Agilidad y capacidad de adaptación son las máximas que guían al sector de infraestructuras ante un entorno ciertamente complejo, en el que las decisiones que se adopten hoy marcarán las próximas décadas. A cuestiones como la inflación, el aumento de las tensiones geopolíticas y la disrupción en las cadenas de suministro se unen las nuevas necesidades de la sociedad, y la búsqueda de una mayor sostenibilidad.
Un complejo equilibrio por el que los directivos de las compañías del sector deben apoyarse en la tecnología y el análisis de datos, al tiempo que hacen un seguimiento continuo del entorno. Sin duda, planificar construcciones de largo plazo en un mundo marcado por el cortoplacismo y la volatilidad conlleva nuevos desafíos que marcan la estrategia de un sector tan significativo para la economía.
Los gestores de infraestructuras necesitan mantener el seguimiento y control continuo sobre los riesgos a los que se exponen las construcciones para cumplir con este propósito. En consecuencia, “deben controlar aquellos riesgos sobre los que tienen más poder de actuación, así como seguir muy de cerca los cambios en los patrones en los usuarios de las infraestructuras para poder tomar las medidas necesarias de la forma más rápida posible”, explica Ovidio Turrado, socio responsable del sector de Infraestructuras de KPMG en España.
Por ello, la gestión de riesgos debe centrar su mirada en aspectos macroeconómicos determinantes, como puede ser el aumento de los tipos de interés. La práctica habitual en las financiaciones de infraestructuras suele ser incluir coberturas “que otorgan protección frente a subidas en los tipos de interés como las que estamos experimentamos actualmente”, recuerda Ovidio Turrado. “El impacto relativo de la inflación también es uno de los aspectos que se suele regular en los contratos de concesión de infraestructuras a nivel internacional, incluyendo, en muchos casos, cláusulas de actualización vinculadas a la misma”, aclara.
Dado que la construcción de infraestructuras requiere de una gran inversión y la perdurabilidad de estos activos suele ser elevada, resulta fundamental valorar los diferentes escenarios y desafíos para adaptar la infraestructura a los cambios y necesidades futuras. “Para afrontar estos retos será necesario disponer de la información necesaria tanto de los hábitos y comportamientos pasados como de las tendencias actuales y futuras”, explica el socio responsable de Infraestructuras de KPMG.
Ante el actual contexto de marcada incertidumbre, “la planificación de infraestructuras se enfrenta a dos grandes retos: decidir sobre qué infraestructuras prioritarias invertir y a las que destinar los fondos de los contribuyentes; y elegir cómo se deben diseñar esas infraestructuras para que sean realmente útiles y eficientes durante la vida del activo”, detalla.
Para tomar las decisiones correctas, se requerirá la implementación de cuatro palancas clave: entendimiento de las necesidades actuales y futuras, agilidad para adaptarse al entorno cambiante, colaboración entre diferentes sectores, instituciones e inversores y el valor necesario para afrontar grandes retos, como el cambio climático. Estas palancas impulsarán la adaptabilidad y resiliencia del sector, tal y como detecta el informe ‘El Futuro del Transporte Público’, elaborado por KPMG.
Sin duda, para la toma de decisiones, el análisis de datos se considera una herramienta capital, tanto para entender los comportamientos y las necesidades de los usuarios como para predecir su evolución para realizar una adecuada planificación. “La tecnología y el análisis de datos juegan un papel esencial, ya que cada vez más las infraestructuras son activos digitales y conectados que captan en tiempo real datos de sus usuarios, lo que posibilita tomar decisiones dinámicas en la gestión y el mantenimiento de estas para mejorar la experiencia de usuario, la eficiencia y la sostenibilidad de las infraestructuras”, subraya Ovidio Turrado.
No obstante, esta mayor digitalización y conectividad tiene aparejado “un incremento de la exposición de dichos activos a potenciales ciberincidentes que pueden tener consecuencias catastróficas, lo que requiere tomar precauciones”. Por este motivo, se recomienda que las corporaciones refuercen sus protocolos de ciberseguridad frente a posibles amenazas. Mantener la actualización de los sistemas, implantar soluciones integrales y promover la formación de los profesionales, son solo algunas de las acciones preventivas que deben incluirse en la estrategia.
En paralelo, en un entorno como el actual, donde la situación económica hace que los recursos públicos que se puedan destinar al desarrollo y modernización de infraestructuras sean limitados, es necesario implementar mecanismos que permitan complementar la inversión pública con la captación de fondos privados, en las condiciones más competitivas, para el desarrollo de infraestructuras.
En este sentido, “el sector de las infraestructuras se encuentra entre los más atractivos para los inversores, por su generación de flujos de caja estable y predecible y por ser activos con visibilidad a largo plazo”, según comenta Ovidio Turrado. Sin embargo, “para movilizar la financiación privada es necesario establecer modelos de colaboración público-privada atractivos, en los que exista una adecuada estructuración de los riesgos del proyecto y mecanismos de remuneración equilibrados, lo que permitirá acceder a la financiación privada al menor coste”.
Pero no habrá inversión que no tenga en cuenta el factor medioambiental. Y es que este impacto supone también un condicionante clave en la forma de construir y rediseñar las infraestructuras. En este sentido, la digitalización y la implementación de las tecnologías emergentes también son una ayuda fundamental de cara al impulso de la descarbonización de la industria.
Invertir en áreas prioritarias que promuevan el bienestar del ciudadano y el desarrollo sostenible ayudará a incrementar la resiliencia y la calidad de las infraestructuras del mañana. A tal efecto, es necesario trabajar en todas las fases del ciclo de vida de las infraestructuras, desde la planificación y el diseño de las mismas hasta su construcción y operación con el objetivo de reducir el impacto medioambiental de estos activos.
No hay duda de que las infraestructuras son un reflejo de nuestra sociedad cambiante y, por ende, el sector necesita evolucionar a su mismo ritmo, apoyándose así en las nuevas tecnologías que le permitirán adaptar tanto las infraestructuras ya existentes como las futuras. Todo ello conducirá hacia un modelo cada vez más eficiente, ágil e interconectado. De tal modo que más allá del desarrollo económico, se genere a su vez un progreso social e inclusivo que perdure durante toda la vida del activo.
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