Recientemente se celebró en Madrid una interesante jornada de reflexión, organizada por el Club Español de la Energía, en la que participaron empresas eléctricas, organizaciones de consumidores, empresas de tecnología, el operador del mercado y el operador del sistema de transporte. Lo novedoso del evento fue la convicción generalizada de que el sector eléctrico en España ha entrado en una nueva etapa y que debe abordar una serie de retos que van a ser determinantes para su futuro.
Cuatro cambios fundamentales están definiendo esta nueva etapa. En primer lugar, la reforma emprendida por el Gobierno ha supuesto un duro impacto económico para el sector, pero contribuirá a equilibrar el abultado déficit de tarifa que venía soportando en los últimos años. En segundo lugar, la demanda eléctrica está volviendo a crecer tras varios años de contracción, lo que además de reflejar la mejor marcha de la economía española puede contribuir a aliviar las cuentas del sistema eléctrico. En tercer lugar, la bajada de la prima de riesgo de España y el renovado interés de los inversores por nuestro país están facilitando la refinanciación de muchos activos eléctricos y la entrada de nuevos accionistas en los mismos. Finalmente, la Unión Europea está adoptando una nueva política energética a 2030, que añade a los objetivos medioambientales una nueva preocupación por la competitividad energética.
En este nuevo entorno, el primer gran reto del sector eléctrico será recobrar la confianza del consumidor, muy mermada por la incertidumbre generada por los continuos cambios regulatorios y la subida de los precios. Para ello deberá dar respuesta a las crecientes exigencias de los clientes, centradas en una mayor transparencia, más oportunidades para optimizar sus consumos y una atención mejor y más personalizada. Lograrlo exigirá a los comercializadores adaptarse al nuevo esquema de lecturas y tarifas horarias, ayudando al cliente a gestionar la repercusión de unos precios mayoristas que pueden experimentar grandes variaciones. Además, deberán adoptar nuevas formas de mejorar la experiencia del cliente ya aplicadas en otras industrias y acelerar su adaptación al mundo online.
El segundo gran reto del sector va a residir en la digitalización de la red y su integración con Europa. Nuestras redes de transporte y distribución se encuentran entre las de mejores de Europa en calidad y coste, pero el nuevo esquema regulatorio les va a exigir continuar mejorando su nivel de eficiencia. Para ello deberán aplicar metodologías avanzadas de gestión de activos y aprovechar la rápida digitalización de la red (España va a ser el cuarto país europeo en dotar de contadores inteligentes a todos los clientes). Por otro lado, será clave aumentar los niveles de interconexión con Europa, que son sólo de un 4% de la potencia instalada, lejos del objetivo del 10% establecido por la UE. Esta situación es especialmente grave en un país que necesita poder exportar sus excedentes de renovables en momentos de elevada producción.
Finalmente, el sistema eléctrico español debe abordar el reto de definir y gestionar su mix de generación a medio plazo. La situación actual de exceso de potencia instalada está llevando a los generadores tradicionales a cuestionarse el futuro de sus activos. Los ciclos combinados de gas están reclamando poder hibernar las instalaciones de menor utilización, las centrales de carbón van a requerir cuantiosas inversiones para cumplir la nueva directiva de emisiones a 2020 (y en el caso del carbón nacional es necesario revisar en qué medida se pueden mantener los mecanismos de ayuda) y el debate sobre la prolongación de vida de las centrales nucleares dista de estar cerrado. Sin embargo, una combinación adecuada de estas tecnologías es necesaria tanto para asegurar el suministro como para evitar una escalada de los costes de generación. A su vez, se debe abordar qué rol deben jugar a futuro las energías renovables, que las mejoras tecnológicas e industriales pueden llevar en unos años a ser competitivas con otras tecnologías. El sistema eléctrico español requiere por tanto debatir y consensuar una planificación energética a medio plazo que asegure un suministro eléctrico fiable, competitivo y limpio, dentro de un funcionamiento competitivo del mercado.
Autor: Alberto Martín. Socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España
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