo cual es indispensable lograr un grado de consenso razonable entre los grupos de interés y países afectados. Esto obliga a recurrir a conceptos y aproximaciones de aceptación general, normalmente por estar contratastadas y hallarse fuera de debate. Sin embargo, esto no implica necesariamente que sean las más avanzadas. Son, sencillamente, las más probadas y reconocidas.

Este entendimiento afecta a los estándares de Compliance más modernos, como los de ISO y los de UNE, que contemplan prácticas muy afianzadas, evitando planteamientos sin arraigo general y, por lo tanto, cuestionables. Para establecer un lenguaje de comunicación común en Compliance es indispensable recurrir a prácticas cuya adecuación no sea controvertida, lo cual casa mal con acercamientos audaces pero no consolidados.

Esto no significa que los estándares de Compliance, tanto nacionales como internacionales, sean dinosaurios: las entidades de normalización articulan procedimientos periódicos de revisión de sus normas, de modo que incorporen novedades que no eran generalmente aceptadas en el momento de su publicación. Esto se está produciendo, por ejemplo, con el estándar ISO 19600 sobre Compliance Management Systems, en actual estado de repaso.

Por todo ello, podemos decir que los estándares que nacen de procesos de normalización nacional o internacional tal vez no sean los más avanzados, pero sí los que incorporan el estado del arte menos discutido. Y esto no sólo es extremadamente útil para establecer modelos de Compliance razonables, sino también a la hora de avalar la diligencia debida de las organizaciones, sus administrados y equipos de gobierno. Cuestionar la razonabilidad de los medios que dispuso la organización para evitar una irregularidad concreta de Compliance o mitigar sus efectos nocivos es una aproximación habitual en una entrevista forense, según explico en el Video número 2 de la Serie donde trato este tipo de situaciones.

Por cierto, el motivo por el que Christopher Latham Sholes distribuyó de manera poco eficiente las letras en su teclado no obedece a un error: en una máquina de escribir donde las teclas impulsaban palancas que golpeaban los caracteres sobre el papel, escribir deprisa provocaba el atasco de aquellas pulsadas prácticamente al mismo tiempo. Era necesario ralentizar las pulsaciones para el funcionamiento correcto de su máquina, y eso se conseguía distanciando las teclas de algunos de los caracteres de utilización más frecuente. Pero este motivo dejó de justificar los teclados QWERTY en las máquinas de escribir eléctricas y ordenadores posteriores. Sin embargo, su nivel de utilización generalizado hace difícil sustituirlo, como sucede con muchas tecnologías subóptimas.