El sector financiero español está compuesto, en la actualidad, por un número más reducido de entidades, con un mayor tamaño medio y volumen de recursos propios. También se ha producido un intenso proceso de reestructuración que ha implicado una reducción significativa del número de oficinas y de empleados bancarios.
Esta evolución se ha producido en condiciones de paz social, evidenciando la responsabilidad de todos los actores implicados que entendieron la necesidad de realizar algunos sacrificios. El resultado ha sido una mejora considerable de los ratios de eficiencia de prácticamente todo el sector.
No obstante, el proceso no ha concluido. Las entidades se enfrentan a una situación difícil, derivada de la combinación de una política monetaria expansiva que, al mantener bajos los tipos de interés, estrecha significativamente el margen financiero, la existencia de requerimientos crecientes de capital y un entorno económico que, aunque se haya producido una clara recuperación, no deja de ser incierto. Este panorama ha obligado a los bancos a emprender un proceso combinado de revisión de su modelo de negocio para mejorar su rentabilidad y de transformación digital.
Estos cambios, unidos a la reestructuración precedente, alteran el mapa de las necesidades de personal de las entidades tanto desde el punto de vista de coste como también de su cualificación profesional y condiciones laborales.
Los clientes demandan, como en todos los sectores, atención las 24 horas del día, siete días a la semana, utilizando los nuevos canales de comunicación que la evolución tecnológica ha hecho posible.
Obviamente, no se trata de que las oficinas bancarias estén abiertas tanto tiempo, ni por supuesto de que los empleados afronten jornadas interminables, sino de que, en general, las entidades deben acometer cambios en sus modos tradicionales de gestión de los recursos humanos para asegurarse de que disponen del personal adecuado dónde y cuando lo necesiten.
En realidad, nada que no haya ocurrido en muchos otros sectores y actividades económicas en España y fuera de ella. El caso de la industria automovilística es, quizá, el mejor ejemplo. Todos los agentes implicados entendieron que el mantenimiento de las empresas y su nivel de actividad y, en última instancia, de los puestos de trabajo y sus condiciones laborales, requería aceptar una flexibilidad que en otros tiempos hubiera sido imposible. Algo parecido ha sucedido en el caso de la distribución comercial y en tantos otros sectores.
El sector financiero no es tan diferente. Es un sector sometido a la doble exigencia de la reestructuración y la transformación, con efectos, al menos, tan relevantes como en los casos que se han citado anteriormente. El reto digital lo alterará todo. El porcentaje de transacciones que se realiza por los nuevos canales crece exponencialmente y las redes de oficinas deben adaptarse a esta realidad emergente, variando su tipología, cambiando su ubicación y sus horarios y preparándose para prestar nuevos servicios, especialmente de asesoramiento.
La recuperación de la rentabilidad del sector financiero requiere una nueva mirada y otra perspectiva. Y también la requieren los clientes, cuyos gustos, necesidades y los canales a través de los que se relacionan con las entidades cambian a gran velocidad. Acomodarse a las necesidades y preferencias de los clientes, a las exigencias regulatorias y a las nuevas opciones de prestación de servicios que brinda la tecnología obliga a tener unos perfiles profesionales más especializados, mejor formados y más flexibles.
Si lo anterior no se entiende, el sector financiero no podrá competir con los nuevos entrantes, más ágiles y flexibles en la gestión de sus recursos. Por cierto, tampoco las nuevas normas sobre políticas retributivas en las entidades ayudan demasiado a este propósito y no solo se trata de pagar más o menos, sino de cómo se hace.
El sector financiero español entra en una etapa que no se parecerá en casi nada a las precedentes. El cambio tecnológico, la búsqueda de la rentabilidad y la necesidad de prestar nuevos servicios y de adaptarse a las necesidades del cliente transformarán al sector por completo y harán imprescindibles talento y flexibilidad.
Esos mismos atributos serán necesarios para definir el nuevo modelo laboral de las entidades.
Francisco Uría es Socio responsable del sector Financiero en KPMG en España
Fuente: cincodias.com. Publicado el sábado 03 de Marzo de 2016.
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