Ante un mapa de riesgos tan complejo e impredecible como al que se enfrentan las compañías a día de hoy, que pueden tener consecuencias significativas tanto a nivel reputacional como económico, implementar modelos de control interno efectivos que ofrezcan una respuesta real a las amenazas potenciales es la apuesta más “segura” para mitigar estos riesgos y asegurar la sostenibilidad y el éxito de la compañía en el medio y largo plazo. Este ha sido, de hecho, el camino que han seguido las organizaciones en los últimos años.
Pero estos modelos deben estar adecuadamente diseñados y sustentados en una supervisión activa y eficaz, ya que solo así las compañías podrán anticiparse e identificar debilidades mucho antes de que se conviertan en problemas mayores.
Así, un modelo de control interno robusto y bien estructurado no solo se centra en la identificación de riesgos, sino que es capaz de alinearlos con los objetivos de la organización y proyectarlos en todos los procesos críticos. Y también define las medidas más adecuadas para reducir las amenazas y la materialización de hechos no deseados.
Esto incluye, además de los procesos operativos, de negocio, o financieros, la gestión de los sistemas, convertido en un elemento clave para el funcionamiento integral, seguro, fiable y transparente de la compañía.
Por todo ello, disponer de un modelo de control robusto permite:
Todo ello redunda en el fortalecimiento de la compañía y en demostrar su fiabilidad ante terceros.
Pero, además, las ventajas de contar con un modelo de control interno eficaz quedan confirmadas a través del efecto negativo que se genera en las organizaciones en caso de materializarse incumplimientos a consecuencia del fallo de control.
Recientemente KPMG ha publicado un informe en el que se han identificado diversos fallos de control interno que han llevado a compañías cotizadas en Estados Unidos a ser sancionadas. Estos casos ponen de manifiesto las consecuencias adversas que pueden derivarse de la falta de controles internos adecuados y eficaces o la negligencia en su aplicación que supone impactos económicos en forma de sanciones o reputacionales, deteriorando la confianza de los inversores.
En el mencionado informe se identifican varias áreas clave donde las compañías deben enfocar sus esfuerzos para fortalecer sus modelos de control interno y reducir la materialización de riesgos.
En definitiva, la implementación y mantenimiento activo de modelos de control interno que respondan de manera efectiva a los riesgos organizacionales es esencial para la consecución de los objetivos, la supervivencia y el éxito a largo plazo de las compañías, permitiendo anticiparse a las amenazas, identificar debilidades de manera proactiva y asegurar la supervisión continua y proactiva de todos los procesos críticos.
La gestión de los sistemas es un elemento clave en este contexto, ya que garantiza que la información y los activos de la empresa estén protegidos y sean utilizados de manera eficiente. En paralelo, las compañías, sus empleados y directivos, deben reconocer la relevancia de estos controles y su papel fundamental en la protección de la organización y la preservación de su reputación y viabilidad económica.
Con ello, la inversión en modelos de control interno sólidos no solo mitiga riesgos, sino que también impulsa la confianza y el éxito sostenible en un entorno empresarial rodeado de incertidumbre, cada vez más complejo y desafiante.
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