Hoy en día, las empresas se encuentran sumergidas en un mundo de evolución tecnológica rápida e implacable. Los márgenes de error a la hora de adaptarse al mercado son cada vez menores y el precio a pagar, cada vez mayor.
Podemos pensar en un proceso de negocio de una entidad bancaria para solicitar una hipoteca. Desde que el cliente entra en la oficina hasta que días o semanas después se le informa si le ha sido concedida o no. Este tipo de procesos cuesta mucho ponerlos a punto en entidades grandes debido a los muchos departamentos, burocracia y sistemas diferentes que poseen.
Imaginemos ahora que hay un cambio normativo-legal que obliga a las entidades a meter un nuevo paso en dicho proceso, con nuevos intervinientes que determinan una nueva parte del flujo de trabajo. Ese cambio entra en vigor en 15 días. ¡Que no cunda el pánico!
En este contexto hacen falta tecnologías que sean capaces de garantizar a las compañías una transformación digital de sus procesos de negocio en tiempo record y donde las personas clave de negocio puedan asumir papeles importantes sin conocimientos técnicos avanzados. A los BPM (Business Process Management) clásicos, a pesar de todas sus ventajas, había que adaptarlos al mundo moderno.
Es posible que como lectores, no todos seamos capaces de imaginar la cantidad de procesos tecnológicos que hay debajo de un simple clic de usuario en un portal web. Si con el ejemplo de la hipoteca no fuera suficiente, podemos simplificar aún más el ejemplo pensando en todo lo que ocurre cuando una tarde de futbol, pedimos unas pizzas por internet. ¿Lo habéis pensado alguna vez? Una simple comanda desata una petición de cobro, y tras esto, un pedido que alguien, en una pizzería al otro lado de la calle tiene que recibir. Esta ‘tarea’ inicial desata a su vez una serie de acontecimientos en cocina, reparto y entrega hasta que nosotros, primeros actores del proceso, disfrutamos de nuestra cena cerrando el círculo.
Esto que acabamos de describir es un proceso de negocio, al igual que el proceso hipotecario. La relevancia de los mismos, su éxito o fracaso, su adaptación al cambio…puede ser tan variada como las industrias, empresas y en definitiva, actividades comerciales que se nos puedan ocurrir.
Appian es un buen ejemplo de una de estas tecnologías BPM adaptadas a las necesidades actuales. Quizás la nueva tendencia de las herramientas es no quedarse sólo con una labor específica, si no ser capaces de adaptarse a muchas funciones para competir en el mercado. ¿De qué sirve ser el mejor en algo si por ti mismo no puedes abarcar toda la necesidad del cliente?
Appian, por ejemplo, no se define como un BPM clásico, si no como una Plataforma de Aplicaciones Low Code, que cubre estas nuevas necesidades y permite acoplarse e integrarse con el resto de tecnologías en auge de las empresas actuales. Si quisiéramos saber un poco más de las capacidades de este tipo de sistemas, podemos echar un vistazo a las posibilidades de integración y multifunción: gestor documental básico, desarrollo único para móvil y web, posibilidad de uso de sistemas de gestión de identidades LDAP, desarrollo de interfaces web sencillas pero elegantes…
Los responsables de negocio de las empresas quieren y tienen que poder tomar decisiones rápidas y cambiar sus propias reglas para adaptarse a un cambio rápido de mercado, sin necesidad de un equipo técnico, largos desarrollos o procesos de certificación de código y despliegues en entornos productivos.
Las tecnologías evolucionan en este sentido de manera vertiginosa, con diferentes releases al año (4 en el caso de Appian) y con un diseño cada vez más robusto y ágil de usar. El Low Code no significa que no hagan falta expertos en la tecnología, si no que estos expertos han de ser capaces de generar un software robusto y modular, y con una gestión de las reglas de negocio lo más independiente posible para que puedan ser gestionadas por los expertos funcionales.
De esta manera se consigue una sinergia que acaba con la guerra eterna entre los departamentos de “Negocio” y “Tecnología”, remando juntos con un objetivo común y con un lenguaje lo suficientemente entendible por ambos mundos.
¿Y si además de darte las funciones de un BPM tradicional y liderar la gestión de los procesos vamos un poco más lejos? Appian, Pega u otros BPMs arrancan con una nueva filosofía de negocio y apuestan por un modelo mixto entre aplicaciones web y procesos. ¿De qué sirve una rápida construcción de los procesos sin un front-end construido a la misma velocidad y que de valor de forma inmediata?
La agilidad a la hora de construir interfaces asociadas a los modelos de datos y procesos de negocio es asombrosa. Unimos además el concepto de ‘case Management’, que rompe un proceso clásico y largo en muchos pequeños procesos sobre un “record” (dato base) de referencia.
Imaginemos un proceso de negocio que viaja desde la petición de un cliente de un vehículo nuevo en un concesionario, la petición a fábrica hasta su entrega final y posterior mantenimiento, averías, reparaciones…En este proceso aparentemente sencillo hay muchos intervinientes y muchas reglas de negocio.
En este ejemplo, el concepto de ‘case management’ centra el proceso en El vehículo, desde que se da de alta en el sistema, y divide el proceso en un montón de pequeños procesos independientes que se ejecutan sobre el dato según perfilado y configuración: fabricación, carrocería, chapa, tapizado, matriculación…
De esta manera se asegura un seguimiento continuo del proceso y muchas posibilidades de reporting y ejecución, pero con ciclos de vida más cortos y controlados.
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