El óleo de Caravaggio titulado ‘La buenaventura’ muestra a un joven pudiente cuya mano está siendo leída por una mujer. Fijándonos en los detalles de la pintura, advertimos que la mujer le está robando el anillo de oro con su dedo medio, sin que el infeliz se percate. El artista del siglo XVI ilustra así la debilidad de las personas por conocer el futuro, y cómo otros se aprovechan de ella. La incertidumbre nos inquieta y recurrimos a cualquier solución para calmar esta preocupación. Una actividad habitual en compliance es anticiparse a los riesgos mediante un ejercicio de pronóstico llamado “evaluación”. ¿Es realmente un fraude para tranquilizarnos?
El matemático y filósofo Bertrand Rusell dijo que la exigencia de certeza es consustancial al ser humano, pero también un vicio intelectual. La incertidumbre está presente en todas las facetas de nuestra vida, pero la necesidad de mitigarla nos lleva a autoengañarnos abusando, si es preciso, de métodos científicos. Desde 1979, los profesores e investigadores Spyros Makridakis y Michele Hibon llevan comparando predicciones econométricas sobre la vida real (combinación de teoría económica y modelos matemáticos y estadísticos) con los resultados de aplicar métodos sencillos. Su triste conclusión es que el empleo de metodologías estadísticamente sofisticadas o complejas no arrojan mejores pronósticos que métodos rudimentarios. No es una conclusión novedosa, pues la sobrevaloración de la ciencia o “cientifismo” es un fenómeno que fue advertido décadas atrás por el premio Nobel de economía Frederich Hayek o el filósofo Karl Popper.
Nassim Taleb es ensayista e investigador, así como miembro del Instituto de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva York. Extremadamente crítico con la aplicación social de los modelos de predicción, denuncia que quienes se creen expertos en la materia, realmente no lo son, aunque “saben contarlo mejor o, lo que es peor, saben aturdirnos con complicados modelos matemáticos. También es más probable que lleven corbata”.
Seguramente, nuestras capacidades para pronosticar el futuro tienen todavía mucho margen de mejora considerando, por ejemplo, que siete de cada diez matrimonios que se celebran en España termina en ruptura. A partir de esta ratio de error, tal vez deberíamos ser menos arrogantes y asumir que el futuro no es una simple proyección del pasado: un noviazgo feliz no garantiza un matrimonio exitoso, y seguir la ortodoxia en compliance (incluida la evaluación de riesgos) tampoco evita per se incidentes. Los ejercicios de evaluación de riesgos no son una modelización matemática del futuro, sino un instrumento para obtener un mejor estimado que avale decisiones actuales de gestión, con un holgado margen de error. Guardan mayor relación con la aplicación razonable de la business judgement rule que con un ejercicio fiable de prognosis. Todos nos podemos equivocar, pero, como mínimo, intentaremos no hacerlo empleando medios razonables a mano y conociendo sus limitaciones inherentes.
La regla suprema de la prognosis estadística se basa en la muestra: cuanto mayor es el número de antecedentes considerados, menos alterará la conclusión general cualquier singularidad. Sin embargo, en compliance (i) no suele concurrir una muestra estadísticamente significativa para fundamentar un pronóstico fiable, y (ii) las singularidades tienen la capacidad de deformar radicalmente la conclusión general. ¿Cuántos casos equivalentes sufrió el Bank of América antes de ser objeto del mayor expediente incoado por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos en 2014? ¿Y cuántos casos parecidos al Dieselgate se produjeron antes del 2015? Siendo auténticas singularidades, ¿acaso no condicionaron el entendimiento de los riesgos de estas y otras organizaciones? Fijándonos, concluiremos que la práctica totalidad de incidentes graves de compliance escapan de las modelizaciones matemáticas basadas en la muestra histórica.
Con el transcurso de los años, narraremos a nuestros descendientes no solo estos escándalos sino también situaciones tan excepcionales como la vivida por la COVID-19. Las personas con mayor experiencia son las que tienen mayor capacidad para prevenir sucesos raros, pues en su trayectoria vital habrán testimoniado algunos de ellos. El valor añadido de la experiencia explica que las élites dirigentes en las comunidades humanas suelen ser personas mayores, en latín “senatus” (persona de edad). La evaluación de riesgos de compliance debería capturar la experiencia de personas que conocen bien la historia de la organización, su cultura y sus procesos, añadiendo después las filigranas científicas que maximicen ese valor. En particular, la cultura corporativa es un elemento que condiciona enormemente la capacidad de una organización para evitar problemas y cuya salud puede medirse, como explico en el video número 7 de la serie sobre cuestiones frecuentes en compliance.
Con todo ello, el ejercicio de evaluación de riesgos de compliance siempre incorporará un margen de error nada despreciable, y después de realizarlo algunos examinarán su mano para ver si todavía porta el anillo.
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