La semana pasada, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático (CMNUCC) confirmó el acuerdo, entre España y Chile para que la COP 25 se celebrara en Madrid, en lugar de en Santiago. Una cita imprescindible que se configura como la gran oportunidad anual de tomar medidas efectivas contra el cambio climático.
Esta Conferencia de las partes (COP, en sus siglas en inglés), es el órgano de decisión supremo de la CMNUCC y en ella se tratará de llegar a acuerdos para impulsar acciones de alto nivel para los correspondientes planes nacionales de cara a 2020 y la estabilización del aumento de la temperatura en 1,5 ºC; y lograr el objetivo de cero emisiones para 2050.
Más allá de las dificultades logísticas y del hecho de disponer de sólo un mes para su organización, la coordinación de 197 partes (196 países más la Unión Europea), siempre supone un evidente reto para el país organizador. Será un escaparate a nivel mundial que acogerá a 25.000 personas.
Pero también debemos tomarlo como una oportunidad para avanzar a todos los niveles, y trabajar en la sensibilización de la población. Más de 66 partes, 10 regiones, 102 ciudades, 93 compañías y 12 inversores se han comprometido públicamente para la concesión de la neutralidad de carbono en 2050.
Para lograr estos avances, la presión legislativa es importante y como ciudadanos debemos darle prioridad. Y a nivel personal se puede reducir la huella de carbono que cada uno generamos con nuestra actividad. Pero sobre todo, es importante que las empresas cambien sus modelos de negocio hacia modelos más eficientes y circulares y ofrezcan más oportunidades a los consumidores para entrar es esta circularidad. Ésta será, sin ninguna duda, la única forma de reducir la huella de carbono que, como sociedad, hemos generado en los últimos 50 años.
Y no sólo porque estas compañías podrán reducir sus consumos energéticos, su consumo de materiales, su generación de residuos y minimizar su huella hídrica, con los ahorros que eso conlleva y el beneficio reputacional que puede suponer hoy en día, sino porque, en 2050, será un requisito imprescindible para su supervivencia. Es un ejemplo relevante, el hecho de que los reguladores empiecen a considerar estos aspectos en los requerimientos de capital. O que los inversores y gestores de activos los tengan en cuenta en sus políticas de inversión.
Hay que partir de la base de que el cambio climático no es aún irreversible y es clave trabajar para tener compañías más resilientes y con mayores capacidades para la adaptación y la aportación de soluciones frente al cambio climático. Porque tenemos que ser capaces de identificar, cuantificar, gestionar y minimizar los riesgos físicos y los riesgos de transición asociados al cambio climático. Estos últimos engloban riesgos tan relevantes como los regulatorios, tecnológicos, de mercado y reputacionales. Pero también existen oportunidades, que las compañías deben ser capaces de aprovechar y que son clave para la reducción de sus emisiones. Como son la minimización del consumo de recursos, el uso de fuentes de energía renovable y el desarrollo de nuevos modelos de negocio más circulares como el pago por uso, por poner algunos ejemplos.
Porque, como dice el movimiento #FridaysForFuture, no hay un planeta B y la sociedad en su conjunto (incluyendo a sus reguladores y sus empresas) debe ser consciente de ello.
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