Bernardo Velázquez cuenta con amplia experiencia en afrontar los vaivenes de un entorno incierto, y con la visión global que otorga estar al frente de una compañía con una fuerte presencia internacional. Al visualizar el futuro de la economía española, el directivo lo tiene claro: la industria debe ocupar un papel clave, y recuerda que la sostenibilidad ya no es una opción. Todo ello sin dejar de lado la necesidad de adaptar el sistema educativo para continuar creando empleo de calidad.
RESPUESTA. Las empresas y la sociedad en general empezamos a tener consciencia de que hay que evitar el derroche de los recursos naturales, pero todavía no se ha producido un cambio sustancial en los modelos de consumo.
Desde Acerinox llevamos años promocionando el acero inoxidable para aplicaciones en las que se conseguiría abaratar tremendamente el coste a lo largo de todo el ciclo de vida por la durabilidad del material, por su bajo mantenimiento y porque el valor residual al término de su vida útil, ya que es 100% reciclable, pero todavía sigue primando la visión a corto plazo que hace decantarse por una inversión inicial menor. Esto debe cambiar, la sociedad ha elegido ser sostenible y todos debemos apoyar esta decisión.
La necesidad de abordar la transformación digital se ha hecho aún más evidente con el aislamiento, que ha supuesto un impulso hacia nuevos modelos de trabajo no presenciales o mixtos basados en la conectividad. La industria debe orientar la transformación digital hacia la eficiencia y la competitividad.
Las nuevas herramientas permiten extraer muchos más datos de los equipos de producción, analizarlos con un enfoque transversal y obtener respuestas que permiten mejorar el conocimiento del proceso y con ello mejorar la productividad, la calidad y los costes. El conocimiento técnico tradicional juega un papel esencial para lograr el enfoque adecuado a estos esfuerzos.
Las compañías deben tener un propósito y unos valores claros y que se perciban como la esencia de la cultura de la empresa para que sean asumidos y compartidos por todos.
En la industria llevamos una ventaja por la vocación de permanencia de nuestros trabajadores y porque los empleos fijos y de calidad crean un vínculo mucho más fuerte entre todo el equipo que comparte y cree en esos valores. A partir de ahí es más fácil compartir esa filosofía con el resto de la cadena de suministro porque la selección y la sintonía se producen prácticamente de una manera natural.
Es evidente que vamos a necesitar de unas habilidades mayores en el campo tecnológico para poder entender y aplicar las nuevas tecnologías para lo que habrá que potenciar la educación en estas materias y fomentar las llamadas carreras “STEM”.
Pero no podemos olvidar que siempre será necesaria una visión generalista de los negocios y que la especialización y, en algunos casos, la distancia, van a precisar de un mayor protagonismo de las “soft skills”. Por otro lado, es necesario insistir en la importancia de la formación dual para dotar a las empresas de los conocimientos que necesitan, al tiempo que se garantiza la empleabilidad de los estudiantes.
Después de dos crisis profundas en apenas una década, todos somos conscientes de la importancia de la industria en la economía de un país para limitar el impacto en la riqueza y en el empleo, pero no se terminan de tomar medidas para alcanzar el deseado 20% del PIB de origen industrial. De nuevo tenemos una oportunidad, ahora con la ayuda de los fondos europeos, que no podemos perder.
Fomentar la actividad industrial pasa por apoyar a la industria que ya existe y a la que se vayan añadiendo nuevas iniciativas. Las medidas para que esto suceda son conocidas: precios competitivos de la energía, ahora de origen renovable, simplificar trámites administrativos, unidad de mercado, valorar los esfuerzos en materia medioambiental y, en general, crear un microclima que favorezca la innovación y la actividad industrial.
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