El Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) de la Reserva Federal estadounidense (Fed) ha cumplido las previsiones y ha subido los tipos de interés 25 puntos básicos, hasta situarlos en un rango objetivo de entre el 0,50% y el 0,75%. El mercado ya había descontado esta decisión en las jornadas anteriores, por lo que la atención ha pasado a estar en la lectura de qué sucederá en los próximos meses. Prueba de ello es que a principios de esta semana el bono estadounidense a 10 años rozó la rentabilidad del 2,5%, un nivel que no alcanzaba en los últimos dos años.
Como explica Noelle Cajigas, socia responsable de Mercado de Capitales de KPMG en España, “la literatura que acompaña al anuncio es mucho más valiosa como mensaje de dirección al mercado, ya que lo que habría sido una sorpresa enorme es el mantenimiento de los tipos”. De este modo, los analistas han centrado su análisis en el reparto de votos que ha tenido lugar en esta decisión y en cómo se han repartido las previsiones de los miembros del FOMC –el denominado dot plot– que permiten vislumbrar cuándo se producirán las próximas subidas de tipos. En este caso, la decisión se ha adoptado de forma unánime, con todos los miembros votando a favor de incrementar los tipos, además de prever otras tres subidas a lo largo del año que viene, por lo que 2017 finalizaría con los tipos situados en un rango objetivo de entre el 1,25% y 1,5%.
Pese a que este reparto de votos puede orientar a los mercados, lo cierto es que la reciente victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses marca una nueva era política que puede tener consecuencias en la política monetaria. En concreto, la Fed tendrá que esperar a conocer cómo reacciona Trump cuando llegue a la Casa Blanca y si el propio Congreso permitirá la implementación de sus políticas. “Por cómo funciona el proceso legislativo norteamericano, es muy difícil que se vaya a tener una visibilidad completa de en qué va a consistir la política fiscal norteamericana hasta mediados del año que viene”, afirma Cajigas. Por ello el consenso de mercado se ha situado hasta ahora en que en 2017 el FOMC opte por un par de subidas de tipos de interés, que tendrían lugar en el segundo semestre, mientras que en 2018 tendría lugar un mayor número de subidas.
La principal consecuencia de la subida de tipos es la apreciación del dólar, que ya venía revalorizándose en las últimas jornadas. Una situación que afecta especialmente a ciertas economías emergentes, las que tienen mayor déficit comercial y dependen en mayor medida de financiación en moneda extranjera, por lo que las compañías con inversiones en estos países tendrán que hacer frente al encarecimiento del billete verde. En el caso de las empresas españolas se verán afectadas por ejemplo las que cuenten con un alto nivel de inversión en países como Colombia o Turquía. Brasil está asimismo en el punto de mira de los mercados, pero al mismo tiempo acompañada por una expectativa de reducción de su prima de riesgo gracias al cambio de agenda fiscal del gobierno.
La apreciación del dólar –ante la que muchos analistas vaticinan que se alcance la paridad con el euro en el año 2017- complicará algunos objetivos de Trump: la reducción del déficit comercial estadounidense y la repatriación de empleo industrial. Del mismo modo, en un entorno de depreciación relativa del euro, se verán beneficiadas las empresas europeas con un alto nivel de exportación.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la llegada de un nuevo periodo marcado por la normalización gradual de la política monetaria implica “una era un poco más normalizada de las condiciones de financiación, especialmente para el que se financia en dólar”, explica Cajigas.
“En general, las épocas con tipos de interés en modo subida suelen ser buenas para los equities y menos buenas para los bonos (corporativos incluidos), por lo que la consecuencia directa es que las empresas atravesarán una nueva era de condiciones de financiación menos excepcionalmente baratas de las que hemos tenido hasta ahora”, indica Cajigas.
Asimismo, esta nueva situación permitirá la apertura de mejores oportunidades en la Bolsa, en especial en el mercado estadounidense, ya que los analistas apuestan por la llegada de una era de crecimiento económico y menos mediatizada por la intervención de la política monetaria.
Una de las incertidumbres que plantea la llegada de Trump a la Casa Blanca es el futuro de la propia Fed. Pese a que el mandato de su presidenta, Janet Yellen, finaliza en 2018 y ésta ha mostrado su intención de cumplirlo, se debe tener en cuenta que durante la campaña electoral Trump lanzó mensajes que dejan abierta la posibilidad de una modificación del régimen actual de independencia de la Reserva Federal. El presidente electo tiene, además, la posibilidad inmediata de proponer sus propios candidatos para las dos vacantes en el Consejo de la Fed tras el bloqueo del Senado a los nominados por el presidente Obama.
De este modo, habrá que esperar para conocer los pasos del nuevo presidente estadounidense en este sentido y si, dada la situación, Yellen incluso decide seguir al frente de la Fed hasta el final de su mandato. “Puede haber una convulsión organizativa en la Fed, lo que cambiaría aún más todos los pronósticos que se manejan en el panorama actual”, concluye Cajigas.
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