La demanda global de energía se incrementará un tercio de aquí a 2035 según el World Energy Outlook 2013 de la International Energy Agency (IEA), principalmente por el aumento de las necesidades de Asia, centradas en la India, el Sudeste Asiático y Oriente Medio. Uno de los factores que en los últimos años ha variado de forma sustancial el mapa energético mundial ha sido el gran desarrollo, fundamentalmente en Estados Unidos, de la explotación del llamado gas no convencional o shale gas.
Pero, ¿qué es realmente el shale gas? “Se denomina gas no convencional porque se encuentra en rocas y arcillas poco permeables. La técnica utilizada para liberar este gas es la fracturación hidráulica, más conocida como fracking, que consiste en inyectar agua, arena y algunos aditivos químicos a elevada presión y a gran profundidad para crear una red de microfracturas en el subsuelo”, señala Alberto Martín Rivals, socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España.
Este sistema de extracción ha causado controversia en ciertos sectores debido a los posibles impactos ambientales que pudiera ocasionar, pero que aún no se conocen con exactitud. Entre los que nombra Greenpeace en un comunicado se encuentran “la contaminación de las aguas subterráneas, la contaminación atmosférica, la emisión de gases de efecto invernadero, terremotos, contaminación acústica e impactos paisajísticos”. No obstante, otros actores discrepan. La Plataforma española sobre la explotación y desarrollo del shale gas, por su parte, asegura en su página web que “se ha demostrado reiteradamente que siempre y cuando se respeten las buenas prácticas en la industria, la exploración y desarrollo del shale gas no conlleva ningún riesgo ni para las personas ni para el entorno”.
Estados Unidos: de la escasez a la abundancia energética
“Las reservas de shale gas se encuentran dispersas por diversos países del mundo, pero, sin duda, Estados Unidos es el que mejor provecho ha sabido sacar de ellas”, asegura Antonio Hernández, socio de Estrategia Energética e Internacional de KPMG en España. “Lo cierto es que la producción estadounidense de shale gas ha crecido sustancialmente abaratando el coste del gas, lo que supone un elemento fundamental de competitividad para el país”, señala.
En un reciente desayuno de trabajo celebrado en KPMG, Stephen Eule, vicepresidente de Clima y Tecnología en el “Institute for 21st Century Energy” de la Cámara de Comercio de Estados Unidos y reconocido experto y conferenciante del sector energético, señalaba el importante impacto socioeconómico del shale gas en Estados Unidos, donde ha generado más de 2,1 millones de empleos. Según datos de la IEA, de media, los consumidores industriales japoneses o europeos pagan a más del doble la electricidad que en Estados Unidos. Además, la compañía norteamericana IHS cuantifica los beneficios que los yacimientos de shale gas han traído a la economía del país en 284.000 millones de dólares en 2012.
Y las previsiones aún van más allá: en el Annual Energy Outlook 2014 de la Energy Information Administration de Estados Unidos, el organismo contempla que el país se convierta en exportador neto de gas natural licuado en 2016 y exportador neto de gas natural en 2018, “lo que sería una considerable ventaja respecto a competidores como la Unión Europea, con una gran dependencia energética del exterior y, por tanto expuestos a posibles turbulencias, como ha demostrado el conflicto entre Ucrania y Rusia”, explica Alberto Martín. El KPMG 2013 Energy Industry Outlook Survey, que incluye una encuesta llevada a cabo entre más de 100 directivos del sector energético a nivel internacional, muestra que el 62% de los consultados cree que Estados Unidos será energéticamente independiente en 2030, frente al 52% que así lo creía en 2012. Solo el 17% respondió que este hecho nunca ocurriría.
No obstante, a pesar de este optimismo, la explotación de esta fuente de energía no carece de retos a los que aún debe enfrentarse la industria con la aparición de algunos debates aún sin solventar. “Al debate medioambiental se unen el tecnológico y el de la rentabilidad, pues en los últimos tiempos el precio del shale gas en Estados Unidos ha decrecido por razones como la creciente producción, el descubrimiento de nuevas reservas y la mayor eficiencia”, puntualiza Antonio Hernández.
El desarrollo en otras zonas del mundo, Europa y España
Además de en Estados Unidos, la US Energy Information Administration ha evaluado que existen 137 formaciones de shale gas en 41 países. Según este organismo, el top 10 de países con fuentes técnicamente recuperables de shale gas son China, Argentina, Argelia, Estados Unidos, Canadá, México, Australia, Sudáfrica, Rusia y Brasil. “China es una potencia energética emergente, con unas impresionantes reservas, una demanda doméstica creciente y con apoyo gubernamental. Argentina también aúna gran potencial: cuenta con una geología excelente y una fuerte industria petrolera y gasista”, afirma Antonio Hernández.
En cuanto a Europa, “ha de intentar diversificar sus fuentes de aprovisionamiento energético, especialmente tras los acontecimientos en Ucrania que están evidenciando la fragilidad del abastecimiento del gas ruso a la Unión Europea, por lo que el fracking podría ser una alternativa a considerar”. No obstante, en el viejo continente el desarrollo del fracking y la extracción del shale gas se topan con una diferencia significativa que puede derivar en un mayor rechazo social respecto a EE.UU.: mientras que allí los propietarios del suelo bajo en cual se encuentran los hidrocaburos también son dueños de los derechos mineros, en Europa los titulares no podrían beneficiarse de esta riqueza, pues los derechos son estatales.
En este contexto mundial y europeo, España se encuentra aún en fase de exploración de las reservas de shale gas, con varias empresas estudiando la viabilidad técnica, económica y medioambiental de las posibles extracciones. Las principales reservas se encuentran en País Vasco, Cantabria y, en menor medida, la cuenca del Ebro. Algunas comunidades autónomas ya han mostrado abiertamente su posición contraria a desarrollar técnicas de fracking en su territorio, mientras que otras como Cataluña han modificado directamente sus leyes para prohibir esta práctica.
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