La entrada en vigor efectiva del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), hace justo un año, supuso el pistoletazo de salida de la Unión Bancaria, uno de los proyectos económicos y financieros más ambiciosos de la Unión Europea tras la creación del euro.
En sólo 12 meses el aspecto de la banca europea ha cambiado significativamente. Si entonces el foco estaba puesto en la solvencia –los test de estrés publicados sólo un mes antes evidenciaron aún deficiencias de capital en algunas entidades europeas- hoy lo está en la rentabilidad. Dicho de otro modo, en cómo generar beneficio y retorno de la inversión en un contexto extremadamente complicado para hacer banca.
Los tipos de interés en la zona euro continúan en mínimos históricos y todo apunta a que seguirá así durante, al menos, buena parte del próximo ejercicio. Además, el crecimiento del crédito nuevo todavía no compensa, en algunas entidades, los vencimientos que se van produciendo de los préstamos concedidos en los años previos a la crisis. La entrada de nuevos competidores, especialmente en el mercado digital, es otra de las amenazas que obligan al sector a continuar con el proceso de transformación en el que está inmerso.
Como recuerda Francisco Uría, socio responsable del Sector Financiero de KPMG en España, la experiencia de este primer año de Unión Bancaria ha sido “positiva”. El Banco Central Europeo (BCE), en su papel de nuevo supervisor, se ha volcado en este primer ejercicio en algunas cuestiones que ya ocupaban la agenda de los reguladores nacionales, como los niveles de capital y de liquidez de las entidades.
Pero también se ha centrado en otras cuestiones como la calidad del gobierno corporativo, la gestión del riesgo y los modelos de negocio de los bancos, con el fin de evaluar si son o no viables a medio plazo en este entorno de estrechamiento de los márgenes.
Al BCE le quedan muchas otras tareas pendientes que se irán desarrollando conforme la Unión Bancaria vaya tomando forma. Uno de estos asuntos clave es el tratamiento que dan los bancos a los activos deteriorados (Non Performing Loans) en aras de una mayor homogeneización de la metodología que utilizan las entidades de la eurozona. Otra cuestión decisiva para los bancos, sean o no sistémicos, será el cumplimiento de los nuevos requerimientos de capital adicional exigidos para asegurar una mayor robustez del sector financiero en todo el mundo.
El proyecto de la Unión Bancaria tiene, por tanto, continuidad en el futuro y nuevos hitos que lograr. Entre ellos la entrada en funcionamiento del Mecanismo Único de Resolución y las transferencias de los fondos nacionales al Fondo Único de Resolución, que en 2024 deberá estar completamente mutualizado y nutrido de una cantidad equivalente al 1% de los depósitos garantizados en la Eurozona.
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