La psicóloga y neurocientífica Lisa Feldman Barret interpreta nuestro cerebro como una máquina que desarrolla predicciones continuamente, según las experiencias almacenadas. En muchas ocasiones decimos: “sabía que esto iba a ocurrir” o “me imaginaba que iba a pasar”. Construimos de manera inconsciente una gran cantidad de cábalas, algunas de las cuales terminan materializándose y, por eso, no nos sorprenden. Tal vez, de ahí viene nuestra pasión por los modelos de predicción probabilísticos, es decir, los que toman datos muestrales que soportan extrapolar una conclusión con mayor alcance. Aplicados al pronóstico de riegos de compliance, se supone que, conociendo informaciones de pasado y presente, se podría modelizar matemáticamente el futuro. No obstante, el célebre matemático Nassim N. Taleb viene denunciando que las irregularidades graves revisten tal singularidad que las hace imposibles de prever ¿Existen entonces otras formas de realizar juicios de pronóstico de compliance más allá de la teoria probabilística clásica?
En 1944 la Universidad de Princeton publicó el libro “Theory of Games and Economic Behavior”, obra del matemático John von Neumann y el economista Oskar Morgenstern. El rasgo diferencial de la teoría de juegos respecto de la teoría de probabilidades es que prima considerar las estrategias de los diferentes sujetos que participan en una actividad, para predecir los resultados racionales que pueden derivarse de su interacción. Podría decirse que el juicio de pronóstico sigue un enfoque utilitarista, de modo que, de las opciones de elección posibles según las estrategias de todos los sujetos en juego, éstos adoptarán la que más les convenga conociendo de antemano las consecuencias de sus decisiones en las estrategias de los restantes.
En las organizaciones confluyen multitud de sujetos con estrategias distintas. En muchas ocasiones, son inducidas por los modelos de incentivos económicos: por ejemplo, el equipo directivo desea maximizar ventas y rentabilidad porque así obtendrá un mayor bonus, del mismo modo que el equipo de compras buscará disminuir el coste de los proveedores con el mismo propósito. En ausencia de otras estrategias en juego, está claro que las decisiones racionales de estos colectivos serán aquellas que mayor rentabilidad o ahorro les produzcan, respectivamente, pues de ello depende su compensación económica.
Cuando se introduce la “estrategia de compliance” en este juego, es claro que dichos sujetos calibrarán sus decisiones considerando las consecuencias que finalmente sufrirán si sus conductas no están alineadas con las normas o la ética. Esto producirá un nuevo elenco de posibles resultados conductuales, del cual se pronosticará el más racional desde una perspectiva individual. Como vemos, esta metodología prescinde de la traza histórica y otros factores probabilísticos habituales, fundamentando juicios de pronóstico según la naturaleza y el peso de las diferentes estrategias en juego. Ayuda, por lo tanto, a prever incidentes de Compliance, incluso cuando no se dispone de ningún antecedente comparable.
El célebre matemático John Nash amplió la teoría de juegos a entornos complejos (con más de 2 sujetos), permitiendo así prever las decisiones más racionales posibles. Sin embargo, la realidad demuestra que no todas nuestras decisiones son racionales. Esa fue una de las críticas a la teoría de juegos que arreciaron en la década de los 50 del pasado siglo. El antropólogo Gregory Bateson reprobó abiertamente esta teoría porque ignoraba –o incluso negaba- que el carácter humano pudiese cambiar las cosas. Decía que los “jugadores” que imaginaba von Neumann “difieren fundamenalmente de las personas y los mamíferos en el sentido de que esos robots carecen por completo de sentido del humor y son incapaces de jugar”.
Tampoco ayudó que von Neumann y otros científicos alineados con la teoria de juegos fueran defensores acérrimos de un ataque nuclear preventivo contra la antigua Unión Soviética, aduciendo que esa era la decisión más racional que se podía adoptar en un entorno de Guerra fría. El físico austríaco J. Robert Oppenheimer, protagonista indiscutible del programa Manhattan que desarrolló las primeras bombas atómicas, llego a cuestionarse el sentido de una civilización Ética, que era capaz de matar a todo el mundo en virtud de la teoría de juegos.
En este mismo sentido, el físico y divulgador William Pounstone denuncia que el perfil de sujeto que baraja la teoría de juegos es equiparable a “un fuera de la Ley, sin ética y carente de escrúpulos morales, que se enfrenta a un adversario igualmente implacable”. Para von Neumann, el egoísmo y la falta de honradez formaban parte de los procesos normales de decisión de las personas, lo cual no es del todo cierto y compliance tiene mucho que ver con ello.
Vistas las limitaciones de la teoría de juegos, no parece que vaya a destronar a la teoría probabilística que aplican la mayor parte de modelos de compliance, muy a pesar de sus grandes limitaciones.
Aunque estemos lejos de generalizar la teoría de juegos y sus derivados en el ámbito del compliance, sí podemos extraer algunas conclusiones: (i) se pueden realizar aproximaciones de pronóstico atendiendo a las estrategías de los sujetos que participan en los procesos de las organizaciones, (ii) esa prognosis no precisa considerar al bagaje histórico ni muestras, y (iii) las propias organizaciones pueden modular el resultado de las conductas previsibles reforzando su estrategia de compliance.
En el video número 7 de la serie dedicada a reflexiones de compliance trato, precisamente, el grado de fiabilidad que tienen actualmente los ejercicios de evaluación de riesgos, sobre todo cuando pretenden anticipar hechos tremendamente singulares.
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