Entre 3,7 y 4,8 grados centígrados. Es lo que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas calculó en 2014 que podría aumentar la temperatura del planeta si no se tomaban medidas para mitigarlo. La Cumbre de París, finalizada la pasada semana, ha dibujado el camino para intentar frenar las importantes consecuencias que tendría este escenario, a través de un pacto considerado histórico por ser el primer acuerdo global contra el cambio climático.
El presidente francés, François Hollande, aseguró al finalizar la cumbre que “estamos en un punto decisivo en la historia”; mientras que Barack Obama, presidente de EEUU, calificó el acuerdo de “enorme” y Bank Ki-Moon, secretario general de Naciones Unidas, apuntó que “puede beneficiar a toda la humanidad en las próximas generaciones”.
“Se trata de un verdadero éxito de la diplomacia francesa”, comenta José Luis Blasco, socio responsable de Gobierno, Riesgo y Cumplimiento de KPMG en España. “Se ha encontrado la fórmula para que Estados Unidos acepte, algo que era complicado por las tradicionales reticencias del país a firmar acuerdos internacionales vinculantes. Asimismo, es un pacto que se basa en la solidaridad global y en el que los países comparten responsabilidad”, señala.
A diferencia de lo que sucedió con el Protocolo de Kioto (1997), en el que se fijaron metas concretas de reducción de gases que tenían que acometer los países desarrollados, ahora el objetivo es común y vinculante, aunque las reducciones individuales son más flexibles ya que cada país presentará su propio programa de reducción de emisiones. 187 de los 195 países reunidos en París ya lo han hecho, ahora deben ratificarlo y adherirse al acuerdo. Estos compromisos de reducción serán revisados al alza cada cinco años. ¿El objetivo? “Mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5 grados”. 2 grados es el límite que marcan la mayoría de científicos a partir del cual las consecuencias del calentamiento global podrían ser catastróficas.
Los obstáculos por derribar
El acuerdo será firmado por los 196 países que lo han aprobado el próximo 22 de abril, coincidiendo con el día mundial de la tierra, en una convención en la sede de la ONU. No obstante, para que sea vinculante, tendrá que ser ratificado por los parlamentos nacionales antes de su entrada en vigor en 2020. Y aquí es donde los expertos contemplan posibles obstáculos: “Es necesario que el 55% de las emisiones se encuentren bajo el paraguas del acuerdo para que este entre en vigor. Probablemente, los gobiernos de los países que han alcanzado el acuerdo cambien de aquí a 2020 y podría complicarse su aprobación al igual que sucedió con el Protocolo de Kioto”, apunta José Luis Blasco.
Por otro lado, el acuerdo alcanzado contempla la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020 y que en 2025 se revisará al alza. Las aportaciones vendrán de los países desarrollados, aunque no se especifica la cantidad que pondrá cada uno. Los emergentes podrán contribuir de forma voluntaria. El objetivo de estos fondos es impulsar acciones que mitiguen el cambio climático, así como ayudar a los países en desarrollo en la transición hacia economías bajas en carbono.
Las empresas: implicación necesaria
El acuerdo de París ha lanzado un claro mensaje: los científicos, pero ahora también los políticos, trabajarán para reducir las emisiones y para frenar el cambio climático. Mientras que algunos países como China o India en otras cumbres han intentado desvincularse de los compromisos, esta vez son partes activas del acuerdo. Barack Obama, desde el comienzo de las negociaciones, estableció como su gran objetivo lograr el consenso de todos los países presentes y alcanzar un acuerdo de alcance universal y vinculante.
“A partir de ahora, la lucha contra el cambio climático será un factor incluido de hecho en las decisiones geopolíticas relevantes”, comenta José Luis Blasco. Así, por ejemplo, el cambio climático viene siendo un driver de la agenda energética de la Unión Europea desde que la zona decidió liderar globalmente la transición hacia una economía baja en carbono. Por otro lado, a diferencia del Protocolo de Kioto, el acuerdo de París abre la puerta a la involucración del sector privado y establece una corresponsabilidad entre las empresas y los Gobiernos.
Así, el principal reto será determinar la mejor forma de alcanzar una economía baja en carbono, minimizando el impacto en el equilibrio de la economía mundial, en un mercado internacional en el que dos de las tres primeras compañías del índice Fortune 500 son petroleras.
Deja un comentario