El año 2016 está siendo un año muy complicado para la economía global, los mercados y también para los bancos.
Aunque los reguladores aseguren que no habrá nuevos requerimientos de capital todo parece de indicar que terminarán produciéndose, por una u otra vía, en un año en que van a combinarse los test de estrés, el análisis supervisor del BCE (SREB), el nuevo MREL en materia de resolución, la revisión crítica de los modelos de riesgo de crédito y de los NPLs en el balance de las entidades y, ya a final del año, el ejercicio de armonización del tratamiento de los activos ponderados por riesgo impulsado por el Comité de Basilea.
Las cuestiones apuntadas, junto a algunas otras que me dejo por no hacer la enumeración demasiado extensa, generan incertidumbres que afectan a las decisiones estratégicas de las entidades.
A estas incertidumbres “propias del sector” se unen otras más generales como las cuestiones geoestratégicas globales, el terrorismo, el nuevo escenario que se abre en Europa tras el Brexit, las elecciones en Estados Unidos, en Alemania o en Francia, la formación del nuevo Gobierno en España, la situación de Italia y la de Grecia… Si todas o algunas de estas cuestiones evolucionan de forma negativa las consecuencias serán muy graves para todos.
Todo ello en un contexto que continúa marcado por la volatilidad de los mercados y la política monetaria expansiva (bajos tipos de interés), lo que afecta a la capacidad y condiciones de financiación en los mercados de capital y a la rentabilidad de las entidades.
Los bancos tienen un problema con la falta de suficiente rentabilidad de su negocio y a la resolución de ese problema deben dedicar todas sus energías. La cuenta de resultados es la primera línea de defensa de la solvencia de una entidad de crédito y la falta de rentabilidad continuada dificulta tanto su capacidad de generación de capital interno como su atractivo para la captación de capital externo.
En este contexto, la única estrategia segura es la de perseverar en el esfuerzo de reducción de costes por lo que el ajuste del sector continuará produciéndose en los próximos meses.
En cambio, las inseguridades concurrentes no hacen probables las integraciones entre entidades a corto plazo, por muchos esfuerzos que pueda hacer el supervisor por impulsarlas.
Los bancos, como se ha recordado en estos días, se encuentran también obligados a realizar inversiones crecientes en tecnología para contribuir a su estrategia de mejora de eficiencia y reducción de costes y para atender a los nuevos requerimientos de la regulación y los supervisores. Deben hacerlo también para asegurar la mejor experiencia posible al cliente, lo que resulta clave para mantener su competitividad con los nuevos entrantes digitales.
Nunca en la historia habíamos conocido un contexto así. Un mundo sin inflación, con un crecimiento económico limitado (un poco mayor en el caso español) y con tipos de interés negativo.
Son las “cinco erres” de las que hablaba José Manuel González Páramo en su magnífico discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, “Reinventar la banca: de la Gran Recesión a la Gran Disrupción Digital”, de lectura obligada y urgente para todos los que trabajamos en o para el sector financiero, a saber, “Recesión, Rentabilidad, Regulación, Reputación y Revolución Digital” o, dicho de otro modo, la tormenta perfecta para un sector atrapado entre la baja rentabilidad, las exigencias regulatorias y el reto tecnológico.
Los bancos van a tener que hacer muy bien las cosas para superar esta difícil prueba pero probablemente no baste ni tan siquiera con eso.
Todos los actores implicados, públicos y privados, deberían contribuir a despejar cuanto antes las incertidumbres que se han comentado. También sería conveniente comenzar a señalar un camino de normalización progresiva de la política monetaria.
Otra cuestión relevante tiene que ver con las palabras de la Sra. Nouy, como Presidente del Consejo de Supervisión del BCE, en el sentido de que los bancos debían avanzar en un cambio de modelo de negocio basado en el margen de tipo de interés a un modelo más basado en comisiones. La realidad regulatoria presente es que las entidades encuentran grandes obstáculos al establecimiento de comisiones, y que, además, se trata de un cambio complejo que requerirá un cambio paulatino de la cultura tradicional del cliente bancario, que no parece fácil ni será inmediato.
Por último, sería fundamental que los supervisores bancarios muestren de forma más clara sus expectativas en cuanto a la evolución de los bancos a medio y largo plazo, facilitando así su proceso de planificación estratégica, dando prioridad en su actuación supervisora a lo que consideren más urgente. No parecería sensato, en un contexto tan complejo, tratar de resolver todos los problemas en un año que ya será suficientemente difícil.
Autor: Francisco Uría es socio responsable del Sector Financiero de KPMG en España
Los bancos van a tener que incrementar con proveedores de servicios soluciones disruptivas:
“Software Factory, Infraestructura as a Service, Plataforma as a Service, Software as a Service, Cognitive Business”
para superar esta difícil prueba:
“Recesión, Rentabilidad, Regulación, Reputación y Revolución Digital”
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Ricardo Dolinski Garrido