Cuando aparecieron los trenes en el siglo XIX, un comunicado de la asociación de psiquiatras ingleses, la más importante en Europa en aquel momento, aseguraba que las máquinas amenazaban la cordura del ser humano debido a su alta velocidad. Y es que, a cada disrupción tecnológica profunda le acompaña una dosis de incertidumbre y de miedo a lo desconocido, aunque también la esperanza de que lo nuevo también puede ser mejor. La llegada de la inteligencia artificial generativa no ha sido una excepción: el 66% de los empleados encuestados en el estudio ‘Future of work. Shaping the workforce of the future with AI’, elaborado por KPMG, espera que esta tecnología ayude a aumentar su productividad y más de un tercio (37%) asegura que automatizará el 30% de sus actividades. Aunque también el 38% cree que las mejoras en la productividad se verán contrarrestadas por el impacto en su bienestar y salud mental.
La cuestión entonces es: ¿cómo conseguir el equilibrio entre la productividad y una posible resistencia al cambio? Para Eva García San Luis, socia responsable de KPMG Lighthouse, “la Inteligencia artificial generativa ha abierto un abanico de posibilidades que, puestas al servicio del profesional, tienen el poder de cambiar y, previsiblemente, aumentar, esa productividad. Pero, para que esto llegue a ser una realidad tangible, las organizaciones deben establecer una hoja de ruta y unos parámetros sobre los que implementar esta tecnología, otorgando a sus empleados la formación, capacidades y plazos para obtener el máximo partido de ella y que el resultado sea positivo para todas las partes”.
Hasta ahora, los avances tecnológicos han obligado a los profesionales a adaptarse a nuevas herramientas, a amoldarse a la tecnología. La IA generativa es el primer avance tecnológico que se adapta a las necesidades del profesional para resolver problemas, facilitar su trabajo y ofrecer respuestas. Y los líderes empresariales están decididos a apostar por ella. Según el KPMG 2023 CEO Outlook, siete de cada diez CEO, tanto en España como en el conjunto de los países analizados, afirmó que la IA generativa es una prioridad de inversión para su organización. Y, concretamente en España, un 82% de ellos esperaba comenzar a rentabilizar este desembolso antes de cinco años.
Sin embargo, tal y como recuerda Cristina Hebrero, es imprescindible adelantarse y gestionar el cambio, analizando cómo va a impactar en las personas y en los puestos de trabajo y actuando con anticipación: “Ante la irrupción de la IA generativa es comprensible que los empleados lo perciban con ilusión y esperanza, pero también que tengan dudas, miedos y resistencia al cambio. Por esa razón, las organizaciones deben dotar a las personas de la formación y las capacidades necesarias para que puedan aprender las nuevas formas de trabajo aprovechando todo el potencial que les brinda una tecnología de estas características, siendo así capaces de desplegar todas sus oportunidades y ventajas en términos de productividad y orientación a las actividades de mayor aportación de valor. Porque no podemos olvidar que, el potencial de transformación de la IA generativa para la organización y los negocios va a depender en gran medida de las personas y de su capacidad de aprendizaje y adaptación a las nuevas formas de trabajo”.
Coinciden en esta visión los propios empleados, quienes han interiorizado que la continua formación y adaptación es la única vía de no quedarse atrás y liderar el cambio: el 72% de los empleados encuestados en el mencionado ‘Future of work. Shaping the workforce of the future with AI’ está de acuerdo en que el aprendizaje continuo y el upskilling son cruciales si quieren ser relevantes en su ámbito de trabajo. Y quieren serlo. De hecho, hay algunos aspectos que consideran cruciales a la hora de elegir a su empleador. Según datos del mismo estudio, el 62% de los empleados asegura que la inversión en upskilling posee gran influencia a la hora de unirse, abandonar o permanecer en una organización. Y el 78% son optimistas en cuanto a que sus conocimientos actuales serán adecuados para los nuevos roles, pese a la velocidad del cambio.
Y es que, desde hace unos años, las prioridades y demandas de los empleados en cuanto a condiciones y proyección profesional en su lugar de trabajo han dado un giro de 180º. Especialmente tras la crisis sanitaria, las personas repensaron su relación con el trabajo, la familia, la comunidad y el medioambiente. Además, cuestionaron también el concepto tradicional de éxito y comenzaron a buscar, sobre todo, propósito en sus vidas y en su profesión.
