El Committee of Sponsoring Organizations of the Treadway Commission (COSO) define el apetito de riesgo como “los tipos y la cantidad de riesgo, a nivel general, que una organización está dispuesta a aceptar en la búsqueda de valor”. Los órganos de gobiernos y la alta dirección utilizan ese apetito al riesgo para la toma de decisiones en la planificación estratégica o en el ámbito de las operaciones, pero en muchos casos no está formalizado o comunicado explícitamente. Hacer del apetito de riesgo una parte integral en la toma de decisiones ya no debería ser una opción.
Cuantificar la cantidad de riesgo que está dispuesto a asumir la organización es un elemento clave de cara a tener mayores probabilidades de alcanzar los objetivos empresariales con éxito o, al menos, disponer de información valiosa para poder ajustar la estrategia en un contexto cada vez más complejo y con retos cada vez mayores.
Lo importante es reconocer que la elección de estrategias y objetivos requiere una comprensión del apetito por el riesgo. Si bien lo más frecuente es que una organización pueda ajustarse para asumir más riesgos, puede haber momentos en que necesite ajustar el apetito, o tal vez incluso la estrategia, para adaptarse a un entorno empresarial cambiante como el que estamos experimentando actualmente.
En este sentido, COSO ha publicado la semana pasada una guía sobre el apetito de riesgo (New COSO Guidance: Risk Appetite – Critical to Success) centrada en seis cuestiones que considera relevante recordar de cara a aplicar el concepto de apetito de riesgo de forma eficaz.
De este modo, este concepto:
Igualmente, en esta reciente guía de COSO se identifican a lo largo del documento algunas buenas prácticas que consideramos pueden ser implementadas de manera práctica.
Se considera una buena práctica combinar un enfoque top down y bottom up en relación a la gestión del apetito de riesgo. Por una parte, es preciso que los niveles de riesgo se debatan y discutan con la dirección y los órganos de gobierno (sobre todo en los casos de desviaciones significativas) y , por otra parte, que sean considerados por los gestores de riesgo en el día a día. Esta involucración de distintos niveles exige, entre otros, el desarrollo de protocolos de validación del apetito de riesgo en la organización y la asignación de un responsable que ayude a impulsarlo y desarrollarlo.
La comunicación del apetito de riesgo es otro elemento clave para ayudar en el proceso de toma de decisiones dado que conlleva una gestión del cambio importante para comprender e interiorizar este concepto. Por ello, el apetito debe definirse con un grado de precisión adecuado a cada organización en función, entre otros, de su cultura, para que pueda tomarse en consideración de manera real y efectiva en la toma de decisiones y en la supervisión por parte de la dirección y otros responsables de la gestión de riesgos. Esta precisión no es contradictoria con la agrupación del apetito de riesgo en categorías que se alineen con la estrategia, los objetivos o los riesgos para facilitar su aplicabilidad práctica. Además, es importante considerar que la definición del apetito de riesgo debería revisarse periódicamente para ajustarse en caso necesario.
De manera ya muy práctica se identifican otras acciones más tácticas y operativas que pueden ayudar a implementar el apetito de riesgo en la organización en función del grado en el que se desee incorporar en la toma de decisiones:
En definitiva, el apetito de riesgo desempeña un papel importante en el éxito de las organizaciones y debe ser considerado a la hora de tomar decisiones estratégicas. Ante el nuevo contexto marcado por eventos disruptivos y mayores incertidumbres, formalizar, cuantificar y comunicar este apetito de riesgo cobra cada vez más relevancia. Desde KPMG aconsejamos que se revise y se reflexiones sobre este concepto con un enfoque práctico y como un elemento más que pueda contribuir al éxito en el proceso de toma de decisiones.
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