1. La era de las personas
Abordamos una nueva década en la que la cooperación será la respuesta a los grandes retos globales y la ética, la base sobre la que se transformará todo lo demás.
Comenzamos hoy una cuenta atrás simbólica hacia el comienzo de una nueva década que será decisiva.
La velocidad a la que se está transformando la forma de vivir, trabajar, producir y relacionarnos da cuenta de lo diferente que puede llegar a ser el mundo dentro de diez años.
El privilegio de quienes estamos viviendo este momento es el de ser testigos de cambios que habrían requerido generaciones en etapas anteriores de la historia. Pero de su mano, tenemos también la inmensa responsabilidad de orientar el cambio, la transformación tecnológica y la innovación hacia la construcción de un mundo más justo y ético. Un mundo en el que la medida sea siempre el ser humano.
Para ello, tendremos que recorrer un camino en el que la mejora de nuestra calidad de vida no lleve aparejada la destrucción del planeta, ni la desigualdad social.
En los próximos diez años veremos una inmensa revolución impulsada por la innovación y la tecnología. Nuestra vida diaria cambiará gracias a las aplicaciones de la inteligencia artificial, la conectividad de las redes 5G, el potencial de procesamiento de datos que traerá la computación cuántica o la realidad virtual.
La ciberseguridad será una cuestión de supervivencia para empresas, estados y ciudadanos. En menos de cinco años conviviremos con miles de millones de dispositivos conectados. A la vez, nuevos modelos de negocio innovadores fulminarán en dos o tres años las premisas de sectores que hoy son absolutamente sólidos.
No necesitamos una bola de cristal para anticipar que la medicina preventiva nos ayudará a vivir más y mejor; que las ciudades serán cada vez más extensas y estarán más pobladas por lo que necesitaremos proyectar sistemas de movilidad y gestión de recursos públicos diferentes a los actuales.
En los próximos diez años es probable que veamos el final del dinero en efectivo. Pasaremos de ser propietarios de bienes a usuarios. Trabajaremos en profesiones que ahora no existen y algunas de las que consideramos obvias habrán dejado de ser necesarias.
Las energías no contaminantes serán las de preferencia, la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente serán el punto de partida de todo negocio y la tolerancia a la discriminación será cada vez menor. Los entornos en los que nos moveremos serán más diversos y cada vez nos etiquetaremos menos.
Los clientes, los empleados, los inversores y la opinión pública más informada, conectada y empoderada, consciente de su capacidad de influencia amplificada por las redes sociales a escala global, premiarán con sus decisiones a las empresas con un propósito, que aporten valor a la sociedad y castigarán igualmente a aquellas que no integren una vocación de progreso social en su razón de ser.
Las empresas irán más allá del mero cumplimiento fiscal. La transparencia no será opcional. Por eso, las empresas tendrán que contar con las mejores herramientas y recursos para generar y mantener la confianza de sus grupos de interés: cumplir con la regulación, proteger la privacidad de sus clientes, innovar y desarrollar nuevas soluciones pero desde el respeto a las personas, garantizar un entorno laboral igualitario, desarrollar su labor de la manera más eficiente y explicar con honestidad y rigurosidad su información financiera y no financiera, es decir, cómo aportan valor a la sociedad con su actividad. En definitiva, actuar desde la ética.
No obstante, el futuro que describo todavía no está escrito, lo estamos construyendo cada día con cada decisión que gobiernos, empresas y ciudadanos tomamos ante los dilemas que plantea la revolución tecnológica.
La década que iniciamos comienza con incertidumbre y ésta puede arrastrar una visión pesimista del futuro. No obstante, en la historia reciente hemos visto un progreso indiscutible.
El bienestar humano no ha dejado de mejorar en los últimos 100 años a nivel global, especialmente en los Estados con democracias consolidadas, economías de mercado y con acceso universal a la educación y la sanidad. De hecho, los datos nos animan a ser optimistas.
Para la construcción de este futuro deseable hacen falta líderes empresariales y políticos que entiendan que el bienestar de las personas debe ser la prioridad para sostener el sistema que nos ha traído hasta aquí.
Las 24 claves que presentamos en este especial de KPMG Tendencias dibujan los grandes ámbitos de transformación económica, empresarial, tecnológica y social que marcarán el rumbo de la humanidad en la próxima década: un período determinante en el que la cooperación entre personas y empresas será, más que nunca antes, la única respuesta posible a los grandes retos globales. Y en un mundo de cambio constante, la ética y los valores conformarán la base inmutable sobre la que todo lo demás seguirá transformándose.
Deja un comentario