El pasado 6 de noviembre empezaba una nueva ronda de trabajo global por el clima en la arena de Sharm El-Seikh en Egipto. La COP27 (sí, 27 cumbres globales llevamos ya) se propone como la de la acción y la rendición de cuentas, y la verdad es que en los primeros días estamos viendo cómo parece que los líderes mundiales tienen cierto pudor a seguir haciendo promesas ‘huecas’ o llenas de palabras, pero faltas de medidas. En su lugar, las iniciativas presentadas hasta ahora tienen una pequeña o mediana dosis de objetivos, planes y acciones concretas que, no en todos los casos, pero sí en algunos, incluyen aspectos nuevos.
No en vano esta cumbre se celebra en Africa, un continente que participa poco en la generación de emisiones de gases de efecto invernadero pero que, sin embargo, sufre cada vez con consecuencias más graves los efectos de la crisis climática. Egipto, sin ir más lejos, es uno de los países más afectados por la sequía en 2022, un año que pasará a la historia por alcanzar las temperaturas más altas desde que existen registros.
Ya en la COP26 pudimos ver muy activos a los países africanos, reivindicando más apoyo para una transición justa y logrando adelantar en la lista de prioridades la adaptación y las pérdidas y daños. Preparaban entonces el camino para un despliegue que en Egipto está claramente orientado hacia ese fin, desde la agenda de adaptación que ha propuesto la presidencia de la COP27 esta misma semana, a las diferentes iniciativas planteadas por el sector financiero para apoyar la resiliencia de las regiones en desarrollo.
Como en las últimas ediciones, además de los espacios para las negociaciones oficiales, la presidencia, junto al High-Level Champions and Marrakech Partnership, ha preparado una agenda temática con días dedicados a diferentes materias que permitirán tanto a las organizaciones referentes, públicas y privadas, como a la sociedad civil profundizar en el debate y, sobre todo, presentar iniciativas y alianzas. En Glasgow, el gran trabajo de los Champions hizo que la COP26 fuera una de las que más compromisos presentara y demostró que el papel de las organizaciones privadas es imprescindible para avanzar más y más rápido.
Así, junto a las jornadas inaugurales de las propuestas e intervenciones de los líderes globales, hay días ya tradicionales dedicados a las finanzas, la energía, la descarbonización, la adaptación o la visión de los jóvenes; otros estrenados en la última edición como diversidad de género o biodiversidad; y algunos nuevos de esta edición como los dedicados al agua y a las soluciones. En cada uno de ellos se espera escuchar alta y clara la voz de las organizaciones, y no solo con aspiraciones, sino con rendición de cuentas y propuestas concretas de acción y financiación.
Hasta ahora el 83% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero están cubiertas con compromisos net zero a lo largo y ancho de toda la economía, aunque, como hemos visto en algunos informes publicados antes de la COP27, las promesas no siempre se corresponden con los datos de evolución por el momento.
Sobre la mesa está la capacidad de llegar a un acuerdo de avance significativo en la implementación de los cuatro objetivos de esta cumbre: mitigación, adaptación, financiación y colaboración. Sobre ella sobrevuela una espesa nube negra en forma de policrisis, que será el principal escollo y a la vez el principal motivo para ser valientes en las soluciones definitivas, y las ausencias iniciales de dirigentes de China, Rusia e India, que están en la lista de los principales emisores de carbono.
Europa (con alguna voz interna en discordia), sin embargo, ha mostrado su determinación para no retroceder ni un ápice y ha recordado que es el principal contribuyente a la financiación internacional. Se suman a este empuje otros países como Estados Unidos, Egipto o Reino Unido, junto a los países africanos que se han sumado a multitud de alianzas ya existentes.
En juego están no solo el planeta y la sociedad, sino también la confianza en el multilateralismo. En la COP26 salió viva por los pelos, como el objetivo 1,5 grados, pero esta vez puede ser la definitiva. Elevadas son las voces que acusan de greenwashing a todas las organizaciones que participan en esta COP27, pues tras 27 intentos apenas hemos avanzado un metro, pero hay que estar allí para comprender la dificultad de esos acuerdos y valorar todos los pasos dados, no solo los que se reflejan en los documentos finales de las cumbres, sino también todas las propuestas, acciones, compromisos y soluciones que se presentan desde diferentes sectores y que contribuyen igual o más a lograr los objetivos.
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