Si has tenido la suerte de poder disfrutar de unas seguro que merecidas vacaciones, estarás en ese momento en el que te enfrentas de nuevo al día a día. La vuelta a la rutina hasta se agradece, un poco de orden tampoco le hace mal a nadie. Y si además el tiempo acompaña con algunas nubes y algo de lluvia, mejor que mejor para despejar la mente del exceso de sol.
Seguro que en algún momento de esa “vuelta al trabajo” una idea nueva, un propósito distinto, un destello de algo diferente pasa, aunque sea fugaz, por tu cabeza. Y cuando eso ocurre tienes dos opciones.
La opción fácil: dejarlo pasar; porque te puede la pereza de la vuelta y porque esa rutina (que se agradece) te acomoda en tu silla. Te pones a limpiar el correo, a responder e-mails, a retomar cosas que dejaste pendientes antes de irte. Y poco a poco, sin apenas darte cuenta te has sumergido de nuevo en el mismo océano que dejaste cuando te fuiste. Ahí te mueves como pez en al agua, tus tareas son viejos conocidos con los que te sientes confortable, la rueda sigue girando igual que antes y todo sigue su curso. Cuando te des cuenta estarás pensando en la cena de nochebuena y habrán pasado casi cuatro meses. Meses de intenso trabajo, eso seguro, de miles de cosas por hacer, de no tener tiempo para nada… pero ¿habrá cambiado algo de lo que haces, o seguirás corriendo dentro de la rueda?
Si te paras a pensar, seguro que la idea de estar corriendo sin parar los siguientes 11 meses dentro de una rueda que no te lleva a ningún sitio no es precisamente atractiva.
Pero ¿y si en lugar de la opción fácil optas por la opción valiente? Yo la llamo así porque supone esfuerzo, dedicación, generosidad y valor; como casi todo en la vida.
Quiero hacer un paréntesis en este punto. Lo bueno de tener niños pequeños es que, quieras o no, ves películas de niños pequeños. Casi todas encierran un mensaje, algo que cala en aquellos que la ven, sean pequeños o no. “Sé generosa y ten valor”, es lo que su madre a punto de morir le dice a Ella (antes de convertirse en Cenicienta). Y eso marcará el curso de su vida y le dará fuerza para enfrentarse a las dificultades. Con eso me quedo.
La opción valiente: volvamos a ese momento en el que una idea nueva, un propósito distinto, un destello de algo diferente pasa por tu cabeza. ¿Qué ocurriría si atrapas esa idea por un momento y le dedicas algo de tiempo? Escríbela en un papel, en tu móvil, en una servilleta, en la tablet, en la lista de la compra… grábala en tu cabeza… donde sea…pero no la dejes escapar. ¿La tienes? Ya sé que es solo una idea….y seguro que pensarás que no tiene sentido, que no se puede hacer, que no es fácil cambiar las cosas, que…que…que…
Este el momento de ser generoso y tener valor. Ser generoso por dedicar tu tiempo y tu esfuerzo a una idea que puede hacer que las cosas cambien, mejoren o progresen para todos, y tener valor para llevarla a cabo, para trabajar duro, para superar los obstáculos o cuando menos, para hacer todo lo que esté en tu mano para conseguirlo.
Dedícale tiempo, desarrolla tu idea, compártela con aquellas personas que pueden aportarte una opinión crítica constructiva, personas en las que confías y que valoras profesionalmente. Trabájala, dale vueltas, mírala desde fuera, desde arriba, desde abajo, dibújala, cuéntasela a alguien que no tenga nada que ver con tu trabajo y date cuenta de si eres capaz de explicarla. Traza un plan, piensa en que necesitas para ponerla en marcha y pide ayuda si la necesitas.
Estoy segura que parte del tiempo que vas a dedicar la primera semana de trabajo a leer correos atrasados, ponerte al día en las redes sociales, tomar algún que otro café, tramitar facturas, ordenar documentos o lo que sea que estés haciendo…, puedes dedicarlo a TU IDEA. Porque desarrollar tu idea también es trabajar y porque innovar y hacerlo cada vez mejor es también tu responsabilidad.
Bienvenido septiembre y sus nuevas ideas fruto del descanso, del sol, de la perspectiva, del mar, de la montaña… de donde vengan. Han llegado para quedarse.
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