La Función de Auditoría Interna es una función en constante transformación, que se ha convertido en pieza clave para desarrollar el nuevo modelo de gobierno, riesgos y cumplimiento que precisan a día de hoy las compañías. Una mayor exigencia que, unido a un entorno incierto y convulso, está intensificando y transformando los retos a los que deben hacer frente los Directores de Auditoría Interna.
Y es que desde mediados de la década pasada, las funciones de control y aseguramiento en las empresas se encuentran inmersas en un entorno económico que ha transformado su papel dentro de las organizaciones. Un entorno que le otorga mayores responsabilidades a esta función ya que precisa de su criterio en campos nuevos como la orientación operativa, la integración con el gobierno corporativo, así como el requisito imperativo de una información transparente y coherente.
Así, ahora los Directores de Auditoría Interna deben hacer frente a situaciones cada vez más complejas, fruto de la mayor sofisticación de los mercados, de cómo la tecnología se ha convertido en el centro del negocio o de la mayor internalización.
Este cambio en las expectativas, junto con la gestión de riesgos, está impulsando un cambio importante en la función en muchas organizaciones. Y los inversores, el Consejo de Administración y su Comisión de Auditoría, la alta dirección, y los reguladores están exigiendo reorientar sus esfuerzos más allá de la perspectiva contable y convertirse en el asesor de referencia cuando las organizaciones persiguen disminuir la incertidumbre.
Muchas funciones de auditoría interna se encuentran actualmente sumergidos en procesos de reflexión estratégica para adaptarse a los nuevos retos internos y externos a los que están cada vez más expuestos. Y, a su vez, están inmersos en la revisión de los planes estratégicos de la propia organización Sin embargo, a veces es preciso frenar para poder ir más rápido. En este sentido, están siendo muy útiles los análisis de comparativa con el mercado y otras buenas prácticas.
En la mayoría de las empresas, las evaluaciones de la función se realizan de manera sistemática cada tres años siguiendo las normas de la profesión del Instituto de Auditores Internos. Estas evaluaciones son muy útiles porque proporcionan un análisis sobre el nivel de cumplimiento de los estándares normativos de la práctica de auditoría interna.
Sin embargo, en algunas organizaciones avanzadas, complementan esta evaluación con el análisis, tratando de obtener información comparativa en algunas materias.
Este análisis se suele realizar de manera informal y para ámbitos concretos, a través de los numerosos foros a los que acuden los directores de auditoría interna, de la propia práctica de auditoría o sectoriales. No obstante, la reflexión estratégica requiere de una metodología estructurada que permita profundizar en los aspectos clave, los factores críticos de éxito que permitan a cada función evolucionar hasta el nivel de madurez deseado y alineado con la propia estrategia de la compañía. Por ejemplo, si en la actualidad la empresa está apostando por la digitalización de todos los procesos a nivel avanzando, incorporando las tecnologías emergentes como blockchain, inteligencia artificial o machine learning, no tendría sentido que la función no contase con un plan de transformación digital en su propia área.
Para facilitar el proceso de reflexión estratégica en la función de auditoría interna, una de las claves fundamentales es determinar el alcance o áreas de trabajo en las que la función va a centrarse a la hora de hacer la reflexión. Porque tratar de abarcar de golpe todos los posibles aspectos llevaría al error de no poder profundizar en ellos.
Por tanto, una primera clave en este proceso sería definir las materias y submaterias a tratar ya que l estas no deberían ser excesivas. Aproximadamente cuatro suele ser un número razonable. Se trata de aspectos de gran calado como el universo de auditoría, organización de la función, transformación digital, reporting o gestión del talento.
Un segundo aspecto clave es determinar las prácticas de mercado comparables. Muchas empresas se comparan con sus competidores sectoriales directos. Y esto tiene sentido porque en muchos casos habrá prácticas específicas del sector que puedan ser comunes y que no apliquen a otros, sobre todo cuando hablamos de sectores muy regulados, como el asegurador o el sector bancario. Pero en este punto, otro punto importante es considerar prácticas extra sectoriales e internacionales, que consiste en identificar la mejor práctica con independencia de donde se ubique.
El tercer aspecto relevante tiene que ver con lo anterior. Pues de las prácticas líderes identificadas, es preciso evaluar internamente la viabilidad no solo técnica y organizativa sino estratégica, de cultura o corporativa. Porque de nada sirve que hayamos identificado qué en una organización, por ejemplo, la función de auditoría interna tenga una alta involucración en iniciativas estratégicas como asesor de confianza, si en la propia empresa existe un mandato o cultura por parte de los órganos de gobierno para restringir esa participación y así preservar la independencia de la función en su extremo máximo.
En definitiva, la evaluación externa y comparativa de mercado resulta cada vez más necesaria como un elemento clave para la reflexión estratégica de la función de auditoría interna, habida cuenta del entorno actual y tendencia esperada tanto de los mercados como de sus reguladores. Y, aunque es un proceso complejo que conlleva una reflexión inicial de las materias y submaterias críticas a abordar, una identificación de comparables y acceso a su información y finalmente el análisis de las prácticas identificadas con el encaje de la organización, es preciso que las funciones de auditoría interna dediquen parte de su tiempo y presupuesto a abordar esta cuestión.
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