Ante ello, “las compañías están repensando cómo mejorar y adaptar su propuesta de valor a las expectativas de los profesionales. Y, en este sentido, el auge de la IA generativa es crucial, pues tiene la capacidad de poder eliminar tareas repetitivas y que resultan mecánicas para los empleados, mejorando su motivación y sentimiento de contribución a través de un trabajo de mayor valor, a la vez que impulsar la creatividad y la productividad, lo que revierte en la mejora de la calidad de vida de las personas y en mayores oportunidades de crecimiento profesional”, subraya Cristina Hebrero.
Según la citada encuesta, el 64% de los empleados ha visto cómo ha aumentado su carga de trabajo en los últimos años. Y, en contraposición, según el Microsoft Work Trend Index, el 70% está abierto a delegar todo lo posible en la IA para disminuir esta carga. Es decir, que las personas con talento exigirán a sus empleadores que les doten de la tecnología necesaria para mejorar su eficacia en el trabajo. Y querrán trabajar para empresas que aprovechen la inteligencia artificial y humana para estimular la productividad, el crecimiento y la innovación, no sólo para reducir costes. Estos elementos de la propuesta de valor se posicionarán al mismo nivel que el propio paquete retributivo de la empresa.
Y es que centrarse a largo plazo en la productividad, el valor y el crecimiento no es sólo una oferta atractiva para los empleados. También puede generar un negocio más exitoso a largo plazo, ya que las organizaciones ven un efecto multiplicador en la combinación de inteligencia humana y artificial eficaz, que sigue estando fuera de su alcance cuando ambas trabajan aisladas.
A día de hoy, cuando se les pregunta a los empleados cuáles son para ellos las propuestas de valor más importantes, las respuestas son claras: cultura (50%), valores y propósitos (47%), retribución justa (34%) y trabajo flexible (33%). Sin embargo, la realidad difiere con este último aspecto: según el citado informe, el 50% de los empleados encuestados trabaja de manera presencial en la oficina, aunque sólo un 30% quiere permanecer en ella. Y solo el 10% de las ofertas laborales encajan en esta petición.
Es decir: el trabajo híbrido se extiende entre las preferencias personales. Pero no ocurre lo mismo con las apuestas de los líderes empresariales: la casi totalidad de los consejeros españoles (89%), encuestados en el KPMG 2023 CEO Outlook, estaba dispuesto a recompensar, a través de retribuciones, incrementos salariales o promociones a aquellos profesionales que pongan empeño en volver a la oficina. Ante ello, la fórmula ganadora será encontrar el equilibrio entre ambas posturas teniendo siempre presente que la flexibilidad se convierte cada vez más en la clave del éxito.
Porque cuando se habla de trabajo híbrido, las empresas revelan dificultades para fijar los límites con claridad y explicar a sus profesionales las razones que lo justifican. Es aquí donde cobra especial relevancia el rol de los mandos intermedios (middle manager). Pues son un puente de comunicación con la dirección, conocen en tiempo real si la estrategia es la adecuada y advierten los cambios de negocio y la forma en la que la organización debería readaptarse. En esta época tan incierta, el 77% de los encuestados admite este valor e importancia.
Aunque si no se equipa a estos directivos para esta función —o peor aún, sí se prescinde de ellos— se corre el riesgo de que aumente la rotación de personal y no se alcancen los objetivos de la compañía si pierde sus virtudes de mentoring, enseñanza o resolución de conflictos. En caso de que esto no se cumpliera habría que preguntarse cuál es la razón. ¿Qué falla? ¿Hay brecha de conocimientos? ¿Existe una carencia de motivación? ¿Los propósitos son erróneos? ¿La sobrecarga de trabajo es abrumadora? ¿Están lo suficientemente empoderados para hacer lo que tienen que hacer? ¿Se han seleccionado las personas adecuadas para ese cargo?
Son muchas preguntas para las que habrá que ir encontrando respuestas, siempre desde la convicción de que los profesionales son la pieza imprescindible, sobre la que debe girar la estrategia y hacia quienes se deben orientar las medidas. Porque la IA va a evolucionar a velocidad de crucero y “sí hay algo que nos han enseñado los grandes avances tecnológicos es que debemos estar en constante adaptación y aprendizaje. Y tanto los líderes de las organizaciones, sus empleados, los reguladores y la sociedad, en su conjunto, debemos mantener este mindset a largo plazo, para que nadie se quede atrás”, concluye Eva García San Luis.
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