10. Caminando hacia la descarbonización
La última década ha estado marcada por un cambio de mirada, pero la entrante va a ser clave para el futuro del clima.
El medio ambiente y el cambio climático han pasado de ser un reclamo más vinculado a círculos sociales y científicos a marcar la agenda económica, política y empresarial a nivel mundial. Prueba de ello es que, por primera vez, los CEOs a nivel global sitúan al cambio climático como la mayor amenaza para el crecimiento de las compañías a medio plazo, según recoge el informe ‘Global CEO Outlook 2019. Energy’, elaborado por KPMG.
A partir de 2020 se da el pistoletazo de salida a un periodo cuyo reto será hacer realidad una transición energética justa y establecer las bases de una economía descarbonizada. Una ambiciosa meta que sentó sus bases en el Acuerdo de París de 2015, y que, pese a la reticencia de algunos países como Estados Unidos, ya está ocurriendo. De hecho, Donald Trump anunció recientemente su salida del acuerdo climático, pero las cifras ponen de manifiesto cómo Estados Unidos ha reducido paulatinamente sus emisiones.
Pero, sin duda, la Unión Europea ha adquirido un papel de liderazgo y compromiso cruciales en la lucha hacia la transición energética. En su día firmante del Protocolo de Kioto, la región estableció unos objetivos históricos –y vinculantes- que, pese a los pronósticos iniciales, ha cumplido. Como explica Alberto Martín, socio responsable del sector Energía y Recursos Naturales de KPMG en España, “la Unión Europea ha conseguido reducir sus emisiones en un 20%, lo que le otorga una gran credibilidad en el diseño de su segunda agenda con la mirada puesta en 2030”.
Estabilidad para la próxima década
De este modo, con el optimismo de los deberes cumplidos, este año arranca una década con nuevos objetivos, que sin embargo son una etapa más en un largo camino que tiene la mirada puesta en 2050. “No debemos olvidar que la Agenda 2030 forma parte de una estrategia global cuya fecha en el calendario es 2050, año en el que se quiere haber alcanzado una descarbonización del 85%”, recuerda Alberto Martín.
De hecho, la Unión Europea tiene previsto ampliar los objetivos inicialmente previstos para 2030 hasta situar la reducción de emisiones en un 55%, frente al 40% actual, según se ha dado a conocer este martes en el contexto de la celebración de la COP25. El Pacto Verde, que se prevé aprobar esta semana, supone un nuevo impulso para llegar definitivamente a 2050 con una economía europea baja en carbono.
Pese a lo complejo del reto, que fija la mirada en el largo plazo en un bloque en el que los gobiernos pueden cambiar de signo –y objetivos medioambientales- varias veces en los próximos años, lo cierto es que los expertos confían en la estabilidad de los planes de clima regionales. “La aprobación en Bruselas de los Planes Nacionales Integrados de Energía y Clima (PNIEC) marcados por cada país otorga mucha estabilidad y fuerza, ya que los cambios políticos en países individuales no pueden afectar a posteriori en estas metas”, afirma Alberto Martín.
El objetivo marcado por la Unión Europea de virar hacia una economía descarbonizada, con una estrategia energética centrada en las renovables, no solo tendrá impacto positivo en el medioambiente. Desde el punto de vista geoestratégico, el desarrollo de la energía renovable y de la eficiencia energética reducirá de forma drástica la dependencia energética, dotando de una gran estabilidad a la región.
“Es un aspecto clave, dado el impacto del fracking en el mix energético de Estados Unidos, que le ha convertido un país autosuficiente en petróleo y gas y por tanto quizá menos interesado en asegurar la estabilidad de los países productores. Por ello, en Europa está siendo clave tanto la determinación hacia una economía limpia como una estrategia de suministro energético”, explica Alberto Martín.
España ante la nueva década
Pero, ¿cómo trabajará España para formar parte de este cambio? La Comisión Europea recibió el pasado mes de febrero el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), un texto que fue valorado de forma “muy positiva” por el organismo europeo y que establece una hoja de ruta clara para la política energética de la década entrante. “Lo cierto es que España está muy integrada en la estrategia europea, y ya cuenta con un elevado nivel de descarbonización en la actualidad”, apunta Alberto Martín.
Al analizar el PNIEC se observa cómo las energías renovables son, sin duda, la base de la transformación energética. Con una situación geográfica que favorece su desarrollo e implantación –un alto nivel de sol, viento, y amplias extensiones de terreno poco poblado en el interior de la península-, España se encuentra bien preparada para incrementar el peso de energías limpias en el mix energético.
De hecho, las renovables suponen el 35% de la energía eléctrica generada en España, según los últimos datos publicados. Pero las cifras se incrementarán paulatinamente, hasta llegar a representar en 2030 el 35% de la energía final consumida y el 70% del sistema eléctrico. Para ello, el PNIEC prevé la construcción de al menos 3.000 MW de instalaciones renovables al año, además de establecer medidas de cara a la previsibilidad y estabilidad de esta energía.
Sin duda, el desarrollo tecnológico ha sido y será clave en la evolución de las energías renovables. En los últimos años, la tecnología ha permitido alcanzar una frontera clave: la competitividad. “En este momento, las renovables son competitivas frente a la energía convencional. No solo no es necesario poner en marcha un sistema de subvenciones para la descarbonización, sino que incluso las renovables pueden ayudar a bajar el precio de mercado de los mayoristas de electricidad”, sostiene Alberto Martín.
Sin embargo, la consecución de los nuevos objetivos marcados para esta década también dependerá de la tecnología. Se prevé que a lo largo de la década de 2030 se alcance la madurez de uno de los mayores obstáculos en la actualidad de la fotovoltaica y la eólica: el almacenamiento. Y la superación de este escollo permitirá acelerar de forma definitiva la transición energética. “El desarrollo de baterías es imprescindible por el carácter difuso e intermitente de las renovables”, explica Alberto Martín.
Hasta que esta fecha llegue, los expertos apuestan por que el gas vivirá esta década su época dorada. En su papel de respaldo de la energía renovable, el gas se erige como la opción “más limpia y económica en comparación con otras fuentes de energía fósiles”.
Los retos: eficiencia y electrificación
Pese al optimismo y la confianza del sector, lo cierto es que el horizonte también plantea importantes retos a superar. “No debemos perder de vista que la energía más limpia y más verde es aquella que no se consume”, afirma Alberto Martín. Y es que la eficiencia energética es otro de los pilares de la descarbonización: el PNIEC establece una reducción de consumo de energía primaria en al menos un 35% para el año 2030.
Para que este objetivo se cumpla, Alberto Martín apunta a las medidas de mejora de la eficiencia en edificios y la renovación del parqué automovilístico español. “En la actualidad, cuenta con una media de 12 años, cuando un país del nivel de desarrollo económico como el español debería disponer de una flota con una edad media de ocho años”, sostiene.
Otro aspecto clave pasa por la electrificación de la economía. El PNIEC también prevé que contar para el año 2030 con una potencia total instalada en el sector eléctrico de 157 GW, frente a los 112 del año 2020, y una inversión de 42.000 millones de euros para alcanzar este objetivo. Sin embargo, como recuerda Alberto Martín, “el propio sector eléctrico se encuentra en medio de una transición marcada por la descarbonización, la digitalización y la descentralización”.
En definitiva, la economía europea –y por ende, la española- afronta 10 años de transición hacia un sistema descarbonizado, renovable, sostenible y, sobre todo, justo. De hecho, el adjetivo ‘justo’ cuenta con un título en el propio PNIEC, estableciendo el mandato de adoptar medidas dirigidas a la empleabilidad de colectivos vulnerables en el marco de la transición. “España se encuentra bien posicionada para alinear sus objetivos con los europeos: tenemos la ambición y el entorno adecuados, por lo que en diez años seguramente podamos hablar de una economía sostenible y encaminada hacia su completa descarbonización”.
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