La decisión de Estados Unidos de establecer medidas proteccionistas no vistas en más de un siglo, y la respuesta de los distintos países (y las posibles contrarréplicas) abren un escenario desconocido. Por el momento, la única certeza con la que cuentan las organizaciones españolas es la pausa de 90 días de la Unión Europea, y del mantenimiento de aquellos países que hayan tomado medidas de respuesta. Pero en medio de esta volatilidad sí que existen dos realidades:
La primera de ellas es la propia incertidumbre: como se indicaba más arriba, todavía no se puede predecir el alcance y la duración de la escalada arancelaria, por lo que es recomendable trabajar con distintos escenarios. Además, como ya han advertido algunos analistas, si las tasas se mantienen en el tiempo, el crecimiento económico se verá comprometido (de hecho, el Banco de España anunció una revisión a la baja sus previsiones para España cuando se conoció la cifra del 20% para la UE) y, por tanto, será necesario integrar la nueva coyuntura en los planes de negocio.
Y la segunda es que todos los mercados van a verse afectados en mayor o menor grado. Las medidas arancelarias de Estados Unidos ya están generando réplicas y contrarréplicas y los países han empezado a revisar sus alianzas y acuerdos comerciales internacionales.
Teniendo en cuenta estos dos aspectos, las empresas pueden empezar a tomar medidas para protegerse del impacto de la escalada arancelaria a corto plazo y sentar las bases de su estrategia en el caso de que esta se prolonguen a medio plazo. En esta etapa será clave diferenciar lo táctico de lo estratégico.
1. Evaluar el impacto de los aranceles en los productos
Los aranceles de un producto vienen determinados por tres factores, el valor, la clasificación y el origen. Por tanto, deben ser la base de la evaluación que toda empresa haga sobre el impacto de la actual escalada arancelaria en sus exportaciones.
“En un entorno de imposición arancelaria muy reducida o nula, puede que no se preste demasiada atención a declarar correctamente el valor de una mercancía, pero ahora será clave. Nuestra experiencia nos dice que algunas empresas declaran más de lo que deberían en aduana, existiendo una oportunidad de ahorro arancelario si el valor de la mercancía puede reducirse”, explica José Blanco, socio responsable del área de Aduanas, IIEE e Impuestos medioambientales de KPMG Abogados.
José Blanco también destaca la relevancia y complejidad que adquiere en este contexto la clasificación y el origen de la mercancía, pues determinan la exigencia del arancel. “No tendrá las mismas implicaciones arancelarias determinar que una pieza utilizada en la fabricación de un automóvil se clasifique como una manufactura de metal común o como una parte de un vehículo”. En lo que respecta al origen, no hay que olvidar que se corresponde con aquel país o territorio en el que el producto experimenta la última transformación sustancial”.
En un contexto en el que la UE ya había establecido aranceles para algunos productos estadounidenses (y ante la posibilidad de futuras tasas), los regímenes suspensivos aduaneros (RPA) podrían adquirir un mayor protagonismo. Se trata de una ventaja establecida en todos los países de la Organización Mundial del Comercio, por la que una materia prima que se importa con el objetivo de transformarla para su posterior exportación a otro mercado quedaría exenta de aranceles. “Se exige demostrar la trazabilidad de los procesos de fabricación, pero para las empresas exportadoras es una opción ideal. No obstante, la Administración Tributaria puede tardar 2 ó 3 meses en aprobarlo”, señala Blanco.
2. Evaluar toda la cadena de valor
El hecho de que los aranceles establecidos por Estados Unidos (y sus réplicas y contrarréplicas) sean desiguales entre mercados obliga a las compañías a analizar con mayor detalle sus cadenas de valor, no solo para evaluar el impacto de los aranceles, sino también para definir las acciones para mitigarlos.
Desde la crisis de 2008, la empresa española ha dado un salto cualitativo en su internacionalización, ya sea en el ámbito de exportación como en el de la producción en otros países. La actual coyuntura invita a analizar las cadenas de aprovisionamiento y la producción internacional, así como a identificar nuevos mercados, reorientando las ventas a nuevos socios.
“La ruptura de las cadenas de suministro que experimentamos en pandemia ya hizo reflexionar a muchas compañías sobre la necesidad de buscar alternativas a una dependencia excesiva de los mercados asiáticos. Algunas optaron por acercar la producción y otras por diversificar proveedores con el objetivo de garantizar la agilidad. Pero estas decisiones llevan tiempo, en ocasiones años”, recalca Jorge Solaun, socio de Strategy & Value Creation. Por esa razón, el foco de las empresas en el corto plazo debería centrarse en aumentar la competitividad, “lo que pasa necesariamente por optimizar costes”, apunta Solaun.
La función de compras adquiere un papel relevante en este contexto. “Un diagnóstico riguroso de las categorías de gasto más críticas, o análisis de escenarios de compra, facilita la toma de decisiones y refuerza la resiliencia organizativa. Este enfoque ofrece una mayor confianza a los inversores y permite al CPO responder con agilidad a las demandas de sus stakeholders”, explica Pedro Gascón, director de Strategy & Procurement de KPMG en España.