El Banco Central Europeo publicó hace ya algo más de una semana los resultados de las pruebas (el ya famoso ” Comprehensive assessment“) de los bancos de la Eurozona que quedarán bajo su supervisión directa. Ese mismo día se hicieron también públicos los resultados del test de estrés coordinado por EBA.
La combinación de ambas pruebas resulta inédita y el hecho de alimentar la cocina del test de estrés con la información procedente del análisis de activos (Asset Quality Review o AQR) habrá contribuido a reforzar su solidez frente a los ejercicios realizados en años anteriores.
Los resultados son, a estas alturas, sobradamente conocidos y han evidenciado algunas cuestiones interesantes.
La primera es el éxito de la reestructuración del sector financiero español, ya que los bancos sometidos al ejercicio lo han superado en sus dos ámbitos, a excepción de una entidad que ha compensado con creces el déficit de capital que se le imputaba a 31 de diciembre de 2013, gracias a las operaciones de recapitalización ya ejecutadas durante este año.
El esfuerzo realizado por el sector financiero en estos años y, en particular, a partir del año 2012, se ha saldado con un incremento notable en provisiones y en capital con lo que su saneamiento y reestructuración, sin perjuicio de temas menores, puede darse por concluido.
Estos datos contrastan con los cosechados por otras entidades en otros países, que evidencian que todavía tienen deberes pendientes en ese doble apartado de saneamiento y recapitalización. Como nosotros hemos aprendido ya en carne propia, el retraso en acometer esos esfuerzos se hace mayor con el paso del tiempo y no siempre la evolución de los mercados y de la economía contribuye a facilitar el éxito.
Lo sucedido en España encubre, al menos, dos aspectos complementarios que deben destacarse y que explican el éxito obtenido.
El primero es la situación positiva de un cierto número de entidades, ya en el difícil año 2012, y su relevante contribución al éxito de la reestructuración del conjunto del sistema con su saneamiento y recapitalización, utilizando sus propios medios, participando en procesos de integración de entidades dañadas, como accionistas de la SAREB, y también a través del Fondo de Garantía de Depósitos. El hecho de que esas entidades, nuestros grandes bancos entre ellas, hayan sido parte de la solución y no del problema ha sido fundamental para que las cosas terminasen como se ha evidenciado en las pruebas del BCE.
Pero el segundo ha sido el proceso de reestructuración y saneamiento de la parte más dañada del sistema y en la que, además de la contribución de los bancos que han adquirido algunas de ellas, y del excelente trabajo de las propias entidades, hay que destacar la magnífica labor del FROB y la SAREB, piezas fundamentales en nuestra nueva arquitectura de resolución bancaria que, con el apoyo esencial del Banco de España, han permitido una reestructuración incomparable por su ambición y celeridad.
En definitiva, los resultados han sido muy positivos pero no lo han sido ni por casualidad, ni por suerte ni por una acertada improvisación.
Todos los agentes en concurso, públicos y privados, han hecho lo que tenían que hacer, y lo que se esperaba de ellos, y el resultado está a la vista y debemos celebrarlo.
Sin embargo, la alegría y los festejos durarán poco porque hoy mismo, el 4 de noviembre, el sector financiero español empieza una nueva etapa en el mecanismo único de supervisión. Los grupos más importantes quedarán bajo la supervisión directa del BCE, aunque con la colaboración del Banco de España, y el resto seguirán con su supervisor tradicional, pero la supervisión, es importante entenderlo así, será única e implicará nuevas reglas y una nueva cultura supervisora que afectará a todos.
El proceso será gradual y los equipos conjuntos de supervisión irán tomando poco a poco conocimiento de las entidades supervisadas, con lo que el rol del Banco de España será fundamental en los próximos meses.
Aprobada la selectividad, los bancos españoles se enfrentan a la Universidad, y el cambio, como suele suceder, será exigente para todos. En particular, la nueva supervisión prestará mayor atención a la rentabilidad de los bancos, no sólo en el conjunto de la entidad sino en el de cada una de sus áreas de negocio. En este punto, la calidad de la información será fundamental tanto para el supervisor como para los supervisados.
Autor: Francisco Uria, Socio responsable de sector financiero de KPMG en España
Deja un comentario