La noticia de la fusión de Bankia y Caixabank supone la creación de un gran grupo bancario nacional y la culminación de la consolidación de las entidades que formaron Bankia dentro de un conglomerado que refuerza su posición en el mercado español.
En los complejos años de la crisis financiera, especialmente 2009 y 2010, también se sucedieron las noticias sobre conversaciones, acuerdos y posibles uniones entre entidades. En aquel momento, las fusiones de cajas de ahorro vinieron motivadas por una severa crisis financiera que provocó un importante problema de solvencia en el sector. Dicho proceso se caracterizó por algunos elementos propios del momento:
Unas fusiones tuvieron más suerte que otras. Así, podríamos citar proyectos que tras una corta andadura acabaron siendo absorbidos por entidades de carácter regional o nacional de mayor solvencia. De todo aquel proceso quizás la lección más importante fue que el tamaño per se no soluciona los problemas de una entidad. Los agujeros de capital no desaparecen simplemente por combinar fuerzas y negocios. La materialización de las sinergias, que sobre el papel suelen cuadrar, precisa tomar decisiones directivas con una fuerte determinación y visión a medio y largo plazo. De lo contrario, no suelen brotar.
Una de las consecuencias habituales de las crisis es el surgimiento de nuevos mecanismos de control, sea en forma de normativa o de instituciones. Cabe destacar no solo todo el desarrollo normativo CRR / CRD sino también instituciones clave como la Junta Única de Resolución (Single Resolution Board, o SRB), muy influida por la experiencia española y la acción del FROB a nivel nacional. El SRB se constituye con el fin de impulsar el fortalecimiento de los planes de resolución de las entidades financieras, así como asegurar que los bancos disponen de mejores herramientas y conocimientos para gestionar las crisis y evitar su resolución. Podemos afirmar que el SRB ha despertado una mayor autoconsciencia en las entidades de manera que hoy más que nunca, son capaces de anticiparse y capear las crisis.
De este modo, y tras una lenta salida de la crisis financiera donde el sector ha mantenido en los últimos años un cierto status quo, y fuertemente monitorizado por los nuevos organismos europeos, como el SRB, llegamos a esta nueva crisis del COVID-19 y al pistoletazo de salida de una nueva ola de fusiones. A esta nueva ola se han sumado ya algunas entidades, mientras que todo apunta a que otras. continúan buscando compañeros de viaje.
Merece la pena evaluar las nuevas circunstancias que condicionan estas fusiones. Sin lugar a duda, este nuevo proceso es radicalmente diferente del anterior.
El nuevo panorama supondrá el impulso de la búsqueda de sinergias y ventajas competitivas por parte de los planes de negocio, tras una operación de fusión o absorción, al no haber dinero público en juego. Es más que nunca necesaria la búsqueda de sinergias. Las más comunes son la complementariedad geográfica o de líneas de negocio, pero todo apunta a que no serán suficientes.
Precisamente es en las nuevas herramientas y procesos digitales, cuyo grado de desarrollo actual es mucho mayor que hace una década, donde las entidades tienen la oportunidad de encontrar grandes sinergias y, de hecho, tenemos ante nosotros un escenario donde son potencialmente capaces de transformar el modo en que se lleva a cabo una integración.
Las integraciones bancarias clásicas, por el lado tecnológico, implicaban un conjunto de decisiones sobre qué plataformas y aplicativos adoptar, cómo abordar la integración de los datos de la entidad comprada en la herramienta de la entidad dominante y muchos otros aspectos cuya resolución seguía los estándares habituales de elegir entre las dos alternativas existentes.
Pero ¿y si ahora, aprovechando un movimiento de fusión, las entidades consideraran la posibilidad de dar un salto digital de auténtica envergadura, transformando por completo, pudiendo incluso repensar de cero, sus procesos, su actividad, su forma de entender las operaciones? Son muchas las opciones que se abren cuando dos entidades se sientan, frente a frente, ante el reto de integrar sus tecnologías. Son pasos arriesgados que requieren decisión, capacidad de liderazgo y una visión de futuro clara.
Estamos ante un momento en que los nuevos competidores, la presión de la rentabilidad por los bajos tipos de interés y la revolución digital, propician un terreno de juego en el que la valentía a la hora de abordar una auténtica transformación digital desde el núcleo de las entidades será una ventaja competitiva clave para su supervivencia.
La explosión de sinergias como resultado de estas acciones provocará grandes beneficios tanto a la nueva entidad resultante, plenamente digital, como al conjunto del mercado y a la competitividad del sector bancario español.
Actuaciones destinadas a transformar por completo áreas enteras en plenamente digitales puede tener mucho más sentido si cabe en entidades cuyas dificultades para mantener niveles de rentabilidad razonables han sido constantes durante los últimos años, y donde un salto competitivo como el que proponemos es, no solo deseable, sino acuciante.
Por último, si leemos con mayor detenimiento la situación financiera en los países de nuestro entorno y en otras áreas económicas, es posible que esta nueva banca pueda liderar, en un futuro no muy lejano, fusiones bancarias paneuropeas o expansiones territoriales como las vividas a finales de siglo. Las fusiones bancarias en Europa llegarán, y España tiene ahora la capacidad y la oportunidad de posicionarse como líder en ese proceso.
Esta nueva ola de fusiones puede convertirse en la gran oportunidad de crear en España una banca más digital, más competitiva, más eficiente y que se coloque a la vanguardia del sector financiero global en cuanto a presencia, rentabilidad, solvencia y eficiencia.
Deja un comentario