Cada cierto tiempo, resurge con fuerza el tema de la consolidación bancaria y la cuestión centra la atención en el sector financiero. Así ha ocurrido las últimas semanas, destacando las recientes palabras del nuevo responsable de la supervisión bancaria en el BCE, Andrea Enria.
La consolidación bancaria es un fenómeno global que responde a un escenario de mayores exigencias regulatorias, necesidad de acometer grandes inversiones en tecnología, bajos tipos de interés y limitada rentabilidad. En un contexto así se imponen estrategias de reducción de costes y mejora de la eficiencia y en este sentido el tamaño, la escala, es una posibilidad, aunque no la única.
No obstante, en cada mercado existen singularidades y hay lugares (como España) en que el proceso de consolidación ha sido muy intenso y otros en que queda más camino por recorrer.
Por ello, aunque existen fuerzas poderosas que impulsan la consolidación no en todos los lugares se producirá del mismo modo, alcance o plazos.
En Europa también tenemos el debate entre una consolidación transfronteriza europea que hoy por hoy no parece fácil y la consolidación doméstica que estamos viendo y sobre cuyos riesgos advertía, con razón, Andrea Enria. Al final, la integración solo tiene sentido si, al margen del sentido industrial, la operación resulta en una entidad más sólida y solvente que las originales.
Por otra parte, y al margen de que exista un racional poderoso a favor de la consolidación, una entidad y/o sus accionistas pueden preferir mantener su independencia y, si pueden hacerlo, es una opción perfectamente lícita.
Dicho lo anterior y aterrizando ya en el debate sobre las fusiones en España creo que buena parte del trabajo se ha hecho ya, y que, aunque pueda quedar alguna o algunas operaciones, el mapa bancario español, parafraseando a un alto directivo bancario, “se aproxima a su configuración definitiva”.
El otro debate, conectado al anterior, que suele abrirse a continuación es el relativo a los efectos de la consolidación sobre la competencia bancaria y la inclusión social.
Desde el punto de vista de la competencia, la consolidación que ya se ha producido, y que ha sido muy importante, no ha creado un problema de falta de competencia y los clientes disponen de muchas alternativas.
Así, junto a los grandes bancos en que se piensa al hablar de consolidación, hay bancos grandes y pequeños, dos cajas de ahorros y cooperativas de crédito/cajas rurales que compiten ferozmente cada día.
A ellos se suma una oferta creciente de productos y servicios ofrecidos por nuevos proveedores Fintech y Bigtech que complementan la oferta bancaria tradicional.
Desde el punto de vista de la inclusión social, el debate suele más bien asociarse al cierre de sucursales y en él se tiende a pensar en un modelo de distribución que en buena parte está superado.
Para empezar, y como ya se ha dicho, hay muchas más entidades presentes y compitiendo sobre el terreno de lo que a menudo se piensa y en un momento en el que casi el cincuenta por ciento de los clientes bancarios son principal o únicamente digitales, no puede negarse que la tecnología acercará productos y servicios financieros a lugares y personas a las que hace no mucho hubiera sido impensable.
Así pues, ante el debate sobre la consolidación bancaria, sobre todo tranquilidad. No será probablemente para tanto ni sus efectos serán tan negativos como tiende a pensarse.
De hecho, si de algo estoy seguro es de que la evolución de las cosas, y de la tecnología, nos permitirá elegir cada vez más entre distintos productos y servicios financieros.
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