En política existe la creencia de que al partido que está en el poder le resulta más fácil ganarse el voto del electorado: al contar con mayor atención mediática y más financiación, es más probable que su mensaje cale en los votantes. Sin embargo, en momentos de crisis, esa atención puede resultar perniciosa: los ciudadanos adoptan una actitud más crítica hacia su gobierno, que tiene que redoblar sus esfuerzos para demostrar que sus decisiones han servido para revertir la situación y estimular el crecimiento.
La historia nos enseña que ese esfuerzo, generalmente, no obtiene sus frutos y, con independencia de su color, en épocas de crisis económica el partido en el gobierno suele perder las elecciones. Así ha ocurrido en España desde la época de la transición: la crisis del petróleo de 1979 ayudó a la victoria socialista en 1982, la crisis del sistema monetario europeo se saldó con la victoria conservadora de 1996 y la Gran Recesión de 2008 propició el cambio de gobierno en 2011. Este no es un fenómeno típicamente español: en los países más afectados por la crisis de 1979, 1993 y 2008 también hubo cambios en el poder.
Actualmente nos enfrentamos a la contracción económica más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. Cabe preguntarse si esta coyuntura está afectando a la intención de voto de los ciudadanos y, en consecuencia, a la estabilidad de los gobiernos de los países de nuestro entorno.
Tras las elecciones federales de 2017, Alemania está gobernada por una coalición entre la CDU (democracia cristiana) y el SPD (socialistas). Antes de la pandemia, ambos partidos estaban experimentando una fuerte pérdida de votantes: la CDU se situaba por primera vez en su historia por debajo del 30% y el SPD había dejado de ser el referente en la izquierda en favor de los Verdes.
La pandemia ha supuesto un impulso en la intención de voto para ambos partidos: la CDU se sitúa en el 36%, por encima del resultado obtenido en 2017, y el SPD recupera posiciones frente a los Verdes.
También refuerza su apoyo el gobierno portugués del socialista Antonio Costa, que lidera el país tras obtener hace casi un año el 36% de los votos en las últimas elecciones parlamentarias. Hasta la llegada de la COVID-19, las encuestas se habían mantenido estables. Desde entonces, el Partido Socialista ha incrementado su intención de voto hasta el 40%.
Se deduce de estos datos que los electorados alemán y portugués se muestran satisfechos por la gestión que ha realizado su gobierno de la emergencia sanitaria.
En otros países, los partidos en el gobierno no refuerzan su posición previa al crisis, aunque tampoco la deterioran. Así ocurre en Italia, donde gobierna una coalición del Movimiento 5 Estrellas (M5S) y el Partido Democrático (PD) de centro izquierda. Después de las elecciones de 2018, en la que fue la fuerza más votada con un 33% del voto, el M5S estaba sufriendo una sangría de votos, cayendo hasta la tercera posición en intención de voto. El PD había recuperado posiciones y se consolidaba como segunda fuerza. Desde la irrupción de la pandemia, ambos partidos mantienen estable su intención de voto en el 36% (20% del PD y un 16% del M5S).
En Reino Unido, los conservadores llegaron al poder con el 43,6% de los votos y mayoría absoluta en las elecciones generales 2019. Tras los comiciones municipales, su intención de voto llegó a incrementarse hasta el 50%. Desde la elección del nuevo líder laborista, Keir Stammer, los tories han perdido fuelle y actualmente su intención de voto se sitúa en el entorno del 41% que los llevó al poder.
En Estados Unidos, aunque el número de indecisos se incrementó en abril, ha ido disminuyendo a medida que se acercaba la cita electoral del próximo mes noviembre. La distancia entre los candidatos se mantiene estable desde principios de años, por lo que la pandemia parece que no ha afectado a la intención de voto.
En último lugar, en España, no se observan cambios significativos: la coalición en el poder experimenta una ligera caída en intención de voto si la comparemos con los resultados obtenidos en las elecciones de noviembre de 2019, pero es muy tímida. El acercamiento entre el PSOE y el PP no se debe al descenso del primero, sino a la recolocación entre los partidos que ocupan el espectro del centro derecha en el mapa político español.
Así las cosas, podemos concluir que, a diferencia de otras crisis, la pandemia, o bien ha reforzado la mayoría en el gobierno, o bien ha congelado la intención de voto. Hay que tener en cuenta que aún nos encontramos ante una emergencia sanitaria en la que la prioridad es evitar los contagios y proteger a la población más vulnerable. En esta situación los electores parecen preferir estabilidad. No obstante, una vez superada esta fase, la economía volverá a ser el centro de atención de los ciudadanos. Es posible que entonces sí que se produzcan cambios en la intención de voto.
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