Las comisiones de ESG van ganando terreno en las organizaciones. Empezaron siendo una tendencia en las compañías del IBEX 35 pero hoy en día esta figura especializada y delegada del Consejo se extiende a empresas de menor dimensión dada la capacidad de estas tres letras, si son bien interpretadas, para aminorar riegos y transformar modelos de negocio.
Las empresas, como proveedoras de los productos y servicios que hacen que las sociedades crezcan y las personas se labren un futuro mejor, tienen una responsabilidad indelegable como impulsoras de un desarrollo sostenible, según recuerda Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España. Y es que, como sostiene Marshall McLuhan, no hay pasajeros en una nave espacial llamada Tierra: todos somos tripulantes.
Así, en el informe “La agenda de la Comisión de ESG para 2023” de KPMG, se advierte cómo los inversores, las agencias de análisis y calificación, los activistas, los empleados, los clientes y los reguladores consideran que la manera en la que las empresas abordan los riesgos medioambientales, sociales y de buen gobierno corporativo (ESG) resulta fundamental para la sostenibilidad del negocio y la creación de valor a largo plazo.
El informe es fruto de la experiencia atesorada por KPMG en España y de las conversaciones directas con consejeros y ejecutivos de las empresas españolas. De organizaciones que han visto cómo las materias ESG se han abordado desde diferentes comisiones y cómo las han obligado a coordinarse entre sí, dado que sus temáticas afectan a retribuciones, auditoría o nombramientos. Una de las formas de solucionar estos solapamientos pasa por la creación de una Comisión de ESG. Estas son sus 5 principales conclusiones.
Los consejeros necesitan hoy en día una formación sólida en materias ESG. No se trata ya de que comprendan un informe, sino de que sitúen estas cuestiones en el centro de la agenda y sepan informar, intervenir y guiar la estrategia de sostenibilidad de la compañía.
Los consejeros, además, deberán certificar sus competencias sobre sostenibilidad con la nueva regulación de reporte. La Comisión de ESG puede contribuir a la formación del Consejo y valorar juntos su progresión en algunas de estas materias:
Esta formación no es solo una exigencia que se impone el propio Consejo y que se extiende a todos los perfiles directivos. La demandan los inversores y los grupos de interés, incluidos los trabajadores y los clientes. ¿Cómo puede supervisar el Consejo que la Dirección está alineada con esas demandas?
Por otro lado, la cultura corporativa es esencial para orientar la transición hacia una estrategia ESG. El Consejo debe preguntarse, según el citado informe, si los procesos clave de la compañía responden a la cultura corporativa deseada, si se está invirtiendo en los valores (la mejor forma de que estos progresen y se midan) o si hay un liderazgo ESG claro del Presidente y del Consejero Delegado, pero también por parte de todos los miembros del Consejo.
El cambio climático no es un futurible. Es un riesgo cuyos efectos ya se dejan notar en la vida de las personas y el balance de las empresas: inundaciones, olas de calor, incendios y sequías. También implica riesgos inmediatos, relacionados, por ejemplo, con la respuesta de los clientes y de los reguladores.
En cuanto a la S de Social, factores como la gestión de las relaciones con los empleados y con las sociedades donde opera, así como la diversidad, la inclusión y la igualdad, están en el centro de la agenda. La Comisión de ESG no solo debe situarlas en el lugar que les corresponde, sino convencer a la Dirección sobre su potencial de innovación, disrupción y creación de valor. Eso se traduce en inversiones.
La Comisión de ESG tiene que estar atenta a estas cuestiones:
Es responsabilidad de la Comisión de ESG que los datos sean de calidad y sean la referencia clave para la toma de decisiones que impulsen el negocio y atenúen los riesgos. La recopilación de la información debe responder a criterios de rigor, coherencia y relevancia. Las métricas ESG son variadas y aún producen confusión en las organizaciones, por su novedad y por la dificultad de traducirlas al lenguaje financiero. Es necesario saber elegir las adecuadas y adaptarse a los estándares y protocolos internacionales:
Como señala Ramón Pueyo, la información de calidad no solo ayudará a responder a las exigencias de los grupos de interés, sino a descubrir riesgos y también oportunidades para el negocio: “Esta es la verdadera importancia de integrar estandarización y rigor en la valoración de los aspectos ESG”, señala el socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno.
Los informes sobre cuestiones ESG presentan ciertos matices en comparación con los estados financieros. Importan los números y los desgloses, pero, como observa Ramón Pueyo, es responsabilidad del Consejo y de la Comisión “determinar qué información es realmente importante para los grupos de interés y cómo lo es a corto, medio y largo plazo. Y hay que estar muy atentos a lo que hacen los competidores”. Aquí entra en juego no solo el rigor de los reportes, sino la comparación del comportamiento de la organización con el de otras empresas y del sector.
El informe plantea algunas consideraciones a las que deben atenerse estos reportes:
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