Las decisiones que se toman cada día en los mercados de capitales y en los financieros pueden estar basados en múltiples y distintas variables, pero en todas ellas identificamos un denominador común: la confianza en las empresas sobre las que se adoptan las decisiones de inversión. Sin ella, y sin unos niveles altos de transparencia en la información regulada –financiera y no financiera- el funcionamiento de los mercados y de la propia libertad económica de inversores, accionistas y otros agentes se vería muy limitada.
Para que esa transparencia sea efectiva, tangible y se construya la confianza sobre pilares sólidos, el rol encomendado a los auditores de cuentas es esencial. Sin el contraste de un experto independiente sobre la realidad económico-financiera de una empresa, esos pilares resultan frágiles, y fácilmente la transparencia, la objetividad y la confianza se diluyen por la falta de la certidumbre que aporta una auditoría.
Por eso, en el día que los auditores a escala global mostramos a la sociedad nuestro orgullo y satisfacción -#AuditorProud, iniciativa impulsada por el Center of Audit Quality- es una ocasión adecuada para poner en valor la relevancia de la auditoría y de los profesionales –muy preparados- que han decidido desarrollar su carrera profesional para generar certidumbre en la actividad económica y empresarial. Porque la auditoría es hoy más que nunca crítica para la estabilidad y el éxito de la economía global.
En un entorno marcado por relaciones comerciales abiertas, globales, con cambios y disrupciones rápidas en los modelos de negocio, y nuevos negocios hasta ahora inexplorados, el rigor y la seguridad que aporta una auditoría resultan vitales para proporcionar objetividad y confianza en esta era de transformación acelerada.
Este valor de alguna forma lo perciben los CEOs en España al mostrar de forma muy mayoritaria -ocho de cada diez según la última encuesta del CEO Outlook de KPMG- una confianza más sólida en la exactitud de los datos históricos que en la analítica predictiva a la hora de tomar sus decisiones.
Aunque también es cierto que el análisis predictivo se basa en datos históricos y su desarrollo va abriendo nuevas puertas en las que también estamos entrando los auditores –de la mano de avanzada tecnología– para ampliar el valor que aporta su juicio profesional y su experiencia.
Una transformación de la auditoría muy motivadora y que tiene la oportunidad de volver a atraer al mejor talento entre las jóvenes generaciones. Las capacidades que ofrecen las nuevas tecnologías aplicadas a la auditoría -como es el caso de nuestra plataforma inteligente KPMG Clara-, permiten ir más allá de la revisión de cuentas realizada hasta ahora. Facilitan lograr conclusiones más robustas por parte del profesional, y por tanto refuerzan la ya de por sí alta calidad de los trabajos que asumimos.
El desarrollo de la automatización de múltiples procesos; el análisis predictivo a través de algoritmos complejos que pueden leer y analizar todas las operaciones que realiza una empresa –dejando atrás las pruebas basadas en muestreos de datos; la inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes están abrazando el campo de la auditoría para permitir una sustancial evolución, sin necesidad de revolución, y reforzar el rol de los profesionales de auditoría en su empeño en favor de dar confianza y seguridad a la actividad económico-empresarial en la información regulada, tanto en la financiera como en la no financiera.
Además, esta transformación tecnológica también se desplegará hacia perfiles profesionales más amplios. La conjunción del conocimiento contable con capacidades vinculadas a la informática, la ingeniería, las matemáticas y el análisis de datos están conformando ya equipos de auditoría capaces de extraer conclusiones sobre una empresa auditada que sorprende a la propia dirección por su exactitud y sus predicciones.
En definitiva, la auditoría y sus auditores seguirán siendo clave para alimentar la confianza e impulsar el bienestar económico. Y por eso nos sentimos muy orgullosos de ello.
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