Ignacio Osborne – Presidente del Insituto de la Empresa Familiar
Siempre es una magnífica noticia poder celebrar el cumpleaños –el décimo en este caso- de una publicación que ha tomado por nombre un término tan sugerente como Valores y que se dedica a la divulgación de actividades económicas y empresariales.
Para las familias empresarias españolas que forman parte del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), a las cuales me honro en representar, los valores constituyen el cimiento sobre el que se edifican sus compañías, algunas de ellas con siglos de antigüedad. Compromiso -con el país, con la sociedad y con las nuevas generaciones-, visión a largo plazo y, sobre todo, honradez, son algunos de los puntales de nuestro ideario.
El IEF también está de aniversario. Han pasado ya 25 años desde que un grupo de empresarios decidieron poner en marcha esta organización, en el convencimiento de que la empresa familiar, como columna vertebral de la economía y parte fundamental de la sociedad civil, debía aportar ideas, propuestas e iniciativas para construir un país mejor, más desarrollado y más justo.
España ha cambiado mucho en este cuarto de siglo. Hemos recorrido un difícil camino, plagado de obstáculos, pero la transformación del país es innegable: tenemos siete millones de habitantes más que en 1992; nuestro PIB es casi el triple que entonces; hay cinco millones más de ocupados, y pertenecemos a un club, el de la Unión Europea, que quizá no vive su mejor momento tras la salida del Reino Unido, pero que sigue siendo una apuesta innegociable como modelo de convivencia y relaciones comerciales. Somos, en definitiva, un país más moderno y estable.
Los retos, sin embargo, siguen siendo importantes, agravados incluso por los efectos de una crisis económica que, aunque en vías de ser superada, ha destruido nada menos que cuatro millones de empleos y cerca de 350.000 empresas.
La publicación hace un año del estudio La Empresa Familiar en España, elaborado por el IEF y su Red de Cátedras, puso de manifiesto algunas cosas que merece la pena recordar. La primera, el sacrificio que este tipo de compañías ha asumido durante la crisis, renunciando en gran medida a su rentabilidad para proteger lo máximo posible el empleo. Y la segunda, la pequeña dimensión de las empresas familiares españolas con respecto a las de la Unión Europea y a las de los países más avanzados en general.
Este último factor, el del tamaño, se antoja de vital importancia a la hora de abordar la necesaria regeneración del tejido productivo después de los años de recesión.
Porque en el IEF creemos que la creación de empleo necesaria para mantener y mejorar el Estado del Bienestar no es un objetivo en sí mismo, sino que es el resultado del crecimiento sano y rentable de nuestras empresas, y de la creación de otras nuevas.
La experiencia de los empresarios que forman parte del Instituto nos ha permitido determinar los seis factores que, en opinión de nuestros socios, podrían favorecer en mayor medida el crecimiento de sus compañías. Un mercado de trabajo eficiente y flexible; una sustancial mejora de la calidad del capital humano, a través de un sistema de formación más sólido; la eliminación de las barreras regulatorias; una mayor eficiencia de las Administraciones Públicas; un sistema fiscal estable y transparente; y unos mercados financieros desarrollados.
Si desea continuar leyendo este artículo de opinión y disfrutar de otros contenidos, acceda a la edición impresa de Valores.
Deja un comentario