España es un país con una cultura de certificación muy extendida. Empresas de toda índole forman parte de este sistema donde la consecución de las diferentes certificaciones para los sistemas de gestión implantados supone una ventaja competitiva. Son esos sellos, otorgados por una institución independiente que certifica que los sistemas están implantados de acuerdo con el estándar, los que utilizan las compañías para demostrar que están realizando una adecuada gestión en el área certificada.
¿El problema? Dentro de las compañías que han sido certificadas, se encuentran las que han implantado un sistema de gestión acorde a sus necesidades y que se ha convertido en una herramienta fundamental para medir y mejorar su desempeño, junto con otras cuyos sistemas de gestión tienen como misión principal la obtención de unos certificados con objetivos meramente comerciales.
De hecho, esta última circunstancia ha conferido a los sistemas de gestión certificados una cierta mala reputación, al ser considerados como mero trabajo burocrático alejado del desempeño diario de la actividad de las empresas. Pero lo cierto es que estos sistemas son una de las mejores herramientas de las que disponen las compañías para mejorar su desempeño, y que las normas son guías útiles para normalizar y facilitar su implantación.
Desde el clásico sistema de gestión de la calidad, al sistema de gestión anticorrupción, pasando por un sistema de gestión ambiental, o uno de gestión energética o de seguridad de la información, las normas ISO ofrecen un amplio abanico de instrumentos capaces de ayudar a las empresas casi en cualquier área. Prueba de ello es la reciente norma ISO 45001:2018 para la implantación de sistemas de gestión de la seguridad y salud en el trabajo, que ha reemplazado a la norma británica OHSAS 18001. Si bien es cierto, los estándares siempre se han quedado escasos a la hora de integrar dentro de los sistemas de gestión el desempeño económico, quizás una de las posibles razones por la que en algunos casos dichos sistemas han quedado relegados a meros instrumentos comerciales para conseguir una certificación.
Sin embargo, ese amplio abanico que hemos comentado, casa a la perfección con la transversalidad de la sostenibilidad. Una empresa sostenible es aquella que tiene interiorizada la sostenibilidad en su gestión diaria. La gestión de las personas, de las compras, de la reputación… La responsabilidad social corporativa no es solo marketing y filantropía, es una nueva forma de gestionar, es una transformación empresarial en toda regla en donde a los resultados económicos vienen acompañados de una gestión responsable y transparente que beneficie también a las partes interesadas de la compañía.
Con la estructura de alto nivel de las normas ISO, que ha dotado a todas ellas de una misma estructura facilitando la integración de los diferentes sistemas y aportando coherencia y reduciendo el papeleo innecesario, nos encontramos ante un marco excepcional para tratar de abordar la sostenibilidad de esta forma. Es más, ISO es capaz de ofrecer a las empresas soluciones especializadas en pequeñas áreas de las compañías, que de otra forma podrían quedar al margen, como es el caso de la huella de carbono.
Poniendo el foco en la evaluación del desempeño y en la mejora continua (puntos clave en la estructura de las normas ISO) y dejando a un lado la cuestión de las certificaciones, las empresas consultoras pueden ayudar a las compañías a definir su estrategia de sostenibilidad midiendo el desempeño de sus sistemas de gestión y aportando soluciones para que estos sean eficaces y eficientes. En definitiva, hacer del sistema de gestión la herramienta para lo que realmente fue concebida, un instrumento para facilitar la gestión diaria de las empresas y mejorar su desempeño. Analizar estos sistemas, detectando sus puntos fuertes y sus áreas de mejora, comprobar si los objetivos establecidos son coherentes y están alineados con el plan de negocio de la compañía, si las métricas escogidas son relevantes para evaluar el desempeño o si las acciones realizadas por la compañía son las adecuadas para la consecución de sus objetivos, es una magnifica base para establecer una estrategia de sostenibilidad integrada en la empresa.
La sostenibilidad ya no es solo una propuesta diferencial que puede interesar a los clientes de una empresa, sino que, en muy poco tiempo, ha pasado a ser un tema capital para reguladores e inversores. Ha pasado de moda a demanda, y de demanda probablemente pasará a obligatoriedad para la mayor parte de las empresas. Por tanto, poseer un desempeño sostenible demostrable, sostenido por objetivos, procedimientos, métricas y registros, puede ser una gran ventaja competitiva para las empresas. En un entorno empresarial tan competitivo como el actual, ser una empresa sostenible, es decir, que la sostenibilidad está integrada en su modelo de negocio, es un valor diferencial para consolidar su existencia en el mercado.
Sin duda, el reto pendiente de instituciones, empresas y consultores es demostrar a la sociedad que la sostenibilidad no es exclusivamente un mensaje meramente comercial, sino que el desempeño sostenible de las empresas se traduce en una mejora de su desempeño económico. En la persecución de este objetivo, la normalización introducida por los sistemas de gestión debe ser un inmejorable aliado.
